En mi naufragio. Puntos de meditación 16-11-18

1.- Señor, celebro este año el cincuenta aniversario de mi entrega a ti. Tenía quince; recién salido de la niñez; en mi segundo año adolescente. Tú, Dios mío, no lo necesitas recordar, pues eres Dios y todo lo tienes presente.


2.- Me embarga el alma la emoción al mirar aquella iglesia de Laguardia en aquella tarde de agosto, cuando todo era paz y armonía y el sol se dibujaba sobre el altar, sobre el sagrario. Aquello parecía el cielo. Yo, Señor, nunca me separaría de ti. Lo recuerdo a menudo y me hace bien. Han pasado ya cincuenta años; cincuenta años de amarte y de sentirme amado de ti; cincuenta años de entrega.

3.- Soñaba yo entonces, Señor, con ser santo como el cura de Ars; vivir de amor siempre contigo. Soñaba en jamás separarme de ti. Mis necesidades de alimento las cubriría como él: con un puchero de patatas para toda la semana; mi sacrificio sería el alimento de mi alma para fundirse con la tuya.

4.- Pero ahora vengo a ti como un náufrago. Traigo solo el pecio de lo que fue mi embarcación y mis pertenencias espirituales. No acabo nunca de levantar cabeza. La compunción de corazón es mi alimento espiritual y la esperanza de quien confía en ti; porque en ti, Señor, he esperado y jamás quedaré confundido.

5.- Y encima me das el premio de una gran paz en el alma. Sé que nada soy; nada merezco; nada puedo. Pero todo lo puedo en ti que me confortas. Y en esto he de hacer hincapié. Tú sabes que el náufrago ha emprendido hace años la obra de animar y estimular a muchos en la santidad. Parece una ironía, pero tú me lo pides. Hazme al menos indigno. En ti confío.


José María Lorenzo Amelibia

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