Cada vez se da más importancia a la risa como remedio de curación. Lo han afirmado en esta época todos los psicólogos; además tiene que ser así. Nos lo confirma la experiencia. Quien se deprime, cuando le llegan los males, está en peores condiciones que otros, que afrontan la enfermedad con ánimo y cierto humor.
Cuando a Miriam Suárez, la autora de "MI lucha por la vida", le preguntaron: "¿Cómo puede mantener el buen humor ante el cáncer?", ella respondió: "Yo creo que la risa me cura más que la quimioterapia. El sentido del humor ha sido clave en mi enfermedad, y lo sigue siendo. Siempre he estado rodeada de bromas, y esto ayuda mucho".
Yo estoy convencido de ello, pero la cuestión es cómo afrontar con sentido de humor los problemas personales. La familia puede ayudar mucho, no dramatizando las cosas. Es preciso buscar el lado risueño de la existencia. Un amor grande y alegre al enfermo predispone para el buen humor. Pero más eficaz en este sentido es la autoformación. A mí se me grabó profundamente aquella frase que nos decían antaño: "Un santo triste es un triste santo"; desde entonces he procurado mirar con cariño los distintos aspectos de la vida; esto puede inducir al buen humor. Dentro de estos criterios "humoristas", podemos meter también como componente espiritual al dolor, convencidos de que sin dolor no hay refrendo de amor; sin dolor no hay vida. Y el carácter bueno es fruto de saber sufrir las contrariedades con alegría. Propio de almas selectas es libar el néctar del dolor y convertirlo en la miel dulce que alegra los corazones. Dicho así, parece una frase literaria, pero su meollo es realidad pura.
La fe es el medio más fecundo en este proceso de alegría; ahí se encuentra el secreto. En este contexto de espiritualidad sana todo invita a la alegría serena, a la esperanza cierta. No olvidemos la comparación ideada por el mismo Jesús: para que el grano de trigo se convierta en espiga, se revista de verde, se llene más tarde de fruto abundante, es preciso que permanezca oculto durante semanas; como muerto. Gracias a todo este proceso lento, tendremos más tarde harina y pan, y el mismo cuerpo de Cristo en la Eucaristía.
Una vez que hemos convertido en sustancia propia toda esta doctrina religiosa, una vez que hemos vivido con plenitud de fe la Eucaristía, no podemos dejarnos llevar de la tristeza. Y del corazón alegre, brota con facilidad la risa, remedio eficaz contra todos los males, que por sí misma no los cura, pero ayuda a darles solución.
José María Lorenzo Amelibia
Te recomiendo mi página web http://personales.jet.es/mistica