Obispos, sed santos como...

José Torras i Bages (Siervo de Dios)
* Les Cabanyes (Barcelona) 1846 + Vic, 7,2, 1916


Está introducida su causa de canonización. Ya en sus tiempos de estudiante decían de él que era prudente, humilde, religioso, sin afectación en el vestir. Rezaba a diario las tres partes del Rosario del que siempre fue propagador. En 1865 comenzó la carrera de Derecho y se doctoró en civil y canónico.

El dolor también se ocupó de él desde su juventud con fuertes dolores reumáticos; asimismo padeció de miopía magna y cierta tendencia a la melancolía. Hablando de esto decía: “Soy tan enemigo de esta pasión porque es una de las que más me han embestido. Cuando era muy joven padecí fuertemente de melancolía, y atribuyo a la devoción a la Virgen María el haber triunfado, al menos el haber mitigado mucho aquella pasión inconvenientísima”. Se ayudó en vencer esta inclinación participando en grupos participando en grupos de reflexión. Llegó a presidir alguna de aquellas academias.

Siendo ya abogado sintió la llamada de Dios para el sacerdocio. En 1892 escribía en unos Ejercicios Espirituales: “El ser eclesiástico lo debo al Señor. Como a empellones me habéis dirigido por este camino, y después lo habéis cortado para que no pudiera volver atrás”. Sentía predilección por la doctrina de santo Tomás. En 1872 recibió el orden sacerdotal. Un año más tarde escribía así: “Por fin he hecho lo que tenía ganas de hacer... he dejado nuestra amada España para venirme a esta tierra de Francia, desde donde amor todavía más a nuestro país”.

De vuelta a Barcelona se propuso dejar resonar al Verbo de Dios dentro de su corazón; todo su esfuerzo de vida interior iba encaminado a experimentar el eco de la voz del Verbo en todas las direcciones. Fueron cargos sencillos los que desempeñó en esta época de su vida: capellán, confesor de seminaristas y religiosas. Practicaba mucho la meditación y lectura espiritual y de ahí sacaba fuerza para exponer por escrito todo cuanto sirviera para propagar y defender la fe. Escribió muchísimos libros y folletos.

Fundó la liga de la Madre de Dios de Montserrat para pedir a Dios por medio de la Virgen María la reconstrucción espiritual y temporal del pueblo catalán. Por fin en 1899 fue nombrado obispo de Vic. Se propuso entonces enriquecerse espiritualmente más a fin de poder calar hondo en sus diocesanos. Se repetía a menudo esta frase de San Pablo: “Somos embajadores de Cristo”. Escribió muchas pastorales: unas a todas las diócesis, otras, a un pueblo o parroquia, otras a los sacerdotes. Eran escritos con gran altura de miras y que siempre cautivaban el interés de los lectores.

Renovó la catequesis, visitó sin descanso a sus sacerdotes y al seminario. No olvidó a los religiosos; supo acercarse siempre a ellos. Su muerte fue ejemplar. Manifestaba repetidas veces su hambre y sed de Cristo, sus deseos de permanecer siempre con Jesús. La memoria de este hombre santo sigue perdurando después de tantos años; no solo por su inteligencia, sino sobre todo por su corazón sensible. Resume un poco su manera de ser esto que decía de sí mismo: “La Providencia hizo que yo naciera de linaje de campesinos, y que las tradiciones, los sentimientos, las costumbres de las casas de campo tuvieran una gran influencia en la formación de mi carácter”. Torras i Bages fue un hombre sencillo, bueno y con una exquisita sensibilidad que supieron apreciar los sacerdotes y sus fieles.

José María Lorenzo
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