A cinco años de la publicación de la encíclica "Laudato Si’" (1) Victorino Pérez Prieto: "Laudato Sí, una encíclica única y revolucionaria en la historia del Magisterio de la Iglesia"

El Papa de la Laudato sii
El Papa de la Laudato sii

Consciente de la gravedad del momento –el hecho de que en los últimos cincuenta años los humanos hayamos destrozado la Tierra más que en todos los siglos anteriores de nuestra historia–, Francisco lanza en su encíclica Laudato si’ un desafío al mundo, a la teología y a los cristianos

Leía hace un par de semanas en Religión Digital, en las vísperas del Día Mundial del Medio Ambiente, que el papa Francisco encomendó a un jurista argentino una Fundación Laudato Si’. Se trata de una fundación internacional para aplicar la encíclica y trabajar para acercar posiciones entre los Estados con relación a la disminución de las emisiones de los gases de efecto invernadero. La fundación tendrá sede en Madrid y parece que comenzará a trabajar antes de fin de año. Me interesó la noticia particularmente por dos razones: la primera por la importancia de la encíclica en el imprescindible compromiso ecológico de cristianos y no cristianos; y la segunda por lanzarse la idea durante unseminario virtual organizado por KAICIID (King Abdullah bin Abdulaziz International Centre for Interreligious and Intercultural Dialogue), una institución con sede en Viena dedicada a la promoción del diálogo entre diferentes culturas y religiones. Ambos son temas teológicos que me han interesado mucho desde hace años y sobre los que he publicado varios libros y bastantes artículos.

La bsuqueda de la armonia

Como se ha repetido desde el comienzo de su pontificado, el papa Francisco ha supuesto una verdadera revolución pacífica en la Iglesia. Era “el papa de la primavera”, tras el largo invierno eclesial que con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sus primeras declaraciones supusieron, particularmente, una apuesta de diálogo ecuménico e interreligioso y una apertura al mundo tan rotunda que tuve que cambiar el título del apartado de uno de mis libros más queridos, que estaba en ese momento ya en proceso editorial: La búsqueda de la armonía en la diversidad. El diálogo ecuménico e interreligioso desde el Concilio Vaticano II (Verbo Divino, 2014). Iba a titularse “De la primavera de Juan XXIII al invierno de Juan PabloII”, pero, con el advenimiento y primeras declaraciones del nuevo papa, debí de cambiarlo por “De la primavera de Juan XXIII a la de Francisco”. Afirmaba allí que Francisco podría convertirse en el pontíficemás comprometido de la historia con el diálogo interreligioso. Y recogía una de sus frases más geniales entonces, especialmente llamativa por salir de la boca del máximo responsable de la Iglesia católica: “Yo creo en Dios, pero no en un Dios católico. No existe un Dios católico. Existe Dios, mi Padre”.

Además del compromiso con el diálogo interreligioso, Francisco empezó pronto a manifestar su compromiso ecologista, y en el 2015 salió a la luz el texto que será, posiblemente, el más importante de su pontificado: su encíclica Laudato Si’. Entre losmuchos aspectos de este papa polifacético, ese ocupó desde entonces más espacio que nuinguno en los noticiarios de rtv y las portadas de periódicos y revistas. Fue un texto que leí inmediatamente y que me interesó sobre todo por su búsqueda de la armonía con toda la creación y una concepción relacional de la Realidad (todo está interconectado), más aún que su importante denuncia ecológica y sus magníficas propuestas ecologistas. Francisco denunciabavalientemente una situación de nuestro planeta que oprime a los más pobres y a la misma naturaleza, al buscar la rentabilidad económica como la razón más importante de estar en el mundo. En uno de sus discursos ese año, dijo unas palabras –que  de un modo u otro ha repetido en numerosas ocasiones– con el eco valiente de los viejos profetas bíblicos,  llamando ídolo al capital (Mammon) y “el estiércol del diablo” a la ambición económica:

“Se está castigando la tierra, los pueblos y las personas de forma salvaje. Y por detrás de tanto sufrimiento, tanta muerte y destrucción, se siente el hedor de aquello que Basilio de Cesarea –uno de los primeros teólogos de la Iglesia– llamaba ‘el estiércol del diablo’: reina la ambición desenfrenada del dinero. Este es el estiércol del diablo… Cuando el capital se vuelve un ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez del dinero domina todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, destruye la fraternidad humana, e incluso, como vemos, pone en peligro nuestra casa común, la hermana y madre tierra”. (Discurso en el Encuentro Mundial de Movimientos Sociales en Santa Cruz de la Sierra-Bolivia, 09/07/2015).

francisco Tierra

Consciente de la gravedad del momento –el hecho de que en los últimos cincuenta años los humanos hayamos destrozado la Tierra más que en todos los siglos anteriores de nuestra historia–, Francisco lanza en su encíclica Laudato si’ un desafío al mundo, a la teología y a los cristianos.

“No podemos considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo. Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas”(Laudato si’, 92).

La perspectiva ecologista de Francisco parte de un claro compromiso más que ético, religioso: “La mayor parte de los habitantes del plane­ta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de res­peto y de fraternidad”. (201).

Frabcisco

Las ideas molestas de los ecologistas para el mundo liberal-capitalista y la economía de mercado, que hicieron mártires a algunos de ellos, como la líder indígena hondureña Berta Cáceres asesinada en el 2016, marcan el pensamiento de Francisco desde el mismo comienzo de la encíclica: “Nuestra  casa común es una hermana con la que compartimos la existencia, una madre que nos acoge entre sus brazos... Esta hermana clama por el daño a causa del uso irresponsable y el abuso... Crecimos pensando que éramos sus pro­pietarios y dominadores, autorizados a espoliarla (1-2). Y repite en afirmaciones reiteradas hasta el final del texto: “La humanidad del periodo post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia” (165).

Son ideas molestas para el sistema capitalista-tecnocrático basado en un consumo desaforado. Y son ideas desafiantes para la propia teología cristiana, que no se ha caracterizado hasta muy recientemente de ser sensible a las denuncias de los ecologistas desde mediados del siglo XX, cuando la degradación del planeta por parte de los humanos llegó a ser un problema preocupante de modo creciente. Con todo, el desafío más importante del Papa Francisco, sobre todo a la teología y el pensamiento, es la cosmovisión nueva que apunta: una concepción relacional de la Realidad en la que todo está conectado; esta concepción siempre fue mirada con sospecha en el pensamiento cristiano y occidental por verla cercana al denostado panteísmo.

En la denuncia del atentado ecológico de los últimos cien años de historia humana, Francisco coincide con una gran parte de la humanidad actual, de los hombres y mujeres más conscientes. Ya en la última década del pasado siglo XX, una declaración de la Union of Concerned Scientists firmada por 1700 científicos, incluidos la mayoría de los premios Nobel de ciencia del momento, advertía que si no hacemos un drástico cambio de vida, la Tierra acabaría pronto siendo “incapaz de sostener la vida en la forma en que hoy la conocemos” (“World scientists’ warning to humanity”, 1992). Y el mismo Stephen Hawking  afirmaba en una entrevista en 2010 que “la humanidad corre el peligro de  autodestruirse debido a nuestra codicia y estupidez”.

tierra

Raimon Panikkar estaba convencido que el mundo moderno se encuentra en su final. Hoy necesitamos una profunda transformación de la conciencia, una metanoia: “El mundo ha emprendido un mal camino que ha de desembocar en una catástrofe sociopolítica si no se produce una metanoia radical… No basta una reforma, hace falta un cambio de civilización, y para que esto ocurra es necesario un cambio antropológico, imposible sin una metanoia espiritual” (La intuición cosmoteándrica, 1999).

A cinco años de su publicación (2015), seguimos constatando que la encíclica Laudato Si’ ha sido y sigue siendouna encíclica única y revolucionaria en la historia del Magisterio de la Iglesia y un auténtico bombazo editorial y popular, con una inusitada difusión en nuestro mundo globalizado. Así lo manifiestan la cantidad de publicaciones aparecidas acerca de ella desde el año 2015 hasta hoy, sin hablar de los cientos de artículos: E. Sanz, ed., Cuidar de la Tierra, cuidar de los pobres. Laudato si’ desde la teología y con la ciencia; L. Boff, A. Zanotelli, G. Giraud y otros, Cuidar la madre tierra. Comentario a la encíclica Laudato si’ del papa Francisco; A. Galindo (coord.), Loado seas mi señor y ecología integral. Comentarios a la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, etc. y la más reciente L. Boff, F. Capra, Elizabeth May y otros, Voces de la Iniciativa de la Carta de la Tierra respondiendo a Laudato Si’.

Es una encíclica que, frente a tanta mentira y ocultamiento de la realidad, invita sin ambages a “mirar la realidad con sinceridad” (61); realidad marcada por el materialismo y el economicismo, que destruyen al ser humano y la naturaleza en la que vive. Laudato si’  afirma que el mundo se encuentra hoy en una situación insostenible, “inédita en la historia de la humanidad” (17). Si somos valientes como para ser receptivos, podremos sentir “el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, como un clamor que nos reclama otro rumbo”, porque nunca habíamos “maltratado y lastimado tanto nuestra casa común” (53).

Pigem

 El pensador catalán Jordi Pigem lo indicaba al comienzo de uno de sus reveladores y documentados ensayos, vertebrado alrededor de algunos temas y textos de la encíclica de Francisco: “Encontré en ella una honestidad y un coraje que se pueden resumir en su invitación a 'mirar la realidad con sinceridad'. Si miramos la realidad con sinceridad, veremos que estamos en una situación insólita, sobre todo a causa de lo que la encíclica identifica como 'el problema principal', el paradigma tecnocrático que medra bajo el capitalismo y el nihilismo contemporáneos”. (Ángeles o robots. La interioridad humana en la sociedad hipertecnológica, Fragmenta 2018).

Francisco nos ha regalado la primera encíclica papal de la historia sobre la ecología y el cuidado de la  casa común. Una encíclica única sobre la ecología; que, además, es  ecologista, comprometida,  pues es una mirada claramente comprometida, engagé, al conflicto ecológico. Una encíclica franciscana, pues, como es bien conocido, el papa escogió muy conscientemente las palabras del poverello de Asís para ponerle nombre. Una encíclica revolucionaria de manera literal, si bien pacífica: llama a una revolucióneconómica, social y cultural (114). Hace un tratamiento agudo, valiente y actual del tema. No es de extrañar que alguien la calificara de “tan ecologista como una lancha de Greenpeace desafiando a un petrolero”.

Seguiré hablando en próximos artículos sobre la encíclica y la Fundación Laudato Si’, que saludamos desde ahora como una magnífica noticia, si cumple las expectativas de poner en valor las magníficas apuestas de ésta.

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