El Dios de nuestro Señor Jesucristo
Santísima Trinidad –A - Jn 3,16-18 - 4 junio 2023
| Luis Van de Velde
En esta homilía, Monseñor Romero desenmascara en primer lugar una serie de "ídolos" (véase también nuestra reflexión semanal sobre ello esta semana). Luego profundiza en el Dios de Moisés, el Dios de Cristo y el Dios de Pablo. En este espacio de reflexión, miramos en el espejo de lo que nos dice en el Evangelio de este domingo, en "el Dios de Cristo".
Mons. Romero dice[1]: “El Dios de nuestro Señor Jesucristo”. Repitámoslo mil veces en nuestra meditación y sepamos que ese Dios de mi pueblo es “el Dios de nuestro Señor Jesucristo”. … Cristo nos está diciendo la gran revelación; “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.”… El reino de Dios ya está dentro de vosotros – decía Cristo – si lo aceptáis. Por eso la tremenda palabra con que termina el Evangelio: “El que cree en Él, no será condenado”….Pues así también dice Cristo “Él que cree en El”. Creer es entregarse, creer no es solo asunto de cabeza. Las verdades eternas si hay que creerlas, pero no basta. Dice Santiago: también el diablo cree que Dios existe y, sin embargo, no se salva nunca. Crees no es solo cosa teórica. Creer es un acto de voluntad. Creer es María cuando dice al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Eso es fe: entregarse. …Esto es lo que dice Cristo: “El que creen mi, no será condenado”. El que se entrega, el que no desconfía, el que aún en las horas más difíciles cree y espera, no será condenado. …. Quizás hay tanto infierno en nuestro ambiente, porque son acciones diabólicas las que estamos viendo día a día cuando falta la entrega y la fe en el corazón de los salvadoreños.”
Una primera sugerencia para nuestra vida de cristianos tiene que ver con nuestra oración. Mons. Romero comparte con nosotros una de sus experiencias de oración y meditación: "Repitámoslo mil veces en nuestra meditación y sepamos que este Dios de mi pueblo es 'el Dios de nuestro Señor Jesucristo'". Nos invita a detenernos en nuestra oración en este pensamiento, en esta sabiduría, en esta fuente de confianza, en esta Buena Nueva de Dios. En Él podemos confiar, hasta el final. Quizás esta forma de oración y meditación no sea nuestra costumbre. Sin embargo, Mons. Romero nos llama a arriesgarnos en ella. "Repitámoslo mil veces en nuestra meditación y sepamos que este Dios de mi pueblo es "el Dios de nuestro Señor Jesucristo", dijo.
"El Dios de nuestro Señor Jesucristo" quiere que todos tengan vida eterna. Para ello, para abrir nuevos horizontes y nuevos caminos, esa fue la misión divina de Jesús. Él también la vivió, cómo creer, cómo confiar, cómo vivir en la entrega, cómo vivir en la esperanza en medio de grandes dificultades, incluso a través de la muerte (violenta). También el ejemplo de María es significativo: creer es vivir en la entrega y en la disponibilidad total "según Tu palabra".
En efecto, no basta saber recitar o cantar el Credo. En efecto, no basta participar en el culto cristiano. Creer en "el Dios de nuestro Señor Jesucristo" es "un acto de la voluntad", una decisión de la voluntad, es una forma de vida, de palabra y de silencio, de hacer y de no hacer. A veces se oye a la gente decir "sí, creo que Dios existe", pero ¿qué significa eso o cómo se ve en la vida de uno? Hasta el diablo lo cree, dice monseñor Romero, pero no hace más que el mal. Monseñor Romero ve "actos diabólicos" en su país -de mal en peor-, de creciente explotación y represión, de torrentes de sangre de los pobres. Cree que ese es el resultado "cuando falta entrega y fe en los corazones" de la gente.
La misión de vida de Jesús era que todas las personas tuvieran vida eterna, que nadie se condenara. Esa es, pues, también la misión de los cristianos, de la(s) Iglesia(s). ¡Cuánto trabajo queda por hacer en nuestro mundo, en nuestra historia, en este planeta! El Espíritu nos da los dones necesarios para arriesgarlo todo en la entrega y la fe de nuestros corazones. Nuestra alegría no será la alegría del mundo. Nuestra esperanza no será la del mundo. Los pobres (personas heridas y vulnerables) nos llamarán. Desde sus vidas, su sufrimiento, su pena, su miedo, sus preocupaciones, su desánimo, su frustración y su esperanza, podremos pararnos en la vida y "entregarnos" a sus vidas, a su futuro. El mundo los ha "condenado", los ha marginado y él mismo los ha puesto fuera de los márgenes como no útiles. Los cristianos creemos que el Dios de nuestro Señor Jesucristo no quiere condenar a nadie en absoluto. En la medida en que, como cristianos, demos testimonio de ello en nuestra vida, en nuestras opciones, en el uso de nuestro presupuesto (por pequeño o grande que sea) y de nuestro tiempo, en cómo nos tratamos unos a otros, en la lucha contra la exclusión y el trabajo por la inclusión, en esa medida nuestra fe también será creíble.
Ante los grandes problemas del mundo, podemos sentirnos impotentes. Pero se trata de que cada uno, según sus capacidades y con sus propios "dones", asuma muy concretamente ese "compromiso de Jesús" para que nadie se condene. Nuestra propia familia, nuestro entorno en el que vivimos, trabajamos, estudiamos, en alguno de los muchos espacios de voluntariado, unos en la base, otros más en la cúspide de las organizaciones. Y lo que es más importante, quienes creen en "el Dios de nuestro Señor Jesucristo" lo viven, en la entrega, en el servicio, en la confianza. Querer nadar contracorriente requiere valentía. Ir contra la ideología dominante del gobierno, exige valor evangélico. Acompañar a las personas vulnerables y que sufren mucho, apoyarlas, tocar puertas junto con ellas es fundamental. También es importante dar a otras personas una segunda oportunidad sin prejuicios y contribuir a que reciban el apoyo necesario para ello. Creemos que Dios encomendó esa misión a Jesús. O, en términos tradicionales, que envió a su Hijo para que todos tuvieran vida eterna y nadie pereciera. Quienes se arriesgan a esa fe siempre volverán a dudar y también experimentarán dolor y fracaso, pero llevados por nuestra confianza encontraremos la fuerza para no rendirnos y en ello experimentaremos una profunda alegría.
Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.
- ¿Qué podemos hacer hoy con esta sugerencia de Mons. Romero para nuestra meditación: Repitámoslo mil veces en nuestra meditación y sepamos que este Dios de mi pueblo es "el Dios de nuestro Señor Jesucristo"?
- ¿Cómo vivimos nuestra "fe" como entrega y confianza? Podemos escribirlo y/o compartirlo alguna vez con los demás?
3. ¿Qué riesgos hemos corrido ya al tomar en serio nuestra fe? ¿Cómo hemos superado tiempos oscuros?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo II – Ciclo A, Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 513 - 516