Sonata patética

Sonata patética, Beethoven

¡Feliz martes! En mi modesta opinión creo que el título de la obra de hoy (el del post) es lo suficientemente conocido como para que casi sobren las palabras. Sin embargo, algo tendremos que decir de ella así como de su compositor, que no va a ser otro que el sordo genial de Bonn. Ya sabes que estamos en el año de su aniversario así que vamos a disfrutar de su música un par de veces al mes.

Ludwig van Beethoven

Primero, como siempre algo de Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn. Una de las características que siempre se asocia con Beethoven es, valga la redundancia, su carácter. Parece ser que esto lo traía de nacimiento puesto que su padre también tenía una condición bastante difícil. Continuamente le estaba gritando al pequeño y o trataba con bastante rudeza. Desde pequeño vio el talento de su hijo y empezó a enseñarse a tocar el teclado, algo que probablemente se reduciría a tocar el clave o el clavicordio (el piano era bastante caro). Cuando lo aprendió (bastante pronto, por lo visto) enseguida hizo que su hijo aprendiese violín y viola para que tuviese oportunidad de poder tocar en la orquesta de la corte. En realidad, Johann van Beethoven (que así se llamaba el padre) pretendía que su hijo llegase a ser maestro de capilla de dicha corte. Se trataba de un puesto que él nunca había podido conseguir (lo que lo mantenía algo frustrado) pero que su padre, Ludwig, a quien el nieto admiraba tanto, como te conté la semana pasada, sí lo había sido y con éxito.

Una de sus obras más conocidas es la que vamos a escuchar ahora. Se trata de su Sonata para piano n.º 8 en do menor, op. 13. El propio compositor subtituló la pieza (algo raro) llamándola Grande sonate pathétique, de donde se le ha quedado el título; fue compuesta en 1798 y está dedicada al príncipe Karl von Lichnowsky. Se trata de la sonata más temprana del compositor que consiguió un gran éxito. El primer movimiento está marcado como Grave-Allegro di molto e con brio. Se inicia con una introducción lenta que ya muestra el primer tema. La exposición se desarrolla con unos impresionantes trémolos en octavas y continuamente está mezclando la angustia con la interrogación y cierto sentimiento de intranquilidad. El segundo movimiento es un Adagio cantabile, famoso donde los haya y con un bello sonido otoñal pero no exento de tensión dramática. Termina la composición con un Rondó Allegro. En realidad es el segundo rondó porque el segundo movimiento casi también lo es. Los arpegios de la mano izquierda acompañan un sentimiento brillante pero lleno de melancolía, que es el que recorre la sonata de principio a fin.

La partitura de la obra puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Daniel Barenboim al piano.

Volver arriba