La piedra tumbal del Concilio Vaticano II

No faltó un nuevo "no" a la comunión eucarística con los protestantes. El Papa no quiere confusiones, la Eucaristía "es también comunión con la Iglesia". Con la verdadera, como el entonces cardenal Ratzinger recordó en el año 2000, durante el Jubileo, en una carta aprobada por Juan Pablo II que se llamó "Dominus Jesus", modelo de renovada intransigencia.
Lo novedoso del documento conocido ayer es que el Papa ha afrontado "di petto" la contrarreforma de la misa católica. Se sabe que el Papa es un nostálgico de la misa en latín y la liturgia preconciliar. Esta semana, el semanario Familia Cristiana publica un libro de Benedicto XVI sobre Juan Pablo II. Cuenta que se opuso a que el célebre Bob Dylan cantara en Bolonia en 1997 ante el Papa. Juan Pablo II no le hizo caso. El actual Pontífice rechaza "a esos profetas". Detesta el rock y lo considera demoníaco.
La contrarreforma de la misa es clara. Los fieles deben aprender a rezar en latín, es decir abandonar progresivamente las lenguas nacionales. Los sacerdotes deben prepararse "a comprender y celebrar la misa en latín" usando los textos latinos. Y todos deben cantar los cantos gregorianos y reimplantar la música sacra. La misa reformada con los idiomas y los cantos nacionales deberán convivir, por ahora, con el latín y los cantos gregorianos.
Muchos creen que detrás de la restauración de la misa en latín y los ritos tridentinos vendrá pronto el anuncio del arreglo con los cismáticos de extrema derecha expulsados de la Iglesia con su líder, el arzobispo Marcel Lefevbre. Benedicto XVI no ve la hora de absorber a los ultramontanos, al precio de un salto hacia atrás de la Iglesia, conservador, que puede provocar el alejamiento de muchos jóvenes.
Juan XXIII, el Papa que convocó al Concilio para reconciliar a la Iglesia con el mundo contemporáneo, dijo que lo que quería era "abrir la ventana de la Iglesia para hacer entrar el aire fresco del mundo". La ventana del Concilio ha sido ahora entrecerrada.