Renuévanos por dentro con la justicia y la santidad.
| Luis Van de Velde
“Señor, yo no quiero ser un hombre viejo. Señor, yo no quiero ser rémora en el progreso de mi patria. Señor lejos de mi pertenecer a las bandas de los asesinos salvadoreños. Señor ten misericordia de tantos criminales, intelectuales y materiales. Señor, cambia el corazón de los que gobiernan y de los gobernados; cambia Señor, el corazón de la patria, renuévanos por dentro con la justicia y la santidad. A los que les has dado la valentía de luchar por una patria nueva y se esfuerzan en las reivindicaciones del pueblo, hazles comprender que no gasten sus energías solamente en el pan que llena el estómago, sino que se eleven a luchar y morir, porque cuando uno muere, como han muerto los sacerdotes, con ideales del Reino de los cielos, como están tendido hoy el querido padre Macías, allá en San Esteban Catarina, uno piensa: Estos son los caminos que hay que seguir. Mueren, pero siguen viviendo.”
Acercándose a la celebración de la fiesta del Divino Salvador del Mundo Monseñor Romero termina su homilía dominical con esta oración. En su homilía ha comentado el asesinato del Padre Macías el día 4 de agosto de 1979.
Monseñor Romero ha hecho muchas llamadas a trabajar incansablemente por arrancar de raíz las estructuras injustas. Las luchas reivindicativas y revolucionarias de los años 70 y 80 del siglo pasado tenían como horizonte ese cambio radical (de raíz). Los Acuerdos de fin de guerra solo abrieron nuevamente un espacio político (cierta democratización formal, nueva policía, procuraduría de los derechos humanos, nuevo papel para el ejército, …), pero no tocaron en nada la dimensión económica (las estructuras económicas tan injustas). Más bien se consolidó el sistema capitalista neoliberal globalizado. La lucha sigue, ….
En esta cita de Monseñor nos invita a tomar conciencia de una revolución mucho más profunda. Nos habla de cambiar el corazón y de renovarnos por dentro con la justicia y la santidad. Es una llamada a las personas en los diferentes niveles de gobierno y al pueblo en general. Nos pide a cada uno/a transformarnos por dentro.
Monseñor menciona en esta cita dos dimensiones de esa necesaria y urgente transformación personal: la justicia y la santidad.
El término justicia se relaciona con el sistema judicial (que debe aplicar las leyes con justicia), con la estructura económica (que debe crear y tener oportunidades reales y concretas para una vida digna para todos y todas), con el trabajo político (que debe elaborar leyes justas en defensa de la vida, la humanidad y la naturaleza y administrar con justicia a todo nivel). Monseñor nos pide ahora que también a nivel personal actuemos con justicia. No es solamente un asunto de estructuras, sino también tiene una dimensión personal: ¿cómo actuamos en relación con las otras personas, especialmente en cuanto a personas y familias más pobres que nosotros/as? En un sistema injusto, tan fácilmente reproducimos la injusticia desde nuestro propio corazón. El sistema injusto nos contagia, en un proceso mucho más dañino que covid-19. Revisemos esto en el ámbito del trabajo, de las empresas, y de las organizaciones populares (incluido las ong’s), en el ámbito político, en las escuelas, y hasta en relación con personal en servicio doméstico (ahí donde hay).
La segunda dimensión de cambio de corazón tiene que ver con la santidad. Desde las Iglesias y aún más desde las devociones más populares se considera santa a personas muy religiosas, piadosas, cumplidoras con ritos. Sin embargo creemos que se debe aplicar la santidad como una característica profundamente humana que se concretiza en el actuar político, social, cultural y económico. La santidad es la expresión más radical para hablar de la humanidad. Desde la tradición cristiana nuestro punto de referencia es siempre Jesús de Nazaret como alguien que ha vivido hasta en el extremo “su humanidad”, realmente como “imagen inconfundible del Dios de la Vida”. Da lástima y pena que en la iglesia romana la declaración formal de la santidad de una persona dependa de algo que llaman “milagro”, o un acontecimiento (hasta ese momento) no explicable científicamente y por eso interpretado como una intervención sobrenatural (¿). La santidad de una persona debería de reconocerse en la radicalidad de su humanidad, de vivir o haber vivido como imagen de Dios, es decir según las dimensiones del Reino de Dios: justicia, fraternidad, solidaridad, igualdad, libertad, misericordia, amor sin reservas,…. Monseñor Romero nos pide hacer esa gran transformación en nuestra vida: vivir la santidad, es decir, vivir con radicalidad y hasta el extremo, la humanidad, imagen del Dios de la Vida.
Llama la atención que Monseñor Romero termina su homilía en forma de oración. Son oraciones estrechamente relacionadas con la dura realidad violenta que sufre el pueblo. Sus palabras de 1979 parecen ser literalmente aplicables a la realidad de la violencia que el pueblo salvadoreño ha vivido a partir de los Acuerdos que terminaron con la guerra. Ya no eran el ejército y la guerrilla, sino las mal llamadas “pandillas”, “maras” : “las bandas de los asesinos salvadoreños”. Con más asesinados que durante los 12 años de guerra. En su oración se dirige al Señor, el Salvador del Mundo, por quienes cometen tantos crímenes y espera que haya misericordia. Pero sobre todo llama a cambiar el corazón de la patria. Es responsabilidad de todos/as. Nuestra oración por la paz, fruto de la justicia, debe concretarse en el cambio de corazón para que las organizaciones populares y sus luchas reivindicativas de verdad logren aportar para el bienestar de todos y todas. El futuro del país no depende de los gobernantes, resultantes de elecciones, sino y en primer lugar del pueblo organizado, pero un pueblo que ha cambiado su corazón; un pueblo organizado que vive internamente los valores del Reino de Dios. Oremos. Resistamos. Luchemos por la justicia. Seamos testigos de “otro mundo posible”. No tengamos miedo.
Reflexión revisada y ampliada para el domingo 4 de agosto de 2024. (Reflexión original escrita para el domingo 1 de agosto de 2021. ) Homilía en la liturgia del 18° domingo del tiempo ordinario del calendario litúrgico. Homilías Monseñor Oscar A Romero, Toma V, Ciclo B, UCA editores. San Salvador. página 183