Víctor Gil, Hermano de la Salle, misionero en Tailandia

(RD/OMPress).-La Conferencia Episcopal Tailandesa ha encomendado recientemente al misionero español Víctor Gil, Hermano de la Salle, el cuidado pastoral de los inmigrantes birmanos, que ahora, después del ciclón Nargis, la llegada de emigrantes ha ido en aumento. G. Farré nos acerca el testimonio de este misionero en Tailandia y que reproducimos a continuación.

Aunque nacido en Cuenca en 1943, Víctor Gil es hijo de Castellón. Aunque quizás ahora lo sea menos. Desde 1964 es misionero de los Hermanos de la Salle en Tailandia. Su trabajo en educación, y en la acogida de niños abandonados ha tomado un nuevo giro desde hace poco cuando la Conferencia de los Obispos Tailandesa le ha confiado el cuidado pastoral de los inmigrantes Birmanos. Si desde hace tres años mantiene cincuenta huérfanos del Tsunami, ahora debe orientarse a las víctimas del ciclón Nargis, que provocará una nueva ola de emigración.

Ha sido necesario un desastre natural para conocer algo de lo que pasa en Birmania. ¿Desde cuando este sufrimiento?

Birmania y los birmanos no hacen gastar mucha tinta a España, hasta el punto que tengo la impresión que la situación de los inmigrantes y refugiados birmanos es completamente desconocida. El pueblo birmano lleva sufriendo mucho desde 1962, cuando se estableció el régimen presente. Birmania no solamente es un país comunista cerrado durante 48 anos, sino que además es un país en que no hay ni trabajo ni pan para comer. El 40% de los presupuestos nacionales se van para mantener a los militares y sus familias. Por eso los habitantes no tienen otro remedio que buscarse la vida en Tailandia.

Ya, conocemos el fenómeno de la inmigración. Aquí también hay una avalancha.

Cuando hablo de los inmigrantes birmanos enseguida me dicen que en España hay tantos y tantos rumanos, pero la situación de unos y otros no se pueden comparar. Los inmigrantes birmanos tienen pocos derechos legales y, además, no los conocen. Por eso la Comisión Católica Nacional de Migraciones trata de atender a sus necesidades más básicas y darles a conocer sus derechos.

Y mientras, en su país, sólo dejan que llegue la ayuda en cuentagotas.

El gobierno birmano esta poniendo muchísimas dificultades para que la ayuda llegue a los necesitados. No se niega a recibir ayuda en genero o dinero, pero quiere que todo se de a la Junta Militar. Incluso los monasterios birmanos y la gente sencilla tiene que esconderse para ayudar a los necesitados que están a las puertas de sus casas. El gobierno quiere controlarlo todo; no deja iniciativa privada ninguna. Quiere aparecer delante del pueblo como el único bienhechor del pueblo. Ha habido casos en que la ayuda recibida se va primero a los cuarteles, luego a los simpatizantes del gobierno, y finalmente a otros necesitados. El gobierno es desconfiado con toda persona que no ha recibido órdenes de los militares. No obstante desde fuera del país se esta haciendo una presión extraordinaria para que se abra un corredor y que la ayuda llegue directamente a las personas afectadas.

¿Qué se hace para forzar esta resistencia?

En Bangkok, Tailandia, los representantes de gobiernos y de grupos asistenciales están desesperados por no poder obtener visados para ir a Birmania. Después de mucho esfuerzo, Tailandia envió el 17 de mayo un equipo de 18 médicos y 12 enfermeras. Quería enviar más, pero el gobierno birmano sólo dio visado a 30 personas. Recientemente también se ha convocado una reunión extraordinaria de la ASEAN, de la que Birmania es miembro, para ver si esta organización puede hacer que el gobierno birmano abra las puertas a la ayuda y a los cooperadores. Mientras, el gobierno tailandés ha dado permiso para que el antiguo aeropuerto de Don Muang de Bangkok se convierta en el centro de distribución de la ayuda internacional hacia Birmania.

¿Cómo trabaja sobre el terreno Caritas?

Caritas Internacional tiene que depender de la poca estructura que Caritas Birmana tiene dentro de su país porque no puede enviar personal suyo para administrar la ayuda. El director de Caritas Birmania, que estaba en Bangkok hace unos días, me contaba el 15 de mayo, que tiene las manos muy ligadas. Estaba trabajando en campo de refugiados en Tailandia, pero como que es del país, ha vuelto a Birmania para pedir al gobierno que deje a Karina (así se llama Caritas en birmano) ayudar al pueblo y trabajar directamente con los afectados.

¿Qué hacer?

Los que ya murieron, ya murieron. Ahora se trata de ayudar a los que han sobrevivido a que su vida se vuelva normal lo antes posible. Lo más preocupante de inmediato es el agua potable, los niños sin comida, los huérfanos y pueblos y ciudades enteras sin techo. Hay que ayudar a rehacer esas vidas a pesar de todas las trabas que esta poniendo el gobierno birmano. Las ONG's y Caritas trabajan con mucha seriedad. Hay que tener confianza en ellas. Su trabajo será de largo plazo. Tienen una eficacia muy grande y están presentes en el terreno de trabajo. Cuentan con gente dedicada y conocedora de la realidad. Ellos trabajaran para rehacer la vida de estos dos millones de personas birmanas y que tengan una vida digna del ser humano.

Cuesta entender esta desconfianza de la Junta Militar.

Lo militares birmanos tienen un miedo enfermizo a toda persona que no sea birmana, y dentro de la población birmana, a toda persona que no apoye a su política. La naciones Unidas están tratando con buenos modales hacer presión para qué los militares abran as puertas a la ayuda y a los ayudantes, pero ellos han preferido emplear su aparato gubernamental en tratar que la gente apruebe un plebiscito de Constitución en lugar de centrarse en ayudar al pueblo necesitado. Los militares tienen un miedo enorme a que la gente sepa su situación real al comparar lo que pasa en su país con lo que pasa en otros sitios. Temen la revolución del pueblo. También se teme que habrá una nueva oleada de birmanos hacia Tailandia. ¿Cuantos birmanos más se van a sumar a los dos millones que ya están en Tailandia? Para ellos Tailandia será la Tierra Prometida.

¿Cómo es la situación de estos refugiados?

Se calcula que en los últimos 10 años han venido cerca de dos millones de birmanos. Algunos están en los campos de refugiados esperando ir a otro país algún día, pero son una minoría. El grupo más importante esta viviendo y trabajando en los pueblos y ciudades de cerca de la frontera de Birmania, y poco a poco tratan de buscar trabajo en el interior de Tailandia, aunque sus movimientos están muy controlados. La mayor parte vive sin papeles. Por tanto no tienen ninguna protección legal: los que encuentran trabajo reciben sólo la mitad de paga que cobran los tailandeses por el mismo trabajo, y aceptan lo que los tailandeses no quieren hacer. Son cientos de miles los niños que hay que escolarizar con ayuda privada. Las madres y los niños no tienen atención médica. Los trabajadores no conocen sus derechos. Los niños no tienen escuelas.

En un panorama tan desolador, ¿cómo alivia usted este sufrimiento?

Por una parte, el colegio La Salle de Bangkok, donde estoy, ha decidido ayudar a cuatro escuelitas pequeñas para birmanos en la frontera. También hemos abierto tres clases para que los birmanos que viven en las cercanías puedan continuar su educación los fines de semana. Por otra parte, la Comisión Católica Nacional de Migraciones (CCNM) me ha enviado dos veces a España a presentar proyectos de ayuda para mantener y ampliar los proyectos que tenemos con los inmigrantes birmanos.

Se le nota muy cercano de estos pueblos. Dicen que eso es propio de los misioneros. ¿Cómo nace la vocación misionera?

Tenia sólo doce años cuando escuche a un Hermano de la Salle misionero en Etiopia hablando de las misiones. Estaba yo en el seminario menor de Griñón, en la provincia de Madrid. Después de su charla me ofrecí, y seguí la formación de los Hermanos que iban a ir a las misiones. Al acabar el Noviciado, recibí una carta del Superior General diciéndome que pensaba enviarme a Tailandia. Fui al mapa a ver dónde estaba, y sólo encontré "Reino de Siam". Entonces supe que era el antiguo nombre de Tailandia. Y aquí llevo desde 1964.
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