"Gracias querido amigo y padre bueno" Pascua de mi amigo don Patricio Infante Alfonso, arzobispo emérito de Antofagasta

Don Patricio Infante Alfonso
Don Patricio Infante Alfonso

"Este Sábado Santo 2025 despierto dolido por el desprendimiento y la orfandad. A la Pascua de Jesús de Nazareth, se suma hoy la pascua de una gran y querido amigo, don Patricio Infante Alfonso, Arz. Emérito de Antofagasta"

"No tantos se han ido de mi vida provocando sentimientos tan hondos. Esta vez, la partida de don Patricio tiene algo muy especial, porque él fue para mí un hombre de Dios que se convirtió en mi padre espiritual"

"Era el año 2005 cuando don Patricio llegó a Huechuraba a residir como un vecino entre tantos. buscó la capilla más modesta de un vasto territorio de Misión. Encontró la Capilla Jesucristo Esperanza de los Pobres"

"Convirtió la derruida capilla y su modesta oficina en uno de los lugares más visitados del sector.El regalo de la Eucaristía fue evidente, en un lugar donde su celebración era esporádica. la misa dominical de las 12 pasó a ser generosamente concurrida. La demanda de servicios pastorales se multiplicó a un ritmo impensado…"

"Don Patricio era un maestro de la homilética. Su sentido del humor era conocido y celebrado. Hombre de esos que dejan huellas en las almas ajenas"

Este Sábado Santo 2025 despierto dolido por el desprendimiento y la orfandad. A la Pascua de Jesús de Nazareth, se suma hoy la pascua de una gran y querido amigo, don Patricio Infante Alfonso, Arz. Emérito de Antofagasta.

Newsletter de RD · APÚNTATE AQUÍ

No tantos se han ido de mi vida provocando sentimientos tan hondos. Esta vez, la partida de don Patricio tiene algo muy especial, porque él fue para mí un hombre de Dios que se convirtió en mi padre espiritual.

HOY NUESTRA QUERIDA Capilla Jep ESTÁ DE ANIVERSARIO! ✨✨✨✨✨✨ En el día de la  Asunción de la Virgen, celebramos con mucha alegría, un año más de nuestra  querida Capilla Jesucristo Esperanza de

Era el año 2005cuando don Patricio llegó a Huechuraba a residir como un vecino entre tantos, luego de convertirse en Arz. Emérito de Antofagasta. Era su opción fundamental y episcopal, la de vivir rodeado de gentes a quienes acompañar. Esta vez, lo hacía con su hermano gemelo Jaime, presbítero que también comenzaba a adaptarse a esa etapa jubilar de la vida.

Don Pato, como todos le decíamos, buscó la capilla más modesta de un vasto territorio de Misión, como era en esos días el sector El Carmen de Huechuraba; cuando abundaban los caminos de ripio y cuando las vacas mugían cerca de nuestras casas. Encontró la Capilla Jesucristo Esperanza de los Pobres, ubicada en un sector donde la pobreza se había hecho fuente de esperanza para muchos.

Sufragánea de la Parroquia San Diego de Alcalá, su opción fundamental fue un inmenso alivio para su párroco, el padre Pedro Ríos D., quien confió el quehacer de la Unidad Pastoral El Carmen de Huechuraba a un arzobispo de poco más de 75 años.

Convirtió la derruida capillay su modesta oficinaen uno de los lugares más visitados del sector. Ahí llegaba puntualmente a las 16 horas a rezar, donde la gente se acercaba en busca de consejo. Con la misma puntualidad a las 19 horas iniciaba la misa, precedida del Santo Rosario. El regalo de la Eucaristía fue evidente, en un lugar donde su celebración era esporádica. El resplandor de Jesús Sacramentado fue pronto la novedad cotidiana de la Capilla JEP, cuya abreviatura se impuso a un extenso nombre.

Así fue como la misa dominical de las 12 pasó a ser generosamente concurrida, por lo que pronto hubo que disponer de parlantes externos para integrar a los feligreses que, junto con abarrotar el templo, en su mayoría quedaban afuera.

La demanda de servicios pastorales se multiplicó a un ritmo impensado. Afloró entonces ese rasgo prodigioso de su baluarte episcopal, su confianza en los laicos. Más que la necesidad, la confianza, la delegación y el empoderamiento laical eran virtudes cardinales en su trabajo pastoral. Era lo que a él le permitía darse a lo que abundaba en su corazón, el celo por las almas. Entonces los sacramentos, la escucha y el consejo le abrieron las puertas de una multitud de hogares. Se hizo encontrar en medio de las alegrías y esperanzas de sus vecinos, así como en el dolor y en la necesidad de tantos.

La agenda de don Patricio era una libreta pequeña y barata, forrada en plástico, donde como un Misal contenía los tesoros de sus ya miles de feligreses: direcciones, teléfonos, cumpleaños, onomásticos y detalles que el guardaba para sorprender a muchos con muestras de cariño.

Sus homilías eran largas, deseadas y de gran provechoso para todos; y preparadas con rigor. Su voluminosa colección de La Documentation Catholique eran su referencia. Todo quedaba plasmado en unas menudas cartulinas que escribía por ambos lados y que, en número de 2 o 3, lo acompañaban en sus amenas y sencillas, pero profundas homilías. Esas cartulinas y La Documentation Catholique las obsequió al Seminario Pontificio de la Iglesia de Santiago, después del terremoto del 27F de 2010.

Don Patricio era un maestro de la homilética. Él recordaba con buen humor a uno de sus acólitos, mi hijo Agustín que, con curiosidad y confianza, le preguntaba durante la procesión introductoria a la Eucaristía, “monseñor, hoy va a predicar largo o corto”. Cosas así le impulsaban a irrumpir lleno de alegría por la Eucaristía.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Su sentido del humor era conocido y celebrado. Con autoridad moral decía: “que uno debe ser capaz de reírse de sí mismo para ser feliz”.

Destacaban en don Patricio ese rasgo de la puerilidad evangélica, aquello de ser como niños. Así, él recordaba una anécdota, donde una señora de esas que sin inhibiciones asaltan a los presbíteros y obispos en medio de la solemne procesión inicial de la Eucarística. Él, ya era obispo y visitando a Llolleo, la parroquia que lo marcó en su vida sacerdotal, una señora de esas corrió a abrazarlo, rompiendo la solemnidad. Él, sorprendido y queriendo zafarse de tanta efusividad, la reprende en voz alta, “¡No es el momento señora!”, una frase que fue acompañada de una carcajada parroquial.

"Recordaba con buen humor a uno de sus acólitos, mi hijo Agustín que, con curiosidad y confianza, le preguntaba durante la procesión introductoria a la Eucaristía, 'monseñor, hoy va a predicar largo o corto'"

Como estas, hay muchas historias que acompañan su larga y fecunda labor pastoral, como cuando siendo párroco de Llolleo y capellán de los pelusitas de ese barrio porteño, terminó encerrándose en el calabozo de Carabineros con sus pelusitas, para conseguir que fueran felizmente liberados.

Don Patricio, era hombre de esos que dejan huellas en las almas ajenas, como en el corazón de uno de esos pelusitas, que un día – ya de adulto – lo sorprendió en Huechuraba para mostrarle orgulloso a la familia que había logrado construir, gracias a los buenos ejemplos, valores y afectos recibidos por don Patricio, quien le había mostrado lo mejor de una niñez endurecida por el abandono.

Todo para don Patricio era posible cuando se trataba de exaltar el Evangelio. Fue entonces cuando mis desconocidas condiciones de guionista y productor de eventos aparecieron gracias a esa confianza que depositaba en todos.

"Recuerdo una Navidad escenificada con esmero, donde un burro, María y José recorrieron las vías más concurridas de Huechuraba, desconcertando a cientos de transeúntes"

Recuerdo una Navidad escenificada con esmero, donde un burro, María y José recorrieron las vías más concurridas de Huechuraba, desconcertando a cientos de transeúntes en las últimas compras navideñas que anteceden a la Misa del Gallo. Rostros conmovidos y un burro porfiado de tanto caminar son imágenes que perduran. Sé que la vida de esa María, como de aquel José, fueron acompañadas cercanamente por don Patricio, como una respuesta divina a aquel atrevimiento transgresor donde Él fue instigador y cómplice.

En otra ocasión, escenificamos el Vía Crucis, cuyas estaciones estaban situadas en los hogares de un amplio recorrido por las calles de Huechuraba. El guion y la música, así como la liturgia fue una producción pastoral enorme. Tuve la idea de tomar la pauta de un Vía Crusis preparado en Roma, lo adaptamos, le pusimos música y buscamos un maravilloso elenco de actores. Don Pato aprobó el guion que luego grabamos. Sólo al final le conté que san Juan Pablo II nos había ayudado. Fue un Vía Crusis jamás olvidado, donde recuerdo haber visto a don Patricio conmovido por el realismo de una liturgia que el recorrió en un carrito de golf. Aun ese Vía Crucis sigue presente en la vida de quienes lo acompañamos.

Don Patricio
Don Patricio

La vida abundante nutrida desde la familia era para él un fin y un propósito. La anchura de la familia tenía la amplitud del amor de Dios. Así era entonces su predilección por las familias heridas por la pobreza, la enfermedad, las divisiones y la separación conyugal. Su celo pastoral era el de la misericordia. Una vez le hice notar en el llanto de una amiga en el momento de la Comunión. Ella, herida por su matrimonio no sacramentado, comulgaba con sus propias lágrimas.

Don Patricio, haciendo visible las virtudes del Padre Misericordioso, habló en privado con ella, la consoló y la hizo comulgar en privado. Ella hasta el día de hoy vio en ese gesto el Amor de Dios en su vida.

"Recuerdo el día en que un problema conyugal serio llegó a sus oídos. Él, sin contarme detalles, me llamó y me pidió consejo. Pero, ¿Cómo yo don Patricio? Y él respondió con humildad, 'Tú estás casado y sabes más que yo de estas cosas'"

Recuerdo algo especial, el día en que un problema conyugal serio llegó a sus oídos. Él, sin contarme detalles, con ese santo don del Buen Pastor, me llamó y me pidió consejo. Pero, ¿Cómo yo don Patricio? Y él respondió con humildad, “Tú estás casado y sabes más que yo de estas cosas”. Yo sigo conmovido por esa delicadeza excelsa que él tenía para comunicar vida y esperanza. Tal vez, por eso mismo me costó visitarlo en este último año, porque no tuve el coraje de contarle que estoy divorciado.

Don Patricio tenía un alma noble, venía de una familia cristiana practicante, por lo que no escatimaba medios ni recursos para testimoniar la plenitud de su vida sacerdotal.

Casi al término de su vida pastoral abierta a la comunidad, se propuso marcharse de Huechuraba, pero sin antes dejar sentadas las bases y la construcción de lo que sería la transformación de la Unidad Pastoral El Carmen de Huechuraba en la Parroquia Santa Inés. Y lo consiguió, así como antes había sido el artífice de la Catedral de Melipilla.

Entre tantos hechos significativos, hay uno que en este momento me persigue como el designio a un profeta. Fue en abril de 2010, cuando las tristezas y vergüenzas invadieron a nuestra Iglesia chilena. Un reportaje de Informe Especial de Televisión reveló penumbras y oscuridades que remecieron la historia y la fe de todos. Fue entonces cuando el sábado siguiente a ese reportaje visité a don Patricio. Le expresé que suspendía mi colaboración pastoral a la Iglesia, porque debía detenerme, necesitaba pensar, discernir, asimilar muchas cosas. Él, como buen padre me abrazó y me contuvo.

Ese mismo día, a las 19 horas fui a la misa que fue presidida por don Patricio. Los hechos de público conocimiento estaban en el ambiente como una carga pesada, imposible de tocar ni menos conversar. Luego del Evangelio, la homilía era expectante ante una asamblea ávida de respuestas, de orientación y de rumbo. Y vino entonces esa homilética de don Patricio, que resuena con la fuerza de un huracán en mi conciencia herida. Don Patricio no tuvo palabras para compartir, sino sólo su llanto de hombre bueno que sigo sintiendo como un bálsamo que hoy ayuda a suavizar el dolor de su partida.

Gracias querido amigo y padre bueno, descansa en la paz de nuestro amado Dios.

Vela Velas encendidas en la oscuridad Muchas velas arden con poca  profundidad de campo | Foto Premium

Volver arriba