El clero está en crisis: Necesitamos con urgencia soluciones; no basta con castigar.
Sugerencias al Sínodo y a la Jerarquía Eclesial
| José María Lorenzo Amelibia
El clero está en crisis: Necesitamos con urgencia soluciones; no basta con castigar.
Necesitamos puentes de unión
La Iglesia no puede seguir evadiendo la realidad de su clero en crisis. Necesitamos soluciones prácticas y eficaces: un documento magisterial que establezca pautas claras y un enfoque equilibrado no solo la corrección y el castigo: algún remedio distinto entre la justicia y la misericordia. Este instrumento debe servir de guía para los presbiterios y diócesis, ayudando a los sacerdotes a redescubrir su vocación y a encontrar un nuevo impulso evangelizador, incluso en medio de las dificultades y el desprestigio.
En el comienzo de este curso pastoral, de nuevo observamos el silencio institucional en cuanto a la crisis del clero y la vida consagrada. A lo largo de los últimos años, sí, hemos visto al Papa Francisco intervenir en diversas situaciones irregulares en la vida de la familia y la sociedad, alzando su voz sobre la acogida de los divorciados y vueltos a casar, la defensa de los migrantes, y la integración de los más vulnerables. Sin embargo, el Papa y la jerarquía eclesial han sido notoriamente silenciosos en lo relativo a la vulnerabilidad del clero. ¿Dónde está la orientación clara sobre cómo acompañar a un sacerdote que se encuentra en crisis? ¿Dónde podemos encontrar una guía pastoral para los obispos y superiores religiosos que necesitan manejar estas situaciones con una mirada de fe y esperanza?
No es solución aislar en un regugio al clérigo en crisis
El Papa Francisco, con su constante llamada a una Iglesia “hospital de campaña”, nos invita a no limitarnos a juzgar, sino a curar y restaurar. Sin embargo, pese a este enfoque pastoral, seguimos careciendo de directrices específicas que orienten a las diócesis y congregaciones sobre cómo abordar esta crisis de manera integral. Es preciso el equilibrio justo entre la justicia y la misericordia.
Los Papas del posconcilio han enfatizado repetidamente la importancia de acompañar a los sacerdotes en sus problemas y desafíos. Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis, afirmaba que “el sacerdote es, al mismo tiempo, un hombre débil y un hombre consagrado, marcado por la fragilidad humana y necesitado de misericordia”. Sin embargo, estas palabras no nos consta que se han traducido en algo que guíe a la Iglesia sobre cómo acompañar y rehabilitar a sus pastores en crisis. Es verdad que existe algún instituto que ayuda en este problema, pero la respuesta de la Iglesia jerárquica sigue siendo insuficiente: prevalece el enfoque sancionador. Es necesario que reconozcan que las medidas punitivas deben ser proporcionales, sí; pero no son remedio suficiente ni para la rehabilitación del culpable, ni para ayudar a tantos clérigos en crisis. Y es preciso un camino de restauración.
Las Congregaciones responsables del clero y la vida consagrada han sido muy parcas en ofrecer remedios más allá de lo punitivo. Paulo VI, en su encíclica Sacerdotalis Caelibatus, ya reconocía la soledad y las luchas de los sacerdotes, exhortando a la Iglesia a ser un soporte constante. Pero estas reflexiones ¿han dado lugar a medidas concretas que puedan orientar y sostener a los consagrados en sus momentos de mayor fragilidad?
Insisto: la respuesta de la Iglesia a los escándalos ha estado marcada por sanciones dirigidas a reparar la confianza de los fieles y mostrar un compromiso con la justicia. Sin embargo, esta respuesta no es suficiente para resolver el problema de fondo: la vulnerabilidad humana y espiritual del clero y la las personas consagradas. ¿Qué nos asegura que el mal ha sido erradicado cuando siguen surgiendo nuevos casos con tanta frecuencia? Es evidente que el enfoque exclusivo en la punición no aborda las raíces profundas de la crisis.
Cárceles. rejas... "¡La punición no es solución"
Hacia un Documento Magisterial que “Acompañe y Restaure”
Tenemos la esperanza de que el Sínodo no se limite a redactar teorías abstractas. Necesitamos remedios muy concretos.
La ausencia de un documento magisterial que aborde de manera integral la crisis del clero y la vida consagrada es un vacío que debe llenarse con urgencia. Este documento no debe limitarse a pautas disciplinarias; debe incluir orientaciones que reflejen la capacidad de la Iglesia para acompañar, restaurar y sanar a sus propios miembros. Necesitamos algo que permita a los sacerdotes y religiosos encontrar apoyo en medio de sus dificultades, y que ayude a las diócesis a crear un entorno seguro para la rehabilitación y el nuevo comienzo.
El Papa Benedicto XVI subrayaba que “la Iglesia no puede contentarse con medidas disciplinarias; debe siempre preocuparse por la rehabilitación de los que han fallado”. Sus palabras son un recordatorio constante de que, sin un acompañamiento integral, las sanciones son meros parches que no resuelven el problema subyacente.
Sí; en el contexto actual, han surgido asociaciones que buscan ayudar a los sacerdotes y religiosos en crisis, así como a aquellos que han abandonado la vida consagrada. Sin embargo, estas iniciativas suelen operar al margen, sin el respaldo oficial que podría amplificar su impacto y legitimidad. Este fenómeno pone en evidencia la necesidad de que la Iglesia institucional se pronuncie formalmente sobre la urgencia de crear estructuras que acompañen al clero en sus momentos de dificultad.
El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, nos invita a ser una “Iglesia en salida” que acoja, cure y restaure. Es crucial que esta llamada no se quede en palabras, sino que se traduzca en acciones concretas y en una pastoral de acompañamiento que refleje el verdadero rostro de una Iglesia misericordiosa y comprometida con sus propios pastores.
"Iglesia en salida" no es la salida de la iglesia.
El silencio y la falta de respuesta ya no son opciones válidas. La Iglesia debe demostrar al mundo que es capaz de aprender de sus errores y de ofrecer un camino de esperanza y restauración. Cada sacerdote y religioso rehabilitado no solo es una victoria personal, sino un testimonio vivo de la capacidad de la Iglesia para sanar y renovarse, reflejando la verdadera compasión del Evangelio. Desde la Asociación no perderemos la esperanza que el Espíritu Santo hará posible estas medidas necesarias para la Misión de la Iglesia en el mundo. José María Lorenzo Amelibia
José María Lorenzo Amelibia
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