La Iglesia como la conciencia crítica de la sociedad

“Y en esta reflexión no debemos de olvidar que una de las finalidades de la Iglesia es ésta, en el campo político. La Iglesia no pretende poder político ni basa su acción pastoral sobre el poder político ni entra en juego de los diferentes partidos políticos ni se identifica con ningún partido político. Pero la Iglesia tiene que decir su palabra autorizada aun en problemas que guardan conexión con el orden público “cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”. Todo esto es del Concilio.  La Iglesia, pues, defiende los derechos humanos de todos los ciudadanos, debe sostener con preferencia a los más pobres, débiles y marginados: promover el desarrollo de la persona humana, ser la conciencia crítica de la sociedad. La Iglesia tiene que ser la conciencia crítica de la sociedad, formar también la conciencia cristiana de los creyentes y trabajar por la causa de la justicia y de la paz.   Una Iglesia que no cumple estas finalidades con claridad no es la verdadera Iglesia del Evangelio.”

La Iglesia de la cristiandad, la Iglesia de las mayorías en continentes cristianizados, estaba totalmente identificada con el sistema económico, social y político vigente.  Durante varios siglos se ha mantenido así.  A pesar de todo, siempre han habido algunas voces proféticas críticas , pero no tenían el peso de la “voz de la Iglesia”.   La Iglesia, de manera general, promovía más bien obediencia, humildad, respuesta en el más allá, aceptar las condiciones (impuestas) de la vida,…   Lo repetimos, a pesar de las importantes excepciones.

Hoy Monseñor Romero nos repite que una de las finalidades fundamentales de la Iglesia y su misión en la historia es decir “su palabra autorizada aun en problemas que guardan conexión con el orden público “cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”. Todo esto es del Concilio.”    La defensa de los derechos humanos, en todas sus dimensiones, y partiendo “con preferencia de los más pobres, débiles y marginados”.   La Iglesia tiene la responsabilidad histórica de ser la conciencia crítica de la sociedad.  No es la única voz crítica, pero la Iglesia no puede fallar en su aporte decidido.  Para eso la Iglesia asume la condición de vida de los (em-)pobre(cido)s, de los excluidos, de los tratados injustamente, de las personas a quienes se exige renta, de los que tienen que abandonar su casa por las amenazas a sus vidas, de los que ni tienen salario mínimo,…  Y desde esa condición infrahumana la Iglesia tiene la misión de hablar en voz alta y así hacer vibrar la conciencia nacional, la conciencia de todos los sectores de la sociedad.

Es de recordar lo que leemos en la carta a los Filipenses 2,7: que Cristo Jesús tomó la condición de esclavo[1] y llegó a ser humano.   Asumiendo la condición de vida de personas hechas esclavas Jesús se hizo humano.  Eso es también el camino de la Iglesia: asumir hoy la condición de vida de las y los pobres (hechos esclavos, puede ser el mejor resumen), para promover humanidad, para construir humanidad.   Ser voz crítica de la sociedad, a la luz del Evangelio, solo es posible desde la dura realidad de las personas (familias, comunidades) “esclavizadas”, humilladas, destruidas, excluidas, hambrientas,….  Esa voz crítica tiene que ver con la misión de ser “voz de los sin voz”, con la misión de dar voz a quienes han sido callados.   La Iglesia debe estar consciente que tiene la  misión fundamental de ser la conciencia viva en el pueblo, la conciencia profética que señala las heridas, desnuda las causas, fortalece la esperanza de cambio, animando en los pasos nuevos que se va dando.

“La Iglesia tiene que (…) formar también la conciencia cristiana de los creyentes.  Es otro aspecto, ahora al interior de la Iglesia.  Sabiendo que la Iglesia ha estado durante siglos a la par de explotadores y opresores – a pesar de las pocas excepciones – no ha podido ser verdadero fermento evangélico de más humanidad.  De ahí que Monseñor Romero hace una nueva y urgente llamada a promover nuevos procesos de concienciación cristiana de los miembros de la misma Iglesia.  El documento final de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (1968) ha jugado un papel muy importante en ese proceso.  En las comunidades eclesiales de base en El Salvador se comentaba “y Medellín dice[2] tal y tal cosa”.  Estaba abriendo ojos y oídos.  Daba una nueva voz. Daba esperanza y fuerza profética.  Y realmente había nacido una nueva conciencia cristiana al interior de la Iglesia (salvadoreña y latinoamericana).  Era la vivencia de comunidades eclesiales de base, la catequesis y teología de la liberación,  nuevos cantos, el compromiso político popular, y hasta el martirio.  Después llegó – lastimosamente – lo que algunos han llamado “un invierno eclesial” que poco a poco iba congelando la conciencia cristiana, promoviendo religiosidades carismáticas en sus diferentes formas y tonos.  De ahí que este llamado de Monseñor Romero a “formar también la conciencia cristiana de los creyentes” sigue siendo muy urgente.   La inquietud o preocupación no debe ser que somos cada vez menos creyentes activos al interior de la Iglesia en un mundo y en un proceso continuo de secularización, sino, lo que sí debe preocuparnos es la pregunta. ¿qué significamos en este mundo en transformación (o en destrucción)?  ¿Qué significamos como Iglesia en un mundo dominado por la mentalidad neoliberal?   ¿Qué significa la Iglesia en un mundo con nuevos brotes (crecientes) de guerra? ¿Qué mensaje tenemos en procesos políticos que tienden a ser autoritarios?  ¿Quiénes somos como Iglesia en naciones que invierten millones de millones en armamento mientras millones de hermanos/as nuestros/as mueren de hambre?  Esto tiene que ver con la conciencia cristiana de los miembros de la misma Iglesia.  No podemos vivir tranquila y gozosamente en un gueto religioso.   ¿No debería la Iglesia ser cada día más espacio de esperanza en un mundo diferente?  Espacios creyentes donde alimentamos esa esperanza[3] que lo que Dios ha iniciado en la creación  (el planeta) , en nosotros, en cada quien, que lo terminará, lo seguirá perfeccionando, lo llevará hasta la plenitud.  En la medida que logremos vivir esa esperanza estaremos fortaleciéndonos para el tercer aspecto que Monseñor Romero menciona como misión fundamental de la Iglesia.

“La Iglesia tiene que (…)  trabajar por la causa de la justicia y de la paz.”  No basta una nueva conciencia cristiana al interior de la Iglesia, no basta asumir el papel de  conciencia crítica en la sociedad.  Todo esto va estrechamente relacionado con el trabajo arduo y constante “por la causa de la justicia y de la paz”.     Esta práctica revelará la verdad de nuestra conciencia cristiana y será el complemento a la misión como conciencia crítica en el pueblo.   Hay tareas pequeñas, a nivel cercano o comunal, pero también hay tareas (políticas y económicas) mayores.   Ojalá que desde la Iglesia, con esa conciencia cristiana clara, haya también personas que pongan sus capacitades económicas y políticas al servicio de los procesos de cambio, arrancando de raíz las estructuras injustas y construyendo nuevas estructuras y procesos justos, que pueden llevar a la cosecha de la paz. 

Terminamos esta reflexión con la última frase de esta cita de Mons. Romero “Una Iglesia que no cumple estas finalidades con claridad no es la verdadera Iglesia del Evangelio.”   Solo un verdadero profeta evangélico puede decir esto, cumpliendo él mismo con esa misión, fiel hasta el martirio.  Esta finalidad, esta misión de la Iglesia no puede fallar. Hoy lo vemos con más claridad y con más responsabilidad. Es tarea de cada uno/a. Cada quien deberá ubicarse en algún espacio concreto donde hay inhumanidad para ser esperanza y fermento de más humanidad, mas solidaridad, más fraternidad.   Es tarea también del conjunto de la Iglesia, en sus diferentes niveles de estructuración.  No podemos fallar, sino “no seremos la verdadera Iglesia del Evangelio”.  No tengamos miedo.

Reflexión para el domingo 19 de marzo de 2023.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía en el cuarto domingo de cuaresma, ciclo A , del 5 de marzo de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.304 -305.

[1] En algunas traducciones se dice que asumió la condición de servidor.  Tenemos entendido que el texto original realmente dice “esclavo”, o sea una persona esclavizada, hecha esclava por otras personas.

[2] En la Parroquia de Zacamil, Mejicanos, El Salvador, al inicio de los años 70 del siglo pasado hasta policías y guardias habían oído la expresión de “Medellín dice”, e investigaban: ¿Quién es ese Medellín? ¿Dónde está Medellín?, para capturarlo!!!

[3] Carta a los Filipenses  1,6

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