Aventura del Retablo de Maese Pedro en El Quijote

◊ Don Quijote no deja títere con cabeza, reprochando al titerero las mentiras de sus títeres ◊
Articulación diegética: Aventura del titerero o del Retablo de Maese Pedro
Texto ilustrado por Gustave Doré e interpretado pictóricamente por Salvador Tusell
" —No faltaron algunos ociosos ojos, que lo suelen ver todo, que no viesen la bajada y la subida de Melisendra, de quien dieron noticia al rey Marsilio, el cual mandó luego tocar al arma; y miren con qué priesa; que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.
—¡Eso no! —dijo a esta sazón don Quijote—. En esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías, y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate."
El Q. II.26.18-19.
Légende de l'édition française :
[Tome II. Seconde partie. Pl. en reg. p. 216 : Don Quichotte, Sancho Panza et les clients de l'hôtellerie regardant le spectacle de marionnettes de maître Pierre.] "J'ai grand' peur qu'on ne les rattrape et qu'on ne les ramène attachés à la queue de leur cheval".
Contexto del texto ilustrado:
Capítulo Veintiséis. Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero con otras cosas en verdad harto buenas.
Aventura del titerero o del Retablo de Maese Pedro.
18. —No faltaron algunos ociosos ojos, que lo suelen ver todo, que no viesen la bajada y la subida de Melisendra, de quien dieron noticia al rey Marsilio, el cual mandó luego tocar al arma; y miren con qué priesa; que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.
19. —¡Eso no! —dijo a esta sazón don Quijote—. En esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías, y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es un gran disparate.
20. Lo cual oído por maese Pedro, cesó el tocar, y dijo:
21. —No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representan por ahí, casi de ordinario, mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera, y se escuchan no sólo con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue, muchacho, y deja decir; que como yo llene mi talego, siquiere represente más impropiedades que tiene átomos el sol.
22. —Así es la verdad—replicó don Quijote.
23. Y el muchacho dijo:
24. —Miren cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en siguimiento de los dos católicos amantes; cuántas trompetas que suenan, cuántas dulzainas que tocan y cuantos atabales y atambores que retumban. Témome que los han de alcanzar, y los han de volver atados a la cola de su mismo caballo, que sería un horrendo espetáculo.
El Q. II.26.18-24.
|| maese Pedro: Una curiosidad: «maese Pedro», el galeote Ginés de Pasamonte metamorfoseado en titiritero, aparece cuarenta y cinco veces, mientras que «maese Nicolás», el barbero amigo de don Quijote, aparece solamente quince veces.
• Dos proverbios: «Más vale dar buen pedo ke dinero a maese Pedro». «Más vale dar buen trueno ke dinero a maestre Pedro.», Corr. 539.a.
• Prosopografía: El narrador caracteriza a maese Pedro mediante rasgos que significan a un mismo tiempo la profesión histriónica del titerero y la mistificación del disfraz que encubre a Ginés de Pasamonte: traje de camuza, parche de tafetán verde en el ojo, etc.
• Maese Pedro hace su entrada en la venta aragonesa justo cuando «el hombre condutor de las armas» para la batalla del rebuzno termina de contar la historia de este altercado:
«Y con esto dio fin a su plática el buen hombre, y en esto, entró por la puerta de la venta un hombre todo vestido de camuza, medias, greguescos y jubón, y con voz levantada… Olvidábaseme de decir cómo el tal mase Pedro traía cubierto el ojo izquierdo y casi medio carrillo con un parche de tafetán verde, señal que todo aquel lado debía de estar enfermo»
El Q. II.25.6 & 9. ® Ginés de Pasamonte ® Barbero
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II.25-27. Es muy posible que esta inserción se deba a una imitación por Cervantes de su plagiario Avellaneda: «a pesar de que la obra espuria se menciona en la de Cervantes solamente a partir del capítulo LIX, no es imposible que el episodio de Maese Pedro (II.26) estuviese inspirado en el capítulo XXVII del de Avellaneda, en el cual unos representantes ensayan "la grave comedia de El testimonio vengado, del insigne Lope de Vega Carpio".», F. Gª Salinero, DQA, Introducción, p. 23. He aquí el momento en que el falso don Quijote interrumpe la representación, cual lo hace el verdadero con el Retablo de Maese Pedro:
«cuando don Quijote vio a la mujer del autor, a quien él tenía por su hija, tan afligida, por hacer el personaje de la reina, a quien se levantaba el testimonio, y por otra parte, advirtió que no había quien defendiese su causa, se levantó con una repentina cólera. diciendo:
—Esto es una grandísima maldad, traición y alevosía, que contra Dios y toda ley se hace a la inocentísima y castísima señora reina; y aquel caballero que tal testimonio le levanta es traidor, fementido y alevoso, y por tal le desafío y reto luego aquí a singular batalla, sin otras armas más de las con que ahora me hallo, que son sola espada.», DQA, XXVII.29-30.
• La historia que va a narrar el muchacho y que los títeres representan es una adaptación al estilo burlón y cómico de la leyenda contada en un romance juglaresco de tema seudocarolingio, publicado en pliegos sueltos en las primeras décadas del siglo XVI y recogido en el Canc. de rom., s.a., f. 55-65: «Romance de don Gayferos que trata de cómo sacó a su esposa que estaua en tierra de moros».
• Gayferos (supuesto ser uno de los Doce Pares) se pasa el tiempo en París jugando a los dados, sin preocuparse de la suerte de su esposa, que ya lleva siete años en el cautiverio. Instado por las quejas del Emperador, que le recuerda su obligación, arrebatadamente decide ir solo a rescatar a Melisendra, pero tiene que pedir prestados a Roldán su caballo y sus armas. Llega a Sansueña, donde Melisendra está prisionera del rey Almanzor, y la reconoce en una ventana. Huyen los dos de Sansueña, perseguidos por los moros. Gayferos, mirando hacía atrás, ve ya muy cerca a los perseguidores y hace a Melisendra apearse y entrar en una espesura, mientras él combate con los moros; los vence y finalmente llegan triunfantes a París.
• El romance funde dos temas distintos, pero a ambos se les podría señalar fuentes en la mitología. El primero es el rescate de la esposa cautiva entre moros. El otro es la huída de los amantes y el combate del caballero con los perseguidores y retorno triunfal a su patria. El primero pertenece a leyendas del ciclo carolingio; el segundo deriva probablemente de las leyendas germánicas de Walter de España que huyó de la corte del rey huno Atila, (Menéndez Pidal [cxxvii]) .
• MdeRiquer nos recuerda que la historia de Gayferos y Melisendra se representaba con frecuencia en un teatro de Madrid, lo cual se hizo en particular para el Corpus de 1609.
• «En la composición de todo el fragmento, y de modo explícito en los comentarios del trujamán y en las intervenciones de maese Pedro y sobre todo de DQ aparecen apuntes claves sobre el proceso de la creación literaria y dramática, como el rechazo de digresiones impertinentes y de la afectación, o el juicio negativo (quizá dardo envenenado contra Lope) sobre la inverosimilitud de las comedias modernas (a propósito de la reprensión quijotesca sobre el hecho de sonar campanas en Sansueña).
El trujamán, artista de la palabra, cuya labor tiene claras dimensiones de oralidad, adapta su discurso sobre la marcha, aceptando las recomendaciones de DQ, y en este discurso cruzado y en su compleja interrelación nos trasladamos de la inicial recepción distanciada y reflexiva, a la interiorización ingenua de la acción dramática, que lleva al espectador DQ, enajenado por lo que ve en el retablo, a intervenir atacando a los perseguidores de Gaiferos y Melisendra, destruyendo las figurillas a mandobles; reacción que supone, desde otro punto de vista, un caso de justicia poética, con cierta revancha del hidalgo sobre el pícaro, pendiente desde la aventura de los galeotes.
La aceptación de la ficción teatral como realidad es otro de los temas usuales en el siglo XVII, y tiene múltiples matices en todas las obras que explotan el tópico de la vida como teatro, y viceversa, con diversos niveles de ilusionismo teatral, explorados por el mismo C. en otras obras como el Pedro de Urdemalas o El retablo de las maravillas.», Ignacio Arellano, en Rico 1998 b, 156.
• La aventura del Retablo de Maese Pedro aparece, en relación con el conjunto de la novela, como una miniatura de toda la obra. En ella se observan las típicas relaciones cervantinas entre el conjunto de responsables de la autoría, la tela de araña del relato, los personajes con su autonomía, y como lector in fabula el público, leyente u oyente, con su libertad de albedrío y derecho de expresión. Lo cual significa que se observa también el continuo vaivén que vivifica toda la obra entre objetividad y subjetividad, entre protagonismo y participación, y por consiguiente, entre competencia creativa de los narradores y creatividad personal de los personajes, cuya mayoría se compone progresivamente, a medida que la fábula avanza, de lectores del texto precedente.
Fuentes:
Ilustración:
SaGaBardon
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