Los principios del pensamiento del padre Manuel Olimón Nolasco

Guillermo Gazanini Espinoza / La muerte del padre Manuel Olimón Nolasco (1942-2018) sella uno de los capítulos entre los historiadores de la Iglesia de México. Vivía en Nayarit, ahí realizaba su labor pastoral entre la academia y disertaciones que mantenía en constante actualización gracias a las nuevas tecnologías.
Crítico siempre, Olimón tuvo un preclaro pensamiento que lo situó en los momentos más significativos de la historia. Lo mismo podía vérsele en recintos de políticos y legisladores como en tertulias y actos académicos, como erudito y profesor, sus auditorios eran generalmente impresionados por el bagaje de conocimientos y la agudeza en sus apreciaciones para develar los tramos de la historia prohibidos a legos y profanos. Destacó además por su intervención en el papel de la Iglesia en el marco de las nuevas relaciones diplomáticas y jurídicas que se abrían en 1992. En esa época, sus opiniones eran publicadas en El Universal por su influencia como asesor de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Lo mismo se le podía ver cercano a políticos del PRI como a empresarios ante quienes explicó la necesidad de cambios profundos en la legislación mexicana y la nueva situación diplomática entre México y la Santa Sede. Según afirmaría, la Iglesia, una vez reconocida su personalidad jurídica, se dedicaría a denunciar anomalías y corrupción buscando “colocarse como grupo hegemónico” (El Universal, 26 de julio de 1990)
Olimón fue promotor del conocimiento y defensa del patrimonio cultural. Sus observaciones de distintas catedrales de México apuntalaban un amplio espectro que requería de esfuerzos conjuntos. Consultor de la Comisión Pontificia de los Bienes Culturales de la Iglesia dedicó amplias reflexiones sobre diversos edificios catedralicios mexicanos; sin embargo, una de los principales legados del historiador fueron sus estudios sobre la cristiada que ampliaron los conocimientos sobre este trágico hecho en la historia de México. Así destaca la trilogía publicada por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc) “Diplomacia Insólita”, “Paz a medias” y “Confrontación Extrema”.
Generalmente recordado por la controversia histórica de san Juan Diego, quizá fue el capítulo en la vida del desaparecido sacerdote nacido en la Ciudad de México que fue eclipsando su papel y protagonismo en la palestra de los medios, la arena pública y en cargos de la Arquidiócesis de México para dedicarse al servicio pastoral en la diócesis de Tepic donde, en general, podía permanecer en pausados ratos de aislamiento. En una entrevista al diario La Jornada, del lunes 4 de febrero de 2002, insistió en que el asunto san Juan Diego era todavía un expediente abierto y que nadie podía ser obligado a creer sobre la existencia del vidente; no obstante, como ahí afirmaría, “la aparición de la Virgen de Guadalupe y la historicidad de Juan Diego son asuntos totalmente distintos”. Sabedor de que su postura en torno al conflicto de la canonización del indio Juan Diego podría acarrearle problemas, Olimón Nolasco declaró ser leal a los dictados de la conciencia: "Tengo la más absoluta libertad de conciencia. ¿Acreedor a alguna sanción? Claro que no. No se puede tipificar ir en contra del credo." Recientemente, Manuel Olimón seguía activo escribiendo para “Signo de los Tiempos”, órgano de difusión del Imdosoc.
Como difundió la diócesis de Tepic, encabezada por el obispo Luis Artemio Flores Calzada, el sacerdote había tomado unos días de descanso y de encuentros académicos visitando Londres, Escocia e Irlanda. Un infarto lo sorprendió en Escocia el 24 de julio. Recibió las atenciones inmediatas y tuvo una buena evolución, aun parientes del padre Olimón apelaron a la generosidad de amigos y familiares a fin de afrontar los costosos gastos médicos que surgieron después de la eventualidad; sin embargo, el dos de agosto, festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, murió por complicaciones asociadas al infarto.
La vida de este egregio historiador nos legó un cúmulo importante de obras que están a disposición de todo el público. Ante la vaciedad, vacuidad y liviandad de cualquier opinión que puede ser tomada como referencia irrefutable de la verdad, del despotismo e imposición de cualquier infausto pensamiento, el desaparecido sacerdote tuvo dos criterios que fueron el eje de toda su producción intelectual, responsabilidad y respeto. Así lo escribió el 9 de enero de 1991 en las páginas de El Universal: “Responsabilidad no pequeña es la que acarrea escribir en las páginas editoriales de un diario de prestigio del presente. Responsabilidad que obliga a no redactar de forma irreflexiva, a sostener una amplia mirada a distintas corrientes de pensamiento, a palpar cómo se van integrando los elementos dispersos de una realidad y de qué manera se comprueba que la verdad es sinfónica, es decir, armónicamente coordinada y no despóticamente impuesta. Responsabilidad que conduce, según el caso, a aclarar, corregir o corroborar lo ya expresado por respeto a quienes, como compañeros de camino… se toman el trabajo de formarse su propia opinión”.
Descanse en paz, Manuel Olimón Nolasco, presbítero.
