La virtud más lógica, por lo que a mí al menos respecta, debiera ser la humildad. ¿Qué he hecho en mi vida? Perder el tiempo en cosas de mi gusto. Emplearlo mediocremente cuando de ayudar se trataba.
En los sucesivo debo aprovechar mejor el tiempo; ir eliminando poco a poco cosas meramente distractivas; dejar más tiempo a lo que ha de ser oración y servicio a los demás. Cuando uno se ha dormido, se levanta rápido y marcha con celeridad a su trabajo. ¡Cómo tengo que correr en lo sucesivo! Mis días están contados. He de aprovechar el tiempo para el servicio de Dios en mis prójimos. Con paz y sosiego, pero sin pausa.
Tomar gusto a las cosas espirituales. Lo mismo que el estudio al comienzo me resultaba duro, luego fue una afición, así debe ser lo relativo a Dios: cada vez más una verdadera gozada.
Estos días estoy pensando mucho en la humildad. ¿Te fijas cuánto nos cuesta recibir humillaciones? Es de miedo. Y sin embargo, podemos darnos cuenta de lo beneficiosas que son. Cuando el alma se ve como triturada por el dolor o la humillación, allí está con ella Dios; más cerca que nunca. Porque Jesús fue humillado hasta el extremo, y así consiguió para nosotros la salvación. ¡Algo tendrá la humillación! Leo mucho la vida de los santos. Y voy comprobando día a día que el "aniquilamiento" propio es como una condición indispensable para la gloria de Dios. Lo que llamamos éxito humano vale muy poco. Lo que de verdad resulta duradero es el apostolado practicado por quienes viven como enterrados con Cristo en Dios. Ya sé que esto resulta fácil decirlo y difícil practicarlo; pero al menos si lo deseamos, nos podemos acercar un poco más al ideal.
José María Lorenzo Amelibia
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