Los valores fundadores de Europa

“Es importante que Europa no permita que su modelo de civilización se deshaga palmo a palmo”. Esta expresión, franca y dura, la pronunció el Papa Benedicto XVI el 19 de octubre de 2009, al recibir las cartas credenciales del señor Ives Gazzo, nuevo jefe de la delegación de la Comisión de las Comunidades Europeas ante la Santa Sede. Todo el discurso del Papa, en esta ocasión, estuvo caracterizado por una especial franqueza. Merece por ello ser recordado, porque refleja un problema para nuestro continente que viene de lejos y que dista mucho de estar resuelto de forma positiva. El embajador, en sus palabras ante el Papa, definió la Unión Europea como “una zona de paz y de estabilidad que reúne a veintisiete estados con los mismos valores fundamentales”.

“Se trata de una acertada presentación”, dijo Benedicto XVI en su discurso de respuesta. Pero acto seguido hizo esta matización, que es muy expresiva de la manera de pensar del Papa teólogo: “No obstante –subrayó el pontífice-, es justo observar que la Unión Europea no se ha dotado de estos valores que llevaron a su creación y fueron la fuerza de gravedad que atrajo hacia el núcleo de los países fundadores a las distintas naciones que posteriormente se adhirieron a ella a lo largo del tiempo.”

Añadió el Papa que esos valores son fruto de una “larga y sinuosa” historia y que nadie puede negar que el cristianismo ha desempeñado un papel destacado en su configuración. ¿De qué valores se trata? El Papa indicó los siguientes: la igual dignidad de todos los seres humanos, la libertad del acto de fe como raíz de todas las demás libertades cívicas, la paz como elemento decisivo del bien común, el progreso humano –intelectual, social y económico- como vocación divina y el sentido de la historia que de ello deriva son otros tantos elementos centrales de la Revelación cristiana que siguen modelando la civilización europea.

En suma, Benedicto XVI subrayó que Europa nació de una “visión antropológica determinada” y que existe actualmente un verdadero peligro de disolución de esa visión del hombre y de esos valores. Se refirió también a la “tradición humanista” de nuestro continente y a la “visión trascendente de la persona humana, que constituye el tesoro más valioso de la herencia europea”.

Aludiendo a las diversas reacciones que se han dado en las instituciones europeas cuando se ha planteado la cuestión del reconocimiento de las raíces cristianas de Europa, Benedicto XVI quiso salir al paso de un cierto malentendido: “Cuando la Iglesia recuerda las raíces cristianas de Europa –subrayó ante el embajador- no busca un estatuto privilegiado para sí misma; quiere hacer memoria histórica recordando ante todo una verdad –que cada vez se silencia más-, que es: la inspiración decididamente cristiana de los padres fundadores de la Unión Europea.” La referencia a Schumann, Monnet, Adenauer i De Gasperi, entre otros, resultaba diáfana.

El Papa alemán se felicitó por las actuales “excelentes relaciones” que mantienen las Comunidades Europeas y la Santa Sede y reafirmó una vez más su europeísmo al manifestar que la Iglesia católica desea “acompañar” la construcción de la Unión Europea.

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona.
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