Por las rocas del pecado



¡Feliz jueves! No voy a proponerte ningún tipo de tratado moral y vamos a tener ningún tipo de discusión sobre el pecado y sus formas. No es este el lugar porque aquí hablamos de música; bueno, más bien la escuchamos. Hoy aparece por aquí una mujer que creo que nos ha acompañado alguna vez. En este caso la música que te traigo hoy es sorprendentemente bella. Un ejemplo más de que la música contemporánea no tiene por qué ser difícil de captar y de escuchar.

Esa acompañante es Judith Weir (1954), compositora británica nacida en Cambridge. Comenzó tocando el oboe y luego estudió composición con John Tavener. En la Universidad de Cambridge, donde estudió, tuvo por profesor a Robin Holloway. Luego fue ella la que se encargó de enseñar, tanto a jóvenes como a adultos. Pasó a componer diversas óperas que fueron estrenadas con éxito. En la década de 1990 era compositora en residencia de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham y, por tanto, recibió varios encargos que fueron estrenados no solo por ese conjunto sino por otras prestigiosas orquestas de todo el mundo. Ha sido profesora visitante en Princeton, Harvard y Cardiff y en 2014 fue nombrada maestra de la música de la reina en el Reino Unido, sucediendo así a Peter Maxwell Davies. Su obra ha sido ampliamente grabada en diversos cedés y también por prestigiosos conjuntos. Se trata de una compositora que está en la cresta de la ola de la composición europea e internacional.

Vamos a escuchar hoy Roll off the Ragged Rocks of Sin, que puede traducirse como «Ruedan las irregulares rocas del pecado». Es una composición para piano escrita en 1992 y basada en el aria «Wer Bist du? Frage dein Gewissen» de la cantata BWV 132 de J. S. Bach. Se sugiere que durante (o antes de) la interpretación de la pieza se lea el texto de dicha aria. Fue un encargo de Nicolas Hodges, quien le pidió a varios compositores que reflexionasen sobre la música de Bach en obras para piano. Se trata de una obra muy delicada y con un encanto especial, llena de fuerza pero también de ternura. Una verdadera delicia que nos acerca poco a poco a los misterios más grandes de nuestra fe.

La interpretación es de Grace Francis al piano.

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