El nihil obstat de Juan Alfaro a la obra de Sobrino

La «Notificatio» de la Doctrina de la Fe sobre los errores del teólogo jesuita Jon Sobrino ha dejado algunos interrogantes latentes. Por ejemplo, ¿cómo es posible que el arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle -incardinado en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (Opus Dei)-, anunciara taxativamente tres días antes de la publicación de la nota vaticana que Sobrino iba a ser sancionado con la prohibición de docencia y publicaciones?

Como es sabido, tal castigo no se produjo y de esa contradicción puede conjeturarse que los obispos del área esperaban la separación de Sobrino de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y el consiguiente cierre de algunas de sus ofertas educativas. Pero la Santa Sede no ha ido por ese camino y, dadas las manifestaciones previas de Lacalle, ha ofrecido al mundo una declaración más justa acerca de Sobrino, aunque no exenta de cierta antipatía.

Otra cuestión que queda pendiente consiste en el hecho de que Sobrino haya indicado -en su carta al general Kolvenbach- que sus libros cuestionados por el Vaticano fueron examinados en su día por varios teólogos: Faus, Vives y Alegre (San Cugat); Palacio (Bello Horizonte); Gesteira (Comillas); Vitoria (Deusto); Maier (de la revista «Stimmen der Zeit»). Se podría argumentar que todos ellos son de la cuerda sobriniana. Vale.

Pero a esa lista de examinadores se añade el nombre de Juan Alfaro, que fue uno de los grandes teólogos de la Universidad Gregoriana y, para más inri, miembro de la Comisión Teológica Internacional, el selecto grupo de 30 teólogos elegidos periódicamente por el Papa para que asesoren a la Doctrina de la Fe.

Javier Morán (La Nueva España)
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