(Esta carta a Su Santidad, fue escrita hace seis años por un sacerdote quien, por razones que se entenderán por la carta, quiso quedarse en el anonimato. Ahora se ha jubilado y se siente libre para expresar sus ideas. La carta se publicó originalmente en el "National Catholic Reporter".)
QUERIDO SANTO PADRE, Antes de que yo muera, quiero decirle algo que me ha molestado ya durante los treinta y nueve años de mi sacerdocio. En todo este tiempo he sido presbítero en una parroquia, salvo por unos años durante los cuales servía como capellán para las Fuerzas Aéreas. Me gusta ser un padre de parroquia, sirviendo a Dios y a su pueblo mediante mi trabajo. Sin embargo, la regla del celibato me da más y más empacho conforme pasan los años. Ahora tengo sesenta y cuatro años y antes de morirme quise decirle lo que yo pienso. Dios dijo: "No es bueno que el hombre esté solo". Creo que la parroquia debe permitir que los sacerdotes se casen si el sacerdote quiere el matrimonio. Soy un buen padre, pero habría sido mejor si hubiera tenido una esposa. Conforme avanzo en edad, más reconozco la necesidad de una compañera. Amaría su cuerpo también, porque es la razón por la que Dios creó a los hombres y a las mujeres como son. No siento que fue un error de Dios, ni que degrade el espíritu de la persona.
No creo que un hombre le puede decir a otros que no deben entrar al estado matrimonial. Es mi opinión —y no soy un gran teólogo— que la autoridad de la Iglesia en asuntos espirituales no puede incluir esta prohibición. Esta regla perjudica severamente a la Iglesia hoy en día. UD. no comenzó esta tradición, pero Vd. solo es el responsable de que esta situación siga ahora. Siempre respetaré a los que opten por el celibato, pero como dice San Pablo, "no es para todos".
No me considero célibe porque nunca escogí esta vida libremente. He oído a directores de retiros decir que el hombre escoge el celibato y luego el sacerdocio. Esto no es cierto. La mayoría decide entrar en la vida sacerdotal, y luego alguien dice que, si uno decide hacer el trabajo de Dios, tiene que ser célibe, y así comienza a sufrir esta imposición en su vida. Las excepciones son los grandes, quienes como San Pablo optaron por el celibato como un voto hacia Dios.
No encuentro ni una palabra en las Sagradas Escrituras que justifique el celibato obligatorio y existen muchas razones por las cuales se debe justificar el matrimonio. Los sacerdotes y los obispos se casaron durante los primeros mil años de vida de la Iglesia y luego algún Papa inventó esta regla, la cual, creo, es injusta.
Cuando yo servía como capellán en la Fuerza Aérea, normalmente vivía en las residencias del batallón. Cuando iba a mi casa en la noche, veía todas las otras casas y decía: "Todo el mundo tiene a alguien, salvo yo". Yo llegaba a una casa vacía para preparar mi cena, lavar la ropa y hacer los quehaceres. Tengo un bonito lugar donde vivir ahora, pero en la noche, después de haber terminado mis labores, lo veo vacío y me siento mal.
Seguiré siendo un sacerdote dedicado a su parroquia mientras Dios permita que yo haga este trabajo. Y seguiré tratando de vivir este pseudo - celibato. Pero la verdad es que creo que alguien tendrá que verse con Dios por ser el hombre responsable para que yo y tantos más, vivamos esta tortura innecesaria. Se ha dejado de permitir que los sacerdotes se retiren oficialmente de sus deberes. Santo Padre, porque Ud. sabe que muchísimos lo harían si existiera la posibilidad. No es tanto que deseen dejar el sacerdocio, sino que no quieren seguir con el celibato.
Recuerdo a un viejo sacerdote, un excelente padre, un amigo mío. Tenía entonces más de sesenta años y padecía de problemas cardíacos. Me dijo. "No soporté estar solo más". Él dejó el ejercicio del sacerdocio, se casó por fin, con el consentimiento de la Iglesia... Le amo a Ud. Creo que Ud. es el Papa más renombrado de la Historia reciente. Ud. ha hecho mucho, tantas obras buenas. Si Ud. pudiera cambiar la regla, pienso que la gente lo aceptaría porque los católicos en el mundo le respetan y le aman tanto. Si Ud. espera hasta que algún futuro Papa cambie la regla, y tendrá que cambiarse en algún momento, no va a ser tan fácilmente aceptado el cambio.
Si yo fuera Papa, lo cual no creo que sea una probabilidad, simplemente anunciaría que la regla del celibato ya ha terminado. Sé que habría algunos escándalos, como sacerdotes que se divorcian por la ley civil, pero no podría ser peor que lo de ahora: que ocurren ahora, sacerdotes que dejan el ejercicio del sacerdocio para casarse, sacerdotes que no pueden vivir sus votos fielmente...
Solo quisiera hacer un único comentario más. No sé qué haría si Ud. permitiera que los hombres casados se ordenaran, pero no permitiera que los ya ordenados optaran por el matrimonio. Somos muchos quienes hemos sufrido todas nuestras carreras profesionales con el peso de esta regla y nos sentiríamos traicionados y menospreciados si esto fuera a ocurrir.
Nunca he hablado de este tema con otro sacerdote. Sólo Ud. sabe cómo me siento, aunque he enviado una copia de esta carta a mi Arzobispo.
Espero que Ud. no tome esta carta como un ataque personal, porque tengo mucho respeto para Ud. Pero no es honesto de mi parte que no le manifieste mi forma de pensar y las emociones que estoy seguro muchos de mis colegas comparten. No comprendo cómo este pseudo - celibato va a "purificar el sacerdocio". No podría morir feliz si no le hubiera escrito esta carta. Siento una obligación moral de escribirla.
El celibato como experiencia de vida agosto 1995 CHRISTUS 1
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José María Lorenzo Amelibia
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