La Virgen del Carmen y el escapulario

La fiesta de la Virgen del Carmen responde a una de las más antiguas y entrañables devociones marianas. Una fiesta muy popular de lo que da testimonio el uso tan extendido del escapulario y el hecho de que muchas mujeres se llamen Carmen.

En este punto quiero disculparme, pero no puedo menos que recordar a mi madre, que llevaba este dulce nombre. Persona de misa diaria, inculcó a sus once hijos este amor a la Virgen María. El 16 de julio era una fiesta familiar en mi casa, como en la de tantas casas que tienen alguna Carmen entre sus miembros.

Es a la vez patrona de los navegantes y pescadores, una profesión tan relevante en nuestra Archidiócesis, con tantos kilómetros de costa, y tan ligada a la historia de la Iglesia ya que los primeros apóstoles se dedicaban a la pesca. La vida misma de Jesucristo se entrelaza con experiencias y parábolas de barcas y redes.

La festividad del Carmen conmemora la aparición de la Virgen a san Simón Stock, general de la orden carmelitana el 16 de julio de 1251 en Cambridge. Una devoción por tanto iniciada en Inglaterra y aprobada por la Iglesia, que la extendió por el mundo ya de forma solemne a partir del siglo XVIII. En aquella aparición, según la tradición, la Virgen se presentó portando un escapulario en la mano y dándoselo le dijo: "Toma, hijo querido, este escapulario; será como la divisa de mi confraternidad, y para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno. Es la muestra de la salvación, una salvaguardia en peligros, un compromiso de paz y de concordia".

Partiendo de este hecho, la Iglesia ha reconocido gracias y bendiciones a quienes lleven sobre su pecho la prenda del escapulario o de una medalla con imagen del Sagrado Corazón y la Virgen del Carmen. Pienso que el simbolismo de esta devoción es muy claro: colocar las imágenes de Jesús y María junto al corazón, expresa de modo material lo que es inmaterial, el amor que tenemos a Jesucristo y a su Madre santísima.

Esta devoción está ligada a una escena que recoge el primer Libro de los Reyes, del Antiguo Testamento, cuando, respondiendo a las invocaciones del profeta Elías, una pequeña nube, visible desde la cima del Monte Carmelo, se levanta en el horizonte y acaba dando la deseada lluvia abundante sobre la tierra. Una metáfora de la lluvia de gracias que nos llega a través de la intercesión de la Virgen María.

Es una festividad que se inserta en el calendario en el ecuador del mes de julio, una época de vacaciones escolares y de mayor descanso para muchas personas. Que María nos acompañe en estas fechas como en todo el año. Que la tengamos siempre tan cerca de nuestro corazón como el escapulario que nos recuerda su presencia en nuestra vida.

+Jaume Pujol
Arzobispo de Tarragona
Volver arriba