Kiko "pintará" la boda

JOSE MANUEL VIDAL.- Un regalo sorpresa en forma de iconos para Felipe de Borbón

Kiko

y Letizia Ortiz. Kiko Argüello, fundador del llamado Camino Neocatecumenal, va a pintar el ábside de la catedral de La Almudena. Con sus Cristos bizantinos estilizados de mirada inquisitorial y sus ángeles de alas doradas. De esta forma simbólica, los kikos, sus seguidores, hacen suya la catedral de Madrid. La Almudena presenta ya un ramillete de insignes padrinos. Desde la reina Mercedes, que la quiso como tumba, hasta el Marqués de Cubas, que la comenzó a edificar, pasando por Fernando Chueca, el arquitecto que la concluyó.

La catedral de Juan Pablo II, que la inauguró el 15 de junio de 1993; del cardenal Suquía, que le dio el empujón definitivo; del cardenal Rouco, que la concluyó, y de Don Felipe y Letizia, que la van a inaugurar como templo de bodas, también será a partir de ahora la de Kiko Argüello, el profeta laico español al que siguen más de un millón de católicos repartidos por todo el mundo.

En medio de un gran secreto que CRONICA puede desvelar hoy, los andamios están ya colocados y los obreros estucan las paredes a toda prisa. Kiko ha garantizado que la pintura estará terminada antes de la boda. Dentro de unos días, el fundador del Camino en persona se enfundará su mono de pintor, se subirá al andamio y, con sus ayudantes, comenzará a pintar una nueva «corona mistérica».Porque así es como llama a la obra que va a realizar en el ábside catedralicio. Se trata de los momentos más importantes de la vida de Cristo. En el centro, el Pantocrator o segunda venida de Cristo, que sostiene en su mano derecha las Sagradas Escrituras.A los lados, la crucifixión, la resurrección, pentecostés, la entrada triunfal en Jerusalén o la dormición de María. Todo sobre fondo dorado y siguiendo siempre el modelo de los iconos clásicos.«Un pintor no puede inventarse nunca un icono nuevo y tiene que respetar los esquemas de los iconos orientales originales», dice el religioso.

Y Kiko sabe mucho de esto. Antes de caer fulminado por un encuentro místico, que le condujo a las chabolas de Palomeras, Argüello era un pintor bohemio y descreído que llegó a ganar el Premio Nacional de Pintura con tan sólo 22 años. Antes de su conversión pintaba desnudos nihilistas y su ídolo era Sartre. Después, sólo iconos y ángeles. Y aunque sus obligaciones de predicador itinerante le obligaron a dejar los pinceles, se sigue considerando pintor.O mejor, artista polifacético. Porque igual pinta que esculpe o compone canciones. Gran parte de los himnos que cantan sus seguidores los compuso él. Temas suyos como el Resucitó se cantan en todas las iglesias del mundo.

No es la primera vez que Kiko pinta una corona mistérica. Ya lo hizo en una parroquia de su movimiento en Jerusalén, en su Domus Galilae de Palestina y en la parroquia de Santa Catalina Labouré de Madrid, recientemente inaugurada por Rouco Varela, protector del Camino Neocatecumenal, amigo y admirador de los iconos de Kiko.

El cardenal de Madrid, asesorado por la junta técnica de obras de la catedral, llevaba casi dos años barajando distintas posibilidades para el ábside de la Almudena. La elección hace felices a los seguidores de Kiko, que quedará así inmortalizado en el ábside de la catedral más importante del país.

¿A cambio de qué? Kiko no busca dinero por sus pinturas. Busca algo más: la gloria y el honor por los siglos. En círculos del arzobispado madrileño se rumorea, sin embargo, que si el cardenal Rouco Varela queda plenamente satisfecho con las pinturas de Kiko, podría concederle una gratificación especial en forma de varias parroquias madrileñas más para sus comunidades catecumenales.

El tándem Rouco-Kiko sigue funcionado a las mil maravillas. El primero le ofrece implantación en su archidiócesis y una caja de resonancia mundial para sus pinturas y sus ideas estéticas en la catedral y en la boda del siglo. Kiko y sus seguidores le devuelven el favor con creces. Son cuantiosos los donativos que llegan al arzobispado procedentes de los kikos. Pero, además de dinero, el Camino le ofrece al cardenal un vivero inagotable de vocaciones sacerdotales y religiosas, así como un lobby bien engrasado de cara al cónclave en el que se elegirá al sucesor del Papa Wojtyla. Y todo ello, por descontado, ad maiorem Dei gloriam.

Kiko ya tiene su catedral.
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