El amor de la cuna

¡Feliz viernes! Siempre alrededor de una cuna hay mucho amor: del bebé hacia los padres y viceversa. En este caso, el amor es algo más alegórico puesto que quien duerme no va a ser un niño normal sino un pequeño dios... el dios del amor.

Primero, el compositor: François Couperin (1668-1733), compositor francés nacido y fallecido en París. Dos compatriotas suyos, Debussy y Ravel, lo calificaron como el epítome de la música francesa y sus contemporáneos lo calificaban como «el grande». Se dice de él que es «el músico poeta por excelencia que creía en la habilidad de la música para expresar el conflicto entre la pasión y el autocontrol personales». En la cúspide de su carrera era considerado el más reputado profesor de clave y órgano. En 1716 decidió recoger todo lo que sabía en su famoso tratado L'art de toucher le clavecin. Era organista de la iglesia de San Gervasio de París pero cuando su salud se vio mermada se las apañó para pasarle sus obligaciones a su sobrino Nicolás, algo que ocurrió en 1723.
Una de sus bellas composiciones se titula Le Dodo, ou L'Amour au Berceau, que pertenece a su Orden XV de obras para clave. Dodo es una palabra francesa para una canción de cuna y el amor del título se refiere al dios Cupido. Y la obra es un poco mezcla de todo porque escuchamos a la mano izquierda que ejecuta un bajo a modo de canción de cuna y la derecha que canta una increíble melodía amorosa. El maestro introduce en la obra variaciones entre el modo mayor y el menor de forma que a veces ese sueño casi parece una pequeña pesadilla. O quizá Couperin lo que hace es explorar el doble filo de la espada del amor, dulce pero a la vez afilado. Una obra maravillosa que está compuesta en ese gran estilo al que el francés nos tiene acostumbrados.
Una de sus bellas composiciones se titula Le Dodo, ou L'Amour au Berceau, que pertenece a su Orden XV de obras para clave. Dodo es una palabra francesa para una canción de cuna y el amor del título se refiere al dios Cupido. Y la obra es un poco mezcla de todo porque escuchamos a la mano izquierda que ejecuta un bajo a modo de canción de cuna y la derecha que canta una increíble melodía amorosa. El maestro introduce en la obra variaciones entre el modo mayor y el menor de forma que a veces ese sueño casi parece una pequeña pesadilla. O quizá Couperin lo que hace es explorar el doble filo de la espada del amor, dulce pero a la vez afilado. Una obra maravillosa que está compuesta en ese gran estilo al que el francés nos tiene acostumbrados.
La interpretación es de Simone Stella al clave.