Dandi de Dios y sombra de Wojtyla

Durante 22 años fue la sombra y, a veces, hasta la voz y la cara del pontificado del Papa Wojtyla. Tanto que, junto a su secretario particular, el ahora cardenal Dziwisz, son los auténticos custodios de la memoria de Juan Pablo II. Estrechamente vinculado al papado anterior y a punto de cumplir los 70 años, era lógico que el español Joaquín Navarro-Valls pidiese (y se le concediese) la renuncia al cargo.
Pero durante más de dos décadas fue el laico con más poder de la Iglesia. Hasta los cardenales de la Curia se le cuadraban. Y fue también quizás el español, junto al cardenal Merry del Val, que más cerca estuvo del sancta sanctorum del poder vaticano.

Durante todo este tiempo fue el complemento perfecto del Papa más mediático de la Historia. Juan Pablo II, consciente de que la Iglesia tenía que ganarse un hueco en la sociedad de la información para hacerse visible y presente en la aldea global, le llamó a su servicio y sólo le dio una orden: «Tenemos que estar en las portadas de los periódicos al menos una vez por semana». El resto lo hizo Navarro Valls.

Médico psiquiatra, aunque nunca ejerció, y periodista nacido en Cartagena en 1936, sus tablas periodísticas, y gran charme, su capacidad de seducción y su exquisito saber estar le han granjeado numerosas amistades en la Curia. Y otros tantos enemigos. Los que le conocen bien dicen que es «una especie de Paul Newman a lo divino, que camela en la distancia corta». Culto, refinado, conversador y conocedor de varios idiomas, le chiflan los pañuelos de seda, el tenis y la música clásica.

Con su salida de escena, Ratzinger visualiza la orientación que quiere dar a su pontificado. Un pontificado hacia adentro. Del espectáculo a la intimidad. Y un pontificado que quiere equilibrar las palancas del poder en la Iglesia. Las congregaciones religiosas recuperan su sitio en la Curia y el jesuita Lombardi dirigirá todo el aparato mediático. El Opus Dei ha dejado de suplantar a los jesuitas en el corazón del Papa.
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