Alcalde de alcaldes, amigo de sus amigos

Evaristo era un hombre profundamente sensible ante el sufrimiento de las personas, y en sus 24 años de alcalde –siempre con mayoría absoluta- supo ganarse el cariño y la confianza de todos. Era un apasionado y un enamorado de la Vida. Todos coincidimos en que era “amigo de sus amigos” y se jugaba hasta el final por ellos.
Hace unas semanas pude verle rodeado de casi todos los alcaldes socialistas del Bages, y me impresionó positivamente el respeto, y hasta “veneración” por cuánto decía, insinuaba o acotaba “el maestro”, y sobre todo el cariño que le profesaban. No en vano, Evaristo les acompañaba, sabía estar en las horas difíciles y acompañar, cuando más se le necesitaba y cuando todos habían marchado. Evaristo llevaba unos meses tristes, algunos decían que tenía una depresión, otros que estaba enfermo, tal vez por eso, le cuidaban un poco más y le hacían sentir que para ellos él era “el amigo” y que le necesitaban.
En octubre del año pasado estaba en el monasterio cuando le comunicaron que su madre había muerto. Recuerdo que me dijo: “-Sor, estamos de paso, nos llevamos lo que hemos hecho por los otros, y yo tengo la suerte de haber podido hacer “algo” por mi pueblo y los amigos, y tengo la suerte de creer en Dios, ¡Él me ayuda!”. Para Navidad me mandó de regalo un número de lotería con el mensaje: “Si nos toca, podremos hacer mucho para los pobres, y si no nos toca, continuaremos poco a poco, que tampoco está nada mal”.
Quiero dar testimonio de mi admiración a la persona Evaristo de la Torre: un hombre que supo hacer de la política un arte para servir a la gente, y nunca un arma para beneficiarse; un amigo que supo estar a la altura de las circunstancias y jugarse en las horas difíciles; un hombre que pasó con humildad haciendo el bien, y procurando no hacer ruido, para pasar desapercibido.
Gracias, “alcalde de alcaldes”, gracias por todo lo que tu vida es y significa. Ahora que ya gozas de la felicidad plena, acuérdate de los que aun peregrinamos con el deseo de sentarnos un día en el banquete de la vida teniendo una sobremesa larga como a ti te gustaba.
Descansa en paz quien creyó en ella y gastó su vida para instaurarla
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