JESÚS SE CONMOVIÓ DESDE LAS ENTRAÑAS

Primer Miércoles de Adviento
02/12/15
Mateo 15,29-37


El Evangelio que hoy hemos compartido, me hace reflexionar en torno a algunas actitudes de Jesús, es decir, tratar de adentrarme en la ética, en la moral, en los valores y principios de humanidad que mueven a Jesús de Nazaret. En otras palabras, quiero que logremos interiorizar que Jesús, siendo Dios Verdadero, es también Hombre verdadero. Hace aproximadamente 1800 años, en lo que hoy es Turquía, apareció una corriente teológica que sostenía que Jesús no era verdadero hombre, es más, se decía que sólo era un hombre en apariencia, lo que se conoce como el docetismo, palabra que proviene del griego dokeo que significa máscara o apariencia. ¿Qué consecuencias puede tener esta afirmación, que fue condenada por la Iglesia como herejía?

1. En primer lugar, negar la Encarnación, el que el Verbo de Dios, Jesucristo, segunda persona de la Trinidad, se haya hecho verdadero hombre naciendo de María (Cf. Jn 1,14). La Encarnación representa un escándalo, porque el que es totalmente trascendente, totalmente perfecto y todopoderoso, quiso libremente compartir nuestra condición humana finita, condición que sabe del sufrimiento, del hambre, de la sed, del dolor, la traición y la muerte. Pero condición que también conoce las alegrías, las esperanzas, los pequeños triunfos de cada día.

2. En segundo lugar, volver a un docetismo pastoral y eclesial. Para muchas personas, especialmente de edad, hablar de la humanidad de Jesús les parece inconcebible. Muchas veces nos hemos imaginado a un Jesús lejano, despreocupado de nuestra situación humana, más Dios que hombre. Nos resistimos a pensar por ejemplo en si es posible que Jesús de joven se hubiera enamorado de alguna chiquilla que vivía en Nazaret. Del momento en que nos negamos hablar de la humanidad de Jesús estamos construyendo un Dios a nuestra medida, un Dios a nuestra conveniencia, no al Dios que históricamente se reveló en aquél que, como dice el Evangelio de hoy, se compadece y le duele ver al pueblo hambriento.





El Evangelio de hoy nos pone en sintonía con la humanidad de Jesús. Veamos por qué. (1) El texto se divide en dos escenas: en primer lugar, las numerosas curaciones que Jesús obra junto al lago de Galilea. Galilea representa para el pensamiento bíblico una tierra impura y marginada por su situación de límite con el mundo pagano. Era la puerta de salida y entrada para tierras no judías y por ende tierras que estaban fuera de la Alianza que Dios había pactado sólo con Israel. En las tierras impuras Jesús sana y acoge a los impuros y a los marginados a causa de sus enfermedades, enfermedades que eran interpretadas como consecuencias de los pecados de la persona. A Jesús acuden las multitudes esperanzadas de ser sanadas. Se vive en ese Monte un verdadero Adviento. Este tiempo es el de la esperanza en que el día de la liberación está próxima. El Mesías Jesús está obrando la liberación junto al lago de Galilea.

2. Luego de este sumario de curaciones, viene una narración conocida: la multiplicación de los panes. Jesús comienza tomando la palabra y la traducción que la liturgia le asigna a este texto es la siguiente: “me da pena esta gente”, pero si buscamos el texto de la Biblia de los hermanos evangélicos la traducción no deja de llamarnos la atención: “esta gente me parte el corazón”. Pero si buscamos todavía el texto griego original, la traducción es más interesante aún: “Me conmuevo desde las entrañas”. Las entrañas, para el Antiguo Testamento, se traduce por rehem, y hacen referencia al seno materno, a lo más íntimo de la persona, en buen chileno, a la guata. Jesús le duele en la guata que la gente no tenga pan para comer, sabiendo que habían estado con él tres días.

Tres días… los mismos que él habría de estar en la tumba. Parece que es un número simbólico que habla de una preparación, de un tiempo previo a. Luego de esos tres días él resucita, luego de los tres días de predicación y sanación él alimenta a los hambrientos. Donde hay pan, allí está Dios y el Reino. No podemos separar el pan material del pan de vida. Está bien que el pueblo tenga hambre de Dios, pero no está bien que tenga hambre de pan. Con Jesús hay abundancia de pan, porque todos comen hasta saciarse y aún así sobra para los que no están.

Jesús se conmovió desde las entrañas. Jesús manifiesta hoy toda su humanidad, humanidad que es justamente dignificar al deshumanizado, al marginado y al explotado por este sistema del dinero, dignificar al que tiene hambre de pan y de justicia. Jesús se conmueve desde las entrañas, pero ¿nosotros nos conmovemos desde las entrañas? ¿Nos duele el dolor de los otros o sólo vivimos nuestro metro cuadrado? Que María, mujer que tiene entrañas de misericordia, que se conmueve ante el dolor de los pobres, nos ayude a tener un corazón de misericordia.
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