NO CREO EN EL CREDO

El modo de ejercer el Papado es signo del Espíritu

Eso me parece entender en el a primera vista sorprendente artículo que me envía Pepe Mallo. En el estilo del nuevo Papa cree ver una llamada de Dios a acentuar la vida evangélica verdadera. Lo comparto y ello me da esperanza de que puede haber cambios, sobre todo, en el Código de Derecho Canónico. Hay demasiadas contradicciones entre dicho Código y el Evangelio. La libertad y la fraternidad cristiana podrán vivirse sin trabas. Las comunidades cristianas podrán tener más vida, más responsables, etc. etc. Os dejo con la reflexión de mi buen amigo y colaborador:

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"Dicho así, a bocajarro, parece una insolente osadía y una frívola temeridad. Significaría que he apostatado de mi fe y desertado de la Iglesia, premisa que no se corresponde con mi propósito. Nada más lejos.

Para comenzar, abro un paréntesis. La idea de este comentario me ha surgido al contrastar las personalidades de los dos últimos papas, Benedicto y Francisco. Cada cual con el característico y personal carisma con que le anima el Espíritu: Benedicto se nos ha mostrado como el experto teólogo, el intransigente inquisidor, el erudito intelectual, el investigador especulativo, el teórico dogmático... Francisco se nos ha revelado como hombre austero, humilde, cercano a la gente, a los pobres, a los enfermos; campechano, espontáneo, dialogante con otras confesiones; un papa raso, sin números romanos... Cierro el paréntesis.

Ahora ya reitero mi afirmación: ¡“yo no creo en el Credo”! (¿debería añadir “exclusivamente”?) y confieso, por contra, que sí creo en el Padrenuestro y en las Bienaventuranzas.

El Credo, apellidado técnicamente “nicenoconstantinopolitano” (ya el nombre indica lo complicado de su contenido), se nos presenta, con lenguaje arcaico, impositivo, enfático y metafísico, como un conjunto de afirmaciones dogmáticas incontestables, categóricas, intransigentes, irrefutables. Hay que aceptarlas sin más, por fe. (¡¡Claro que se deben profesar si quieres vivir unido a la Iglesia!!)

El Credo (parafraseando las palabras del papa Francisco) encarna el “narcisismo teológico de una Iglesia, que vive en sí, de sí y para sí”. Reflexión intelectual para intelectuales. ¿Quién entiende las expresiones teológicas “Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado...”?
El Credo es “vaticanista”; Vaticano como institución, como una “Sociedad Perfecta”, con su territorio, sus súbditos, su estructura jerárquica piramidal, su código de Derecho, sus tribunales inquisitoriales, sus censuras, condenas y excomuniones; una “perfecta sociedad... medieval”.

El Padrenuestro y las Bienaventuranzas van dirigidas a la multitud que se acerca a Jesús para escucharlo. Son gente pobre, personas que sufren, hombres y mujeres sencillos, humillados por el poderío de la casta sacerdotal, gente con “hambre y sed de justicia”. Las Bienaventuranzas son las exigencias del Espíritu. El Padrenuestro es la oración de la fraternidad, de la igualdad, de la comunidad, del perdón, de la esperanza...

Recordemos las palabras del Maestro: “Se os dijo... pero yo os digo...”
Del Sinaí y del Trastevere emana la ley, el dogma, la imposición. Del monte de las Bienaventuranzas nace la concienciación del ser, la sensibilización, la comunión, la vivencia. El Credo encierra la doctrina, la erudición, la observancia. El Padrenuestro promueve la hermandad, la solidaridad, la concordia, el amor, el perdón, el compromiso por el Reino.

El Credo salvaguarda los derechos divinos. Las Bienaventuranzas reclaman los derechos humanos. En determinados sectores de la Iglesia, la religión ha suplantado al evangelio o, cuando menos, para muchos “creyentes” las prácticas religiosas son más determinantes que las Bienaventuranzas, que la atención a los pobres y enfermos..., como hacía Jesús.

Jesús se enfrenta a los fariseos y doctores de la Ley. Jesús desaprueba los valores religiosos y las formas con que se vivía la religión de su tiempo y las renueva. Jesús sale fuera de las fronteras raquíticas del judaísmo.
Es lo que ha propuesto el papa Francisco “una Iglesia pobre y para los pobres”. Y en su homilía de la misa crismal de Jueves Santo a los sacerdotes: “Tenemos que salir a las periferias”. Si la Iglesia no proclama la palabra de Jesús, con hechos y no solo con palabras, no es Iglesia, y no pasará de ser una ONG más, como nos ha recordado el Papa. Y es que hay ONGs que, desde el punto de vista laico, “evangelizan” tanto o más que la Iglesia.

¿Acatamiento versus compromiso?
La Iglesia, en realidad, ni es pobre ni ha hecho opción por los pobres. No hay más que ver la indumentaria, el atuendo, anillos, crucifijos y otros abalorios de la mayoría de los obispos. Más austeridad, menos parafernalia, más sencillez, menos boato y más coherencia y congruencia entre lo que se predica y lo que se practica. Este parece ser el pensamiento del papa Francisco.

(Por salir al paso de algunos posibles comentarios, diré que Caritas o Manos Unidas “no son una opción”; se trata de una “cooperación” en las necesidades de los pobres, es decir “humanitarismo”. Prácticamente, en este aspecto, la Iglesia se comporta como una ONG.)

¿Doctrina versus evangelio?
Creer o no creer en Jesús hijo de Dios es materia de fe; creer en su condición de “hijo de hombre”, “despojándose de su rango” es de pura razón lógica.
Jesús luchó por unos valores, valores humanos. Cuando propone lo que Dios “exige” del creyente, nunca habla de dogmas ni de prácticas religiosas, sino de “prácticas humanas”. Ahí tenemos la parábola del juicio final: “porque tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo..." Jesús ha venido a enseñarnos a ser personas, porque la encarnación es la fiesta de la “humanización”. Dios se hace hombre, se humaniza para que la humanidad viva más humanamente.

El tema de la fe frente a las obras no es nuevo. Ya lo tenemos en las primeras comunidades según leemos en la carta de Santiago: “¿Qué provecho saca uno cuando dice que tiene fe, pero no la demuestra con su manera de actuar?” (Sant. 2,14). ¿Santiago frente a Pablo?
En realidad, ¿qué es la fe? ¿Existe una definición exacta? Yo recuerdo la del catecismo de Ripalda: “La fe es creer lo que no vimos porque Dios lo ha revelado”. Creer lo que no vemos puede llevarnos a la credulidad.

Y acabo con palabras del Papa en su homilía de la fiesta de san José:
Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata?(...) Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio. (...) Poner sus ojos en el servicio humilde, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.
Pepe Mallo".
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