Glorifica al Señor, Jerusalén

Al hacerlo oración, en comunión con los fieles de estas tres grandes religiones, quiero compartirlo con los lectores del blog. Ignoro su autor, y la procedencia de los que lo leerán, pero deseo a uno y otros, que sintonizando con el alma de este Salmo, nos atrevamos a borrar las fronteras del odio y la división, de cualquier diferencia y que nos apresuremos a vivir ya aquí y ahora en el espíritu de la Nueva Jerusalén que es y será nuestra patria definitiva
Salmo 147 adaptado
Precisamente hoy, que el Papa está recorriendo la tierra de Jesús, donde se han dado cita cristianos, judíos y musulmanes, llega a mis manos una versión actualizada del salmo 147, aquel Salmo que tantas veces rezamos en la liturgia y que invita a Jerusalén –cada uno de los fieles- a glorificar al Señor, a alabar a Dios.
Al hacerlo oración, en comunión con los fieles de estas tres grandes religiones, quiero compartirlo con los lectores del blog. Ignoro su autor, y la procedencia de los que lo leerán, pero deseo a uno y otros, que sintonizando con el alma de este Salmo, nos atrevamos a borrar las fronteras del odio y la división, de cualquier diferencia y que nos apresuremos a vivir ya aquí y ahora en el espíritu de la Nueva Jerusalén que es y será nuestra patria definitiva
Judíos, cristianos, musulmanes, glorifican a Dios en Jerusalén.
El muro de las lamentaciones es súplica rítmica permanente,
guarda entre sus piedras el alma del pueblo..
Los santos lugares, las vías de la cruz, basílicas y cenáculos,
con abundantes lámparas encendidas, son testigos de la fe cristiana
que renueva los misterios pascuales del Señor.
Las mezquitas resplandecientes
recogen la oración fervorosa del Islam,
y el buen olor de sus purificaciones, ayunos y limosnas.
Todos glorifican al Señor y alaban a su Dios,
que acoge las oraciones de sus hijos e hijas,
porque es compasivo y misericordioso.
Pero no es éste el culto que Dios prefiere.
Estamos todavía preguntando si es en Jerusalén o en Garizín,
si en el muro, en la mezquita o en la basílica cristiana.
Rezamos a Dios en Jerusalén, pero no “hay paz en sus fronteras”.
Dará gloria a Dios Jerusalén
el día en que no se vean por sus calles soldados,
el día que no se refuercen “los cerrojos de sus puertas”,
y no haya controles para pasar de una parte a otra;
el día en que puedas pasear por la Ciudad
sin miedo a atentados terroristas;
el día en que todos se estrechen las manos,
olvidando ofensas y heridas seculares.
El día en que se unan las manos en la lucha por la paz y la justicia,
por la libertad y la erradicación de la pobreza,
y “todos se sacien con flor de harina”;
el día que juntos levantes las manos para rezar a Dios
en un lugar o en otro, y Dios pudiera oír que todos le llaman Padre,
y entonces Dios, se llenaría plenamente de gozo
con “sus hijos dentro de Jerusalén”.