El Papa elegirá al presidente de la CEI entre una terna que habrá de superar la mitad de votos Francisco reprende a los obispos italianos por su resistencia a las reformas
(Jesús Bastante).- Las mayores resistencias al cambio están en la propia casa. Eso debió pensar el Papa Francisco cuando el pasado lunes se convirtió en el primer Pontífice de la era moderna en presidir, y pronunciar el discurso inaugural, de la Conferencia Episcopal Italiana, todavía presidida por el cardenal Bagnasco.
Un episcopado tímido y desorientado, que aún no ha superado la división que llevó a Angelo Scola a perder la votación en el pasado Cónclave -aunque la propia CEI se encargó de enviar un mail felicitándole, sin saber que el elegido había sido Bergoglio- y que se debate entre la cesión del control de la Curia a Francisco y la resistencia.
"Nada justifica la división", señaló el Papa en su discurso, en el que reprendió a los obispos italianos su pasividad. Sabe Francisco que, pese a la universalidad de la Iglesia, el episcopado italiano es sumamente relevante para que las reformas en el Vaticano sigan su curso.
Hasta la fecha no ha sido así. Ya el año pasado Francisco pidió a Bagnasco una modificación en los estatutos para que fueran los obispos, y no el Papa, quienes eligieran a su presidente. El Obispo de Roma quiere más responsabilidad.

Los prelados se negaron, y ha tenido que ser la intervención papal la que consiga la modificación de dichos estatutos. Pero no totalmente al gusto de Bergoglio: esta semana, los obispos entregarán a Francisco una terna, que tendrá que tener una mayoría de apoyos. De ella, el Pontífice elegirá al próximo líder de la Iglesia católica italiana.
Sea como fuere, parece que los obispos de Italia no quieren dejar de influir, y que Francisco sabe que ésta es, tal vez, la batalla más urgente que le resta por lidiar antes de culminar el proceso de reforma de la Curia.
Aunque cada vez con menos italianos, no se debe olvidar que el Vaticano está incrustado dentro del país. Y que los poderes oscuros de los pasillos vaticanos, temerosos y desvalidos desde hace un año, todavía pueden hacer mucho daño.
