Mi caso de enfermedad casi mortal

Enfermos y Debilidad

Mi caso de enfermedad casi mortal

vivo

Y todavía vivo

La patología del corazón con frecuencia es ambigua y solapada. Así fue en mi caso. Los síntomas eran tan sutiles que yo los confundía con una ligera molestia de estómago. Ha pasado más un año desde que me sucedió. Me dijeron que reponerme de la grave operación y de sus secuelas y complicaciones costaría este tiempo, y no se equivocaron. Nunca pensaba en mi corazón, a pesar de que varios amigos míos habían sufrido el zarpazo de esta enfermedad, y mi padre se nos fue de repente por esta misma causa. No sospechaba siquiera por mi fatiga al subir las escaleras los últimos meses; me parecía rara, pero no la relacionaba con nuestro órgano más apreciado. Seguí subiendo al monte - eso sí, no a grandes alturas y con paso moderado - hasta la misma víspera del ramalazo. Cuando menos pensamos, nos puede llegar el fin de nuestra estancia aquí.

 Fue la operación a vida o muerte, y más casi a esta última; y no me entretengo en explicar pormenores; pero aquí estoy ya casi repuesto y con muchas ganas de permanecer de continuo en el tajo. Ahora dispongo de más tiempo para dedicarme a mis aficiones de toda la vida. Me han venido unas ganas enormes de cultura espiritual; de saber mucho de las cosas de Dios. Temas más propios de la juventud del seminario o sacerdotal me interesan sobremanera: el Diccionario de Sagrada Escritura, el de Teología Fundamental, varios miles de páginas con los que disfruto infinito y nutren mi alma, como anticipo de lo maravillosa que ha de ser nuestra estancia con el Señor por siempre en sus moradas.

 Aunque practico ejercicio en abundancia para recobrar el movimiento perdido y mantener mi corazón en forma, el día da mucho de sí. Siempre me ha gustado la vida interior, la oración y la lectura espiritual; pero ahora puedo dedicarles más tiempo. Y escribir artículos, cartas… escribo mucho y con gusto. Sé que puedo morir en cualquier momento, aunque me dicen los médicos que estoy muy bien. Y se me ha quitado este temor que, como todo hijo de vecino, tenía a la muerte. Ahora la miro más tranquilo, porque he estado muy cerca de ella, y Dios ayuda en ese trance. Sólo tengo la pena de dejar sola a mi esposa que tanto ha hecho por mí toda la vida.

 Me anima una energía nueva, como de resucitado. ¡Es tan hermoso volver a nacer! Tal vez a alguien parezcan experiencias contradictorias las aquí expresadas, pero para mí, no lo son. Tengo tres bypass junto al corazón, y a pesar de mis setenta y dos años me encuentro infatigable en mi actividad cotidiana. Una alegría serena habita en mi alma y no envidio los tiempos de mi juventud, y tengo ganas de vivir. No le pido al Señor que acelere mi marcha. Pero que Él me ayude siempre a estar preparado como creo que lo estoy ahora, y mejor.

José María Lorenzo Amelibia 

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