De cómo el alma entra en el cuerpo

¿Por qué aquello que ha tenido validez durante siglos no lo retoma la Iglesia y lo admite como supuesto válido en determinados casos de aborto? ¡No, desde luego! Y todo porque, al menos desde el primer cuarto del siglo XIX, el nuevo "pensamiento científico" imperante es que "en el momento de la concepción el germen tiene un alma racional". Así de simple, así de histórico y así de científico. Y así de aberrante.
Insistimos todavía más en los datos. Ni el Antiguo Testamento, ni el Nuevo, ni "pensadores" como Agustín o Tomás de Aquino dijeron que el aborto precoz fuera un homicidio. Este último se basaba en el hecho de que el feto abortado "no parece humano". El Concilio de Vienne (1312) mantuvo la misma idea. Otros Concilios como el de Elvira, Ancira o Lérida, o papas como Sixto V o Gregorio XIV, que se ocuparon de tal cuestión, tampoco hacen alusión al aborto prematuro.
El asunto radicaba en concepciones fisiológicas equivocadas: de cuándo el feto está animado o no --animado, en el doble sentido de tener vida y de tener alma--, cuando ya la misma medicina distinguía entre óvulo, embrión, feto y ser humano. La primera redacción del Derecho Canónico no habla de tiempos, pero da por sentada la opinión de Hipócrates de treinta días para el feto animado, aunque admitiendo otras opiniones de 3 ó 4 meses.
Inocencio III habla de homicidio cuando ya hay animal racional vivificado. Pero sobreviene el encontronazo histórico: cuando la fisiología demostró que el feto tiene "vida" desde el primer momento, la Iglesia se apuntó al carro de la "animación". Entonces comenzó la oposición frontal a la ciencia, a la ética, a la sociología, a su propia regulación anterior, a la ciencia actual --células embrionarias-- (1) y, sobre todo, al drama de tantas mujeres con embarazos nunca deseados ni fruto del amor. Dios creador contraventor de su propia creación por boca de sus criaturas; Dios eterno sujeto a los avatares históricos; Dios omnisciente, dependiendo del saber de sus ungidos... De nuevo ¿de qué Dios hablamos? Éste ya debe ser un "dios-con-calzador".
Con la misma lógica les llevamos al absurdo: dicen que "esa" célula o grupo de células --todavía una parte minimicroscópica del cuerpo de la madre--, tiene alma y por tanto es una vida, ¡es un ser humano!. ¿Cuántas células humanas hay en un pelo que se cae? ¿Cuántas en la gota de sangre que brota de una pequeña herida? ¿Y la cantidad de células humanas que caen al inodoro, no deberían tener un destino más noble?
¿Y el corazón que va a ser trasplantado, no contiene todavía más vida y sin embargo pasa a otro ser humano? ¿Cómo hacer teología sobre eso? ¡Definan, señores jerarcas crédulos, dónde comienza el verdadero hombre "reconocible", independiente de la madre, autónomo, aunque todavía sustentado por una placenta y no sean "creadores" de culpabilidad y sustentadores de absurdos!
(1) (Para quien no esté al tanto de este asunto, los científicos se refieren a células embrionarias que provienen de fertilizaciones múltiples "in vitro" de las cuales sólo un embrión es implantado en el útero; el resto son ¡lógicamente! embriones "inservibles" para un embarazo. ¡Para la Iglesia son seres humanos! Es uno de los ejemplos más claros de cómo la realidad se tiene que acomodar a las teorías y no al revés.) Norberto Alonso.