Qué es la fe

En esta fiesta de la Epifanía, en la que tenemos tan presente la evangelización de todo el mundo, os propongo que reflexionemos sobre algo tan central en la vida cristiana como es la fe. Aunque arrancó en 2012, prácticamente todo 2013 está convocado por Benedicto XVI a ser el "Año de la Fe".

Pero, ¿qué es la fe? Se ha dado a veces una respuesta poco adecuada: creer en lo que no se ve. Es mejor otra: creer por la palabra de otro. Porque hay una fe humana que nos hace creer en un médico cuando nos dice que tenemos que operarnos; o en un piloto que nos dice que volamos a una altura de 10.000 metros; o a una persona que nos dice cual es su país de origen, sin que comprobemos personalmente estos datos. Y hay, sobre todo, una fe en Dios, que también habla a la humanidad, a cada uno de nosotros, con palabras inaudibles, en nuestra conciencia, en nuestro corazón. Es el Dios "no de los filósofos, no de los pensadores, el Dios de Jesucristo", como decía Pascal. En efecto, a través de la encarnación de su Hijo, nos ha revelado su misma esencia: Dios es amor y quiere lo mejor para nosotros.

La fe es un don gratuito, pero en la libertad de cada persona está aceptarlo o rechazarlo, lo mismo que cuando recibimos un regalo: podemos no quererlo, o recogerlo y meterlo en un armario o en un desván, o ponerlo, en cambio, en un lugar central de nuestra casa y de nuestra vida.

Estas ideas las expuse ya en la Carta Pastoral del mes de octubre pasado, pero me parece oportuno volver a reflexionar sobre ellas. No son conceptos teóricos y la prueba es cómo influye la fe, para bien, en la vida de innumerables personas. Algunas, como los mártires que a finales de año serán canonizadas, son pruebas irrefutables de cómo por la fe llegaron a dar sus vidas.

El Año de la Fe debe servirnos -decía también en la Pastoral- para intensificar el testimonio de la caridad. El apóstol Santiago nos dejó una carta que nos interpela así: "¿De qué servirá, hermanos míos, si alguien nos dice que tiene fe, si no lo demuestra con obras?". El apóstol imagina que alguien que no tiene vestidos ni comida acude a nosotros y le despachamos diciendo: "Vete en paz, abrígate y aliméntate".

No podemos sacarnos los problemas de encima de este modo, como si por ser ajenos no existieran. Es más: no son ajenos para un cristiano, sino que debemos sentirlos como propios. Y nos puede ayudar aquella afirmación de Jesucristo de que cualquier obra de misericordia que hagamos a un necesitado es como si a él mismo se la hiciéramos.

Deseo para este año que los sacerdotes prediquen sobre el Credo, que todos los fieles leamos la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica, donde se explican las verdades de fe y las propuestas morales de la Iglesia, sabiendo que la fe, si bien es un acto personal, no es un acto solitario. La vivimos en comunidad de discípulos de Cristo, que esto es la Iglesia.
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