"Nos vemos obligados a echar mano del ritual católico"

Las distintas religiones han creado un repertorio de rituales, palabras, actos y gestos para expresar el duelo. Discutimos el papel que ocupan los símbolos religiosos en la vida pública, pues tememos con fundamento histórico el ansia de poder de la Iglesia católica española, pero en el momento de la catástrofe, cuando queremos celebrar las exequias, despedir a los muertos, nos vemos obligados a echar mano de algún lenguaje religioso, y lo que tenemos ahí a mano y listo es el ritual católico.

No es un debate sencillo el lugar de la religión en la vida pública y mientras tanto, mientras la vida sigue y las personas nos morimos, quienes se tengan por cristianos o quienes por judeocristianos, aunque no tengan ya confesión, pueden participar aún del ritual religioso tradicional. Pero es natural que en el ritual público se fundan los elementos de la tradición católica con las nuevas religiones que llegan y las nuevas sensibilidades que van apareciendo, para que no sea un ritual particular y sea efectivamente comunitario.

Tan humana es la piedad de las familias que despiden a los suyos en privado como la de aquellas que desean un funeral multitudinario con cardenal y en catedral, pero junto a ello parece deseable un ceremonial público por todas las víctimas. Lo que llaman "funerales de Estado" es darle forma institucional a un rito comunitario, pues las comunidades necesitan darle forma a la consternación por los golpes, y en la celebración comunitaria es donde muchas personas encuentran un orden y un sentido a una desgracia.

Al establecer la muerte como medida de la vida y dar así valor a la vida, establecemos la base para una moral, la que tenemos. De ahí se deriva que quien cause daño o mate deba sentir turbación y vergüenza, y de ahí derivamos también que los comportamientos en sociedad de los dueños de los recursos económicos, de las empresas, deban actuar dentro de unos límites en que no perjudiquen ni pongan en peligro la vida de los ciudadanos. Política y economía deben atenerse a límites morales; cuando entramos en una crisis que amenaza recortes sociales y optimización de beneficios a través de la precarización del trabajo y el recorte de calidad de mercancías y servicios, debemos recordarlo. Porque las personas compartimos sustancia con el caballo y la yerba, y nuestra vida tiene un final, pero no somos mercancías con fecha de caducidad estampada.


Suso de Toro (El País).
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