El divino Salvador, solución de todos nuestros problemas”.

17º domingo ordinario - B - Jn 6,1-15    28 de julio de    2024

Monseñor. Romero llama a este sermón “El divino Salvador, solución de todos nuestros problemas”.  Tomamos dos citas de esta homilía:  

“Las soluciones humanas ¡qué raquíticas son! Felipe, cálculos económicos: “Doscientos denarios apenas ajustaría para dar un bocado a cada uno”.  O la solución de Andrés, conciencia de la limitación: “¿Qué hacemos con tanta gente?”.  Y la respuesta de Cristo, por encima de los cálculos de los técnicos, el milagro: toma el pan en sus manos, lo bendice y comienza personalmente a repartirlo. Pero antes ha pedido una colaboración. “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y unos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?”. “Tráiganlos”, dice Cristo. Y aquel tiene que desprenderse de lo que es su sustento; lo necesita y, sin embargo, lo da,  Y de allí sale la multiplicación que sacia a todos y todavía recogen doce canastos.” [1]

“Porque Cristo no quiere hacer solo la multiplicación  de los panes, comenzó dialogando con Felipe, comenzó pidiendo parecer de Andrés, recogió los cinco panes del muchacho pobre.  (…)Dios quiere la participación de los hombres. La participación de los hombres, sin la cual los problemas de la patria seguirán lo mismo. Por eso, debían de creerse los que están en el gobierno o en el poder económico que ellos no son dioses; que cuanto más endiosen, que cuanto más endiosen los falsos ídolos de barro de la tierra, serán más repugnantes al Dios;  que si fueran más humildes y se unieran con Dios, solucionarían los problemas. (…) Por eso, llamamos a la conversión. (…) Porque la Iglesia es madre, les dice también a los ricos y a los poderosos: ¡conviértanse, hijos! (…) No hagan leyes solo para defender su minoría. Hagan leyes para defender a los pobres. Admitan en diálogo no solamente a la gente que piensan como ustedes, admitan también al campesino que se muere de hambre y por morirse de hambre, se organiza no para la subversión, sino para sobrevivir.”. [2]

En su homilía Mons. Romero analiza varias dimensiones del significado de la multiplicación del pan. Para nuestros aportes tomaremos una de ellas: la participación de las personas como condición de una sociedad sana, como dinámica inherente del Reino de Dios en esta historia.

Jesús consulta y pide propuestas a sus asociados. El texto de Juan menciona a Felipe y Andrés. Monseñor. Romero llama a esto “las soluciones humanas ¡qué raquíticas son!”  que en realidad no ofrecen ninguna solución: ¡no podemos manejarlo! Luego viene la participación de un niño, alguien que como niño no significaba nada en la sociedad judía de la época. Quizás ya estaba (¿en secreto?) comiendo los sándwiches que trajo cuando los discípulos lo vieron. La participación del niño, el paso que dio al entregarle su propia comida que tanto necesitaba, la confianza que tenía en que algo bueno sucedería, resultaron ser decisivos. Entonces la oración de acción de gracias fue suficiente. El ejemplo del niño abrió aún más ojos y corazones. De todos modos, hubo más que suficiente para todos.

Para Mons. Romero, esta es una catequesis sobre cómo Dios muestra en Jesús que cuenta con la cooperación de las personas. Su Reino no puede abrirse paso sin la participación activa del pueblo. Quizás no sepamos cómo hacerlo todo, pero juntos es posible. "Sin la participación, los problemas del país seguirán siendo los mismos". Esto se confirma una y otra vez. La democracia formal (elecciones) no significa en absoluto participación activa de la población. Monseñor. Romero ha hecho varios llamados a toda la nación para que se organicen activamente y defiendan juntos sus derechos básicos en la sociedad. En la homilía de hoy hace un fuerte llamamiento a las familias ricas (poder económico) y a los políticos.

Por eso, debían de creerse los que están en el gobierno o en el poder económico que ellos no son dioses; que cuanto más endiosen, que cuanto más endiosen los falsos ídolos de barro de la tierra, serán más repugnantes al Dios;  que si fueran más humildes y se unieran con Dios, solucionarían los problemas. (…) Por eso, llamamos a la conversión”. El arzobispo pone el dedo en la llaga de muchos países latinoamericanos: aquellos líderes de gobierno que siempre se presentan como el único candidato elegible,  se consideran dioses, ídolos a los que hay que seguir servilmente, a los que hay que adorar y a los que todos deben hacer la vista gorda para obedecer. ¡Él llama a la conversión! Sean humildes.

Les dice especialmente a los parlamentarios: no hagan leyes sólo para defender a su minoría. Hacer leyes para defender a los pobres”. Y a los gobiernos: “Admitan en diálogo no solamente a la gente que piensan como ustedes, admitan también al campesino que se muere de hambre y por morirse de hambre, se organiza no para la subversión, sino para sobrevivir”. Donde hay más concentración de poder, el clamor de justicia de quienes tienen hambre se entiende como subversión, como odio al gobierno. Y cuando aquella gente hacía oír su voz en la calle, en tiempos de Mons. Romero ha sido llamada  “comunistas”, hoy los llaman “terroristas”, “traidores a la patria” (en Nicaragua). Y luego con todas las consecuencias que eso conlleva.

También en Europa los parlamentos y los gobiernos muchas veces deciden por encima de las cabezas de sus propios pueblos, quienes los eligieron. También aquí hay muy poca experiencia en escuchar lo que sucede en la gente. Las posiciones ideológicas y el oportunismo (personal o partidista) a menudo parecen más importantes que la voz de aquellos a quienes la sociedad no les proporciona suficiente calidad de vida. Pero las organizaciones también son débiles desde abajo, demasiado divididas para permitir que las voces de quienes tienen dificultades (en todas las dimensiones de la vida) sean escuchadas hacia arriba.

La práctica concreta de Jesús en el ejemplo de la multiplicación de los panes es una llamada a la participación activa en todos los ámbitos de la vida. Y el ejemplo del niño es siempre fundamental: renunciar a los propios intereses (incluso a los que se necesitan) para que haya vida suficiente para muchos. Monseñor. Romero dice: “Y él –el niño– tiene que “desprenderse de lo que es su sustento; lo necesita y, sin embargo, lo da,  Y de allí sale la multiplicación que sacia a todos”.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Qué han inspirado y significado en mi práctica religiosa hasta ahora las historias de la multiplicación del pan? ¿Qué aprendemos de eso?
  2. ¿Cómo podemos seguir la llamada profética de Mons. Romero en este texto para hablar a la elite económica y política de nuestro entorno?
  3. ¿Qué significa este texto de Mons. Romero acerca de nuestra motivación para participar activamente en la construcción de nuestra sociedad? ¿En qué áreas podemos y queremos levantarnos en la barricada por el bienestar general de más personas (vulnerables)?

[1] Homilía en la liturgia del 17de domingo ordinario – B, 29 de julio 1979.   Homilías. Monseñor Oscar Romero,  Tomo V, Ciclo B, UCA Editores, San Salvador, 2008,  p. 157

[2] O.c.   p.167-168

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