Un gigante con pies de barro

Así se me figura el locutor estrella de la COPE –ahora estrellado-, y su séquito de poder. No puede existir el imperio de la descalificación, del insulto y del ataque que quede impune eternamente, ¡y menos en las filas de la Iglesia!, desde las que se supone se ofrece un anuncio positivo de la salvación, un anuncio sin rebajas de la Buena Noticia del Evangelio.

Somos muchos los que auguramos que la COPE sea una sintonía evangélica y evangelizadora, que sea servidora de la sociedad desde la verdad y el espíritu de servicio; los que deseamos que sea una emisora capaz de dialogar con el mundo de hoy, desde el respeto marcado, dibujado y definido en el ideario de la Cadena, que ha sido inspirado en el Evangelio.

Nos consta que ha sido una decisión difícil de tomar, y muy polémica por detractores que creían que se tomó demasiado tarde, y por seguidores, que no encuentran razonable la decisión. Pero la decisión está tomada, y esto traerá consecuencias, porque el periodista o los periodistas “afectados” comienzan a ser incómodos. De la noche a la mañana, la fidelidad a la Iglesia, sus Patronos” puede cambiarse en enemistad.

Las audiencias, el dinero, y ¿por qué no el morbo? que suscitaba el periodista, dejaban un mal sabor a la mayoría de la sociedad y acababa haciendo más mal que bien. Y eso no tenía nada que ver con el objetivo y misión de la casa.

Me parece muy bien que existan plataformas diferentes en las que quede reflejaba la riqueza de la fe, de las experiencias y de los puntos de vista de las personas y de los cristianos. Me parece fantástico que exista el debate y el intercambio, pero eso nunca puede ser a costa de sacrificar valores esenciales inspirados, alimentados y proclamados desde el Evangelio de Jesús.

Deseo que poco a poco recobremos la paz, y que TODOS, TODOS, en una sociedad libre y plural podamos manifestar en voz alta nuestras convicciones, siempre que éstas no hieran la sensibilidad, el buen nombre y el derecho a la fama que tiene todo el mundo. Siempre que, en definitiva, la libertad no hiera la caridad, porque entonces no es ni libertad, ni caridad.

Me parece que cae un imperio de “comunicación(¿?)”, más bien de incomunicación… porque tenía los pies de barro. Lo que esperemos que no caiga es la plataforma que promueve la auténtica comunicación y anuncio del Evangelio.

Que Federico prescinda de Luis Fernando, dice mucho a favor de Luis Fernando, seguramente comenzó a ser incómodo, porque aunque no coincido mucho en sus planteamientos, nadie puede negarle su fidelidad a sus convicciones.

Que todo sea para bien, y que por fin haya paz y que no nos dividamos más a causa de discursos que enemistan y siembran la duda, la crispación, la intriga.
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