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Dios sigue llamando hoy, como en los tiempos bíblicos. Es verdad que estas llamadas de Dios no son espectaculares, como las de la Biblia; es verdad que no podemos garantizar siempre que sean reales y no imaginativas, pero sí podemos discernir con cierta certeza moral que son auténticas llamadas de Dios. Vamos a analizar un poco la Biblia; vamos después a aplicar a nuestras vidas lo que observamos en la Palabra.
1.- Cristo llama a cada uno por su nombre. Su llamada es eco de la llamada del mismo Dios. Él es el Buen Pastor. Y no deja a las ovejas en un redil cerrado, sino que llama a cada una por su nombre, y las invita a salir. “Yo soy la puerta del rebaño”. (Jn. 10, 7-8). La puerta puede cerrar y abrir. Jesús la cierra para proteger su redil. La abre para dar libertad a sus ovejas para entrar y salir, para tomar pastos buenos, para que a su vez inviten a entrar en el redil a otras personas. El redil es la salvación para los hombres. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas. La dio una vez en la cruz; nos la ofrece día a día en la Eucaristía.
“Tengo otras ovejas que no son de mi redil”. El rebaño del Buen Pastor rebasa las fronteras visibles de la Iglesia. Hemos de dialogar con todos los posibles para ofrecer de una manera u otra la invitación. La invitación es personal. Luego se gesta en el corazón de cada uno para aceptar. Es la respuesta a la vocación, a la llamada de Jesús. Pedimos fuerza al Señor para perseverar, para invitar de una manera o de otra. “Orad al dueño de la mies que envíe operarios a su heredad”. El Señor llama gratis; su llamada es trascendente; su Reino eterno.
2.- Nos llama a la santidad a cada uno. “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. (Mt. 5, 48). Nos llama desde que fuimos bautizados. “Los bautizados son consagrados como casa espiritual, sacerdote santo… para que ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable” (de la Lumen Gentium). “Los dones o la llamada de Dios son irrevocables” (Rom. 11, 29). Pedir fuerza para vivir en santidad. Y hemos de profundizar en que somos llamados a ser hijo adoptivos de Dios.
3.- Somos llamados a la libertad verdadera. La oración es fuente de libertad interior. Dios ha tomado la iniciativa de liberarnos, es su gracia que nos salva, “Todo la puedo en Aquel que me conforta”. (Fil. 4, 13). Nuestra vieja condición humana ha sido crucificada con Él para que para que no sigamos siendo esclavos. La salvación de Cristo supera con creces todos tipos de liberación humana. Ser conscientes de esto. Hacerlo criterio propio. Disfrutar de esta verdad, de la libertad plena.
4. – Recordamos las llamadas de Jesús a Pablo, a los Apóstoles. La fe y la vocación de Pablo brota de la irrupción de Cristo resucitado en su vida. Su ideal es: Jesús resucitado está vivo. Es el Señor de la vida. En lo sucesivo, todo es gracia, todo don gratuito. Jesús se hace presente en el corazón del hombre. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” – le dice a Pablo, camino de Damasco, y Pablo siguió a Jesús. Y lo envió el Señor para abrir los ojos de las naciones paganas. Fue servidor, testigo. Y Pablo tiene conciencia de que su vocación es un don de la gracia, una misión al servicio universal de la salvación. Admiramos la vocación de Pablo; nos ofrecemos a que el Señor nos ayude a seguir su llamada.
5.- Jesús va llamando a todos sus discípulos. “Veníos conmigo, detrás de mí; y os haré pescadores de hombres”. Andrés y Simón le siguieron. ¡A colaborar en la misión de Jesucristo! Fue eligiendo poco a poco a los doce; los llamaba. “Fue llamando a los que quiso”. Para convivir con Él y para enviarlos a predicar. No los llamaba por sus grandes dotes de talento, ni de riqueza, ni de capacidad de trabajo. Cuando le dijeron: “Maestro, ¿dónde vives?”, les enseñó la casa, o choza, o cueva donde residía. Y le siguieron.
Toda vocación es un encuentro personal con Cristo, un encuentro fuerte, impactante, duradero. Cuando acogemos nuestra verdadera vocación, descubrimos nuestra verdadera identidad. Se trata de una experiencia personal y espiritual de encuentro con Cristo siempre vivo. “Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tuvo”. (1 Jn. 4, 16). Siempre Jesús tiene la iniciativa de la llamada. Su amor es siempre el primero. “Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno escucha la llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3, 20).
Cristo nos llama a un seguimiento radical a todos los hombre, con tensión permanente hacia las exigencias de la Buena Nueva.
Cristo resucitado continúa llamando, atrayendo, seduciendo. Sigue exigiendo la misma fe incondicional hacia su persona.
6.- Llamados y enviados. Llamó Jesús a los doce y los fue enviando de dos en dos, confiriéndoles poder sobre los espíritus inmundos. (Mc. 6, 7). ¡Liberar a los hombres de las fuerzas malvadas! ¡Invitar a la conversión! ¡Ser testigos del amor evangélico! No llevarían ni alforja, ni dinero, ni pan. Los enviados eran invitados a ser hombres libres, desembarazados; su única seguridad, la palabra del Dueño de la mies. “Dad gratis, lo que habéis recibido gratis” (Mt. 10, 8). Expresar la gratuidad de Dios. Predicar la Buena Noticia que excite una conversión radical y libera al hombre en todas sus dimensiones.
Hoy Jesús continúa comunicando su poder de vida, su misión. También hoy existen los milagros del amor. El enviado no viene con promesas vanas, sino con el corazón cargado de todos los bienes mesiánicos de Cristo. Ofrece de una manera gratuita la paz de Cristo; algo muy superior a toda seguridad temporal. “Que la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones.” (Col. 3, 15).
7.- Quien sigue a Jesús no ha de tener miedo. ¡Nada podrá separarnos de Dios! El Espíritu Santo nos liberará del temor. El enviado habrá de confrontar todo lo que ha hecho a la luz de la Palabra de Dios. Y han de saber descansar en Jesús. Entrar en el lugar donde habita Dios, en el fondo del alma, en el sagrario de la Eucaristía. Contemplación y misión han de ir unidas. Ir con Jesús a la soledad y al silencio. Jesús estará siempre con nosotros en la misión.
Sentir compasión de las gentes porque andan “descarriados momo ovejas sin pastor”. Hemos de pasar por la experiencia de nuestra incapacidad personal, darnos cuenta de que sólo Jesús podrá suplir nuestra torpeza.
Jesucristo es el pan de vida para todos los hombres.
8.- Jesús nos llama, Jesús me llama. Todos somos llamados a seguir a Jesucristo, pues somos cristianos. Estamos llamados desde el Bautismo. Si leemos el Evangelio, todo él es una llamada a seguirle. Este itinerario no está reservado a una pequeña élite, es para todos cuantos le escuchan. “Quien quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc. 8, 34-35) Y hemos de estar dispuestos a asumir la hostilidad, el desprecio, la marginación de cuantos no pretenden seguir a Jesús. Y lo más duro es sufrir la incomprensión, olvido, marginación, ninguneo de aquellos que “oficialmente” son seguidores e incluso dirigentes. Esto ocurre con relativa frecuencia. ¿Qué hacer? Hace falta entonces mucho discernimiento: no despreciarlos, no reírnos de ellos, probablemente tengan buena voluntad. Analizar despacio, con imparcialidad. Sentirnos libres mientras no obremos en contra de quienes dirigen y obrar como han obrado en estas ocasiones los santos; basta leer y conocer la suficiente hagiografía para no desanimarnos, sentirnos libres y no estar resentidos. Sería largo aquí citar ejemplos.
9.- Contemplar Lc. 5, 1 y sig. La gente se agolpaba junto a Jesús para escucharle. Se subió en una barca para de allí predicar. Después de enseñarles dice a Simón: “Boga mar adentro”. Vino después la pesca milagrosa. Nos sugiere así el Señor las dos dimensiones de toda misión: no ser tan sólo una llamada a bogar, también a tomar profundidad. Echar las redes. Capturar así mucha pesca. Ser en adelante pescadores de hombres.
“Como el Padre me envió, así os envío yo” “Recibid el Espíritu Santo…”Jn. 20, 21…) La misión de Cristo involucra a todo hombre de buena voluntad. Existe una urgencia misionera en todos. Cristo no es un competidor de nuestra libertad… el respeto a la conciencia no debe impedir a los cristianos dar testimonio de nuestra fe, dar a conocer “las riquezas insondables del misterio de Cristo”. No se trata de imponer una ideología, sino de dirigir la mirada, orientar hacia Aquel cuya llamada revela al hombre su verdadera identidad.
10.- El Espíritu Santo unifica y diversifica al Pueblo de Dios. Él va suscitando según quiere las diversas vocaciones cristianas. Es necesario lograr discernir nuestra propia vocación, llamada del Señor a nuestras almas. Cada uno podemos tener nuestro carisma para el bien del Pueblo de Dios, de nuestros semejantes. Estamos llamados a convertirnos hermanos en Cristo. Todo es don. Y Jesús nuestro único mediador. El Bautismo nos injertó en el Cuerpo Místico de Cristo. Desde allí influiremos en su Reino.
11.- En este “combate” de amor no estamos solos. Caminamos junto a Aquel que nos llama. Tendremos tal vez que abandonar pequeños proyectos humanos y hacer frente a lo imprevisible. Oramos para poder realizar mejor lo que el Señor nos inspira. Cristo mediante su agonía, su despojo, su pasión ha asumido nuestro combate espiritual. Nos ha dado sentido último hasta llegar a la otra orilla. Él está con nosotros. Llegaremos, siguiendo su llamada.
(Retiro inspirado en el libro de Michel Hubaut, “Dios te llama por tu nombre”)
EXAMEN PRÁCTICO
1.- ¿Te das cuenta de que Cristo llama a cada uno por su nombre. Su llamada es eco de la llamada del mismo Dios. Te llama a ti en su Providencia?
2.- Descubre en tu vida alguna circunstancia en que el Señor te haya llamado.
3.- Hay una relación entre la gracia actual y la llamada de Dios. Pensar en ello.
4.- ¿He hecho mi elección de estado? En caso negativo he de observar con detenimiento mi alma para ver por qué estado me decido.
5.- En caso de haber hecho mi elección, ¿cómo vivo mi vocación?
6.- ¿Si está decidida tu vocación hacia el matrimonio, pides al Señor luz para encontrar pareja y buscas en buenos ambientes?
7.- ¿Cómo desarrollas hasta hoy tu vocación cristiana?
8.- Cuando ves algún buen ejemplo, ¿piensas que el Señor te lo ha puesto en el camino como posible llamada a imitarle?
9.- Si estás enfermo, ¿piensas que tal vez sea una posible vocación?
10.- Si la Providencia te lleva por algún camino tal vez nunca deseado, pero bueno, piensa que puede ser una llamada. ¿Ves alguna perspectiva en este sentido?