Como la Hemorroísa
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Como la Hemorroísa
La Hemorroisa
“Con tal de que toque con mi mano la orla de su vestido, sanaré” – así decía la hemorroisa cuando se encontraba Jesús cerca de ella. Con mucha fe consiguió agarrar con su mano el manto del Señor, y se curó. ¡La fe! Si ya lo dijo nuestro Salvador: “Cualquier cosa que pidáis en mi nombre os lo concederé”.
¡Tocar a Jesús! Si nos diéramos cuenta en el rito de la administración de la Eucaristía, cuánta emoción y reverencia causaba a los diáconos el contacto de Cristo con las propias manos… El de Asís, diácono, ardía en un fervor tal que le penetraba hasta la médula de sus huesos, cuando se acercaba a la Eucaristía. Juzgaba como desprecio no oír cada día al menos una Misa. Comulgaba con gran emoción, e inmolaba en su alma el fuego divino que ardía dentro de sí mismo. El enfermo ha de acercarse a la Eucaristía con emoción, con gran fe, con veneración, esperándolo todo de Él. También la salud. Yo sané de mi gravísima enfermedad; alguien muy cercano oró por mí con esa fe que Jesucristo exigía para el milagro. Y aquí estoy.
“Oye, San Lorenzo, espera, porque las manos de éste tocan al Verbo de la Vida y poseen algo que está por encima de lo humano” Así diría San Francisco de Asís al mismísimo diácono san Lorenzo, si se tropezara a la vez con un sacerdote. Y es que el sacerdote trae sobre el altar al mismo Cuerpo de Cristo. Sus manos, después, lo sostienen y distribuyen para alimento de los fieles. ¡Tocar a Jesús! Sostener el divino alimento. Francisco de Asís quiso a veces enviar por el mundo hermanos que llevasen copones preciosos para que reservaran al Amor de los amores en el lugar más escogido. Quería que se tuviera en mucha veneración las manos del sacerdote, porque consagran y sostienen el Cuerpo de Cristo.
Hemos de fomentar esta emoción eucarística nosotros que comulgamos y que incluso nos está permitido tomar en nuestras manos el Cuerpo de Jesús, y llevarlo a veces a los enfermos. Y quien lo lleva al paciente también ha de pedir con fe la salud de éste si le conviene. Conozco cristianos muy fervorosos que, por humildad, se resisten a este contacto de Cristo con su propia mano, y solo lo harían por obediencia o necesidad. ¡Señor yo no soy digno! Pero de todas las maneras, abraza a Jesús en tu corazón con mucha fe. Él es salud de los enfermos; a muchos curó en Palestina. A muchos sigue curando también ahora.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/
Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2