"El silencio de los pobres es aterrador, el silencio de los pobres es ensordecedor" Dilexi Te: "El gran problema de los pobres y de la pobreza es que no tiene ni ha tenido nunca voz"

Pobres
Pobres

"La exhortación del Papa nos desafía a revisar nuestra vida eclesial a la luz de esta llamada. Una Iglesia, una diócesis “pobres y para los pobres”, no es aquella que organiza muchas campañas caritativas, sino aquella que sitúa a los pobres en el centro de su vida y misión"

"Valoro como muy positiva la definición que hace de los pobres el papa León XIV, lejos de toda ideologización, lejos de estigmatizaciones superficiales y cómodas"

"El texto hace una denuncia instalada en nuestros ambientes, se refiere a la pobreza de la mujer como una categoría de “pobreza agraviada”"

"La Iglesia no acoge por hacer algo, no somos “benefactores de”, sino “hermanos con”. Creo que estamos todavía lejos de hacer realidad esta reflexión"

Con gran alegría he recibido la Exhortación Apostólica Dilexi Te (Te he amado), donde, el papa León XIV, pone el amor a los pobres en el centro de nuestra fe. Como nos decía San Pablo VI, “el pobre es representante de Cristo… la representación de Cristo en el pobre es universal, todo pobre refleja a Cristo” (Audiencia General, 11-11-1964). E insiste: “A los pobres los tendréis siempre con vosotros” (Mt. 26, 11), si los pobres están siempre, y Cristo está en los pobres, eso nos asegura la presencia perenne de Cristo en nuestra vida.

El Papa León XIV, retoma el deseo del papa Francisco cuando afirma: “Quiero una Iglesia pobre para los pobres” (Dilexi Te, 35), que lleva a revisar nuestras estructuras tanto materiales como espirituales. La exhortación del Papa nos desafía a revisar nuestra vida eclesial a la luz de esta llamada. Una Iglesia, una diócesis “pobres y para los pobres”, no es aquella que organiza muchas campañas caritativas, sino aquella que sitúa a los pobres en el centro de su vida y misión. Revisar si nuestra fe, nuestra vida cristiana refleja una vida pobre y sencilla, cercana al espíritu de pobreza que nos pide el evangelio. Revisar, si nuestras estructuras, también las materiales, invitan a vivir nuestra fe al lado de los pobres.

Creemos. Crecemos. Contigo

Dilexi te
Dilexi te Agustín de la Torre

Valoro como muy positiva la definición que hace de los pobres el papa León XIV, lejos de toda ideologización, lejos de estigmatizaciones superficiales y cómodas, cuando define a los pobres como aquellos que carecen de recursos materiales, culturales y sociales, lo que les impide acceder a condiciones de vida mínimas aceptables. No presenta los rostros de la pobreza de manera tibia ni superficial, sino real. A la vez que no etiqueta a los pobres como estamos acostumbrados en nuestra sociedad cuando, a cada pobreza le señalamos un delito o una falta, de esta manera estamos justificando nuestro alejamiento de los pobres y nuestra tranquilidad de conciencia.

El papa León XIV manifiesta que a la pobreza material y social se añade la pobreza de falta de voz “el pobre no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades” (Dilexit Te, 9). Siempre deciden por el pobre, nadie le consulta, ni pregunta, añadiendo a su pobreza ya extrema, su silencio ante la respuesta a su situación “Los más pobres entre los pobres —los que no sólo carecen de bienes, sino también de voz y de reconocimiento de su dignidad— ocupan un lugar especial en el corazón de Dios. Son los preferidos del Evangelio, los herederos del Reino” (cf. Lc 6,20) (Dilexit Te, 76). Y no me vale los falsos redentores que se presentan como “la voz de los sin voz”. El pobre también tiene voz. El gran problema de los pobres y de la pobreza es que no tiene ni ha tenido nunca voz. El silencio de los pobres es aterrador, el silencio de los pobres es ensordecedor, y mientras no les demos voz, la pobreza seguirá presente en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.

El texto hace una denuncia instalada en nuestros ambientes, se refiere a la pobreza de la mujer como una categoría de “pobreza agraviada”. Es otra pobreza añadida a otras que presenta la Exhortación, “doblemente pobres son aquellas mujeres que soportan situaciones de exclusión, maltrato y violencia, pues frecuentemente tienen menores posibilidades de defender sus derechos” (Dilexi Te, 12), y aunque tienen la misma dignidad y derechos que los hombres, la realidad es que, en muchos países, especialmente del sur, están muy lejos de superar esta pobreza.

Posiblemente el texto más largo de la Exhortación Apostólica es el que hace referencia a los migrantes, en los números 73-75. La reflexión parte de la historia del pueblo de Israel, como pueblo emigrante desde Abraham que sale sin saber a dónde, hasta Jesús, que vivió como extranjero entre los hombres. Un texto muy actual que se integra en el debate social y que interpela nuestra fe, ante tantas dudas que se están generando en torno a los inmigrantes en nuestro país. Unas palabras que nos cuestionan cuando dice el papa León XIV, “la Iglesia siempre ha reconocido en los migrantes una presencia viva del Señor”. La migración es presentada no solo como un fenómeno social o migratorio, sino como un signo teológico, pues Jesús mismo fue extranjero, vivió la vulnerabilidad del que “no tiene lugar”. Esto sitúa al migrante en el centro de la fe, no al margen. La Iglesia no acoge por hacer algo, no somos “benefactores de”, sino “hermanos con”. Creo que estamos todavía lejos de hacer realidad esta reflexión.

Diakonia
Diakonia

La exhortación Dilexi Te es un grito al corazón de la Iglesia y de cada creyente: “Te he amado” es la primera palabra de Dios; la respuesta de la Iglesia debe ser “Te amo”, concretada en la cercanía a los pobres. Este texto nos llama a una fe que no se queda en declaraciones, sino que se hace carne; a una Iglesia que no se mira a sí misma, sino que sale al encuentro de los necesitados; a una comunidad que no vive para sí sino para los “últimos”. Una Iglesia que vive por los pobres y con los pobres. “Una Iglesia que en el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes, y por tanto, el sufrimiento del mismo Cristo” (Dilexi Te, 9).

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