Apóstol de Alemania
* Kirton (Inglaterra) + Dokkun (Alemania) Memoria, 5 de junio
El gran obispo misionero
Determinó más tarde ir a Roma, para echarse a los pies del Papa y pedirle le señalase su misión. Declaró al Papa el deseo que tenia de dedicarse enteramente á la conversión de los infieles; aprobósele mucho Su Santidad, y, dándole todas las facultades y poderes necesarios para su misión, escribió á todos los príncipes que podían favorecer y contribuir á las empresas de su apostólico celo.
Entró en Alemania por la Lombardía, se encaminó de¬rechamente á Turingia, después á Frisia y al país de Hesse, consi¬guiendo en poco tiempo ver á todos estos países convertidos á la fe.
Resonaba por todas partes la fama de tantas maravillas, y, llegan¬do á los oídos del Papa, quiso tener el consuelo de ver otra vez al nuevo apóstol. Obedeció, y partió á Roma después de haber dado providencia en las necesidades espirituales de aquella nueva cris¬tiandad , y el mismo Papa le consagró por obispo el día de San Andrés de 723, mudándole el nombre de Winfrido en el de Bonifacio.
Hizo otro viaje á Turingia, donde en poco tiempo volvió á despertar en todos el espí¬ritu de verdadera virtud; y dejando en ella celosos predicadores, fue á llevar la luz de la fe al ducado de Baviera. Desterró de él á un pernicioso ministro del demonio, llamado Eremwulfo, que, mezclando mil supersticiones gentilicas con algunos ritos y ceremonias cris¬tianas, inficionaba el país llenándole de groserísimos errores.
Por asuntos de las iglesias se vio precisado á volver tercera vez á Roma en el año de 738, y fue recibido del papa Gregorio III. Quiso Su Santidad que asistiese á un concilio que había convocado, y, después de haberle resuelto algunas dudas sobre dife¬rentes puntos de disciplina por lo tocante á Alemania, le dio licencia para que volviese á continuar su apostólica misión.
Le exhorta el Papa a que no fije su residencia en algún lugar determinado, sino que visite y corra toda la Alemania, llevando por toda ella la fe de Jesucristo. Corrió todo aquel vasto país con infinitos trabajos, pero con, un fruto muy co¬rrespondiente á la inmensa dilatación de su celo. Erigió otros cuatro obispados.
Convocó después otros dos concilios. Y fue grande su preocupación de fundar monasterios.
Guerra y martirio
La guerra que en todas partes declaraba al vicio y á la herejía fue causa de que padeciese muchas persecuciones, particularmente por parte de algunos eclesiásticos relajados.
Llamó a las santas Tecla, Lioba, Valbuivga, Vertigita y Contrudis, a quienes encargó el gobierno de los mo¬nasterios de vírgenes.
En ninguna parte todavía había fijado su residencia; pero, habiendo vacado en este tiempo la Silla episcopal de Maguncia, el papa Zacarías le obligó á aceptar esta Iglesia; pero pronto renunció esta dignidad en su discípulo San Lulo, y partió para la Frisia septentrional.
Después que bautizó un gran número de ellas la vigilia de Pentecostés, señaló un día de la semana para conferir á todas el sacra¬mento de la Confirmación; y, por ser tantos, determinó adminis¬trarle en el campo. Los sacerdotes de los ídolos, rabiosos de ver abatidos sus templos en todas partes, juntando una tropa de genti¬les, vinieron á echarse, sobre los santos misioneros con espadas desnudas.
Viendo el Santo cumplidos sus fervorosos deseos, se hincó de rodillas, y, levantando los ojos y las manos al Cielo, rindió mil gracias al Señor por la merced que le hacía de que terminase sus trabajos apostólicos con la corona del martirio. Volviéndose después á sus amados compañeros, los exhortó á dar generosamente su san¬gre por la fe de Jesucristo. No le dejaron los bárbaros pasar más adelante, y, arrojándose sobre él, le quitaron la vida á cuchilladas, juntamente con el obispo Eobán, con los tres presbíteros, los tres diáconos, los cuatro monjes y más de cuarenta personas de los fieles que estaban ya dentro de la tienda.
Así consiguió San Bonifacio, apóstol de Alemania, la corona del martirio, con otros cincuenta y dos compañeros, el día 5 de Junio del año 754 ó 55, á los setenta y cinco de su edad, treinta y seis de su obispado y á los cuarenta de su entrada en Alemania. Su santo cuerpo fue conducido á Utrecht; de allí, dentro de poco tiempo, fue trasladado á Maguncia, y en fin á Fulda. P. Juan Croisset, S.J.
José María Lorenzo Amelibia
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