Bach, preludio y fuga BWV 549



¡Feliz domingo! Así como quien no quiere la cosa hemos llegado a mitad de mes y, para celebrarlo, ¿qué mejor que la música de Bach para ello? Los poderosos sonidos del órgano se meten en nuestros sentidos de una forma que no nos deja indiferentes. Creo que quizá sea esa la característica más importante de la música bachiana: que nunca nos deja indiferentes. La obra de hoy no es de las más conocidas pero ya desde el comienzo nos indica que estamos en presencia de algo poderoso.

Te voy a contar algo de la vida de Johann Sebastian Bach (1685-1750), maestro alemán nacido en Eisenach. El nombre compuesto que tenía, esas famosas J. S. tiene su explicación. El de Johann lo tomó de su padre, Johann Ambrosius. Quizá esto parezca evidente, y lo es. Pero, ¿qué pasa con el segundo? Al domingo siguiente del nacimiento del pequeño, su padre y Sebastian Nagel, músico de la vecina localidad de Gotha y amigo del padre, se reunieron en Iglesia de San Jorge de Eisenach para bautizar al niño. La madre no podía asistir según las normas luteranas ya que debía seguir un proceso de purificación tras al parto. Nagel fue el padrino del pequeño (Johann Georg Koch fue el otro) y el que lo sostuvo en el momento del bautizo. De él, de Sebastian Nagel, tomó nuestro famoso músico su segundo nombre.

Hoy nos toca disfrutar de otra maravilla suya para órgano. Se trata del Preludio y fuga en do menor, BWV 549. Es probable que date de su época de Arnstadt en la que sirvió como organista en la Neue-Kirche; pudo ser el resultado el estudio de la obra de Buxtehude. El preludio se abre de forma austera, con el tema en el registro grave del pedal, que empieza a solo (de ahí el poderío que te comenté). Está llena de motivos triples, que parece que en algunos momentos iluminan la pieza, que no deja de tener ese carácter sombrío. La fuga comienza de forma tranquila pero poco a poco va construyendo una poderosa arquitectura, sin abandonar el ambiente general de la obra. Termina la obra de una forma triunfante, con pasajes rápidos, quizá aportando un rayo de luz a tan intensa composición.

La partitura de esta obra puedes conseguirla aquí.

La interpretación es de Ton Koopman al órgano Müller de la Waalse Kerk en Ámsterdam.

Volver arriba