Mientras la Iglesia no acepte los derechos humanos, no debe esperar acogida ni respeto a su inhumanidad Carencia escandalosa de la Iglesia: “La escucha que se convierte en acogida”

Ensancha el espacio de tu tienda” (7)

Sigo comentando el “Documento de trabajopara la Etapa Continental (DEC). Ya he analizado la “introducción” (nn. 1-14), “la experiencia del proceso sinodal” (nn. 15-24) y  “la escucha de las Escrituras” (nn. 25-28). Entro ahora en la parte central: “Hacia una Iglesia sinodal misionera” (nn. 29-97).

Como introducción de este tema, el documento recuerda (DEC 29) las imágenes de “la familia y la del hogar”, (“que aparecen en numerosas síntesis”) como conectadas con la imagen de la “tienda”. El Espíritu pide hoy a la Iglesia que “ensanche el espacio de su tienda” para acoger a los quieran entrar en casa del Amor del Padre. Dos Conferencias Episcopales aluden a la “la familia y el hogar”: «La Iglesia-casa no tiene puertas que se cierran, sino un perímetro que se ensancha continuamente» (CE Italia). «Los que se sienten en casa en la Iglesia echan de menos a los que no se sienten en casa» (CE Irlanda). Es una exigencia del Amor familiar: quiere tener en su “hogar” de amor a todos los que se sienten hijos y hermanos. Lo triste es que haya cristianos que no tengan esta nostalgia fraternal. Es contrario al Amor no querer aceptar en la Iglesia-casa por leyes, opiniones, gustos... marginales al Evangelio. Sería signo claro de no “vivir en Cristo”.

Hay que superar dos tentaciones: “quedar atrapado en el conflicto, perdiendo el sentido de la totalidad y fragmentarse en sub-identidades”, y “la de separarse espiritualmente, desinteresándose de las tensiones en juego, continuando la propia senda sin implicarse con los cercanos en el camino” (DEC 30). Desde Inglaterra nos llaman “a vivir mejor la tensión entre la verdad y la misericordia, como hizo Jesús [...]. El sueño es el de una Iglesia que vive más plenamente una paradoja cristológica: proclamar con audacia la propia enseñanza auténtica y, al mismo tiempo, ofrecer un testimonio de inclusión y aceptación radicales mediante un acompañamiento pastoral basado en el discernimiento» (CE Inglaterra y Gales). 

El espíritu sinodal supone “la visión de una Iglesia capaz de una inclusión radical, una pertenencia compartida y una profunda hospitalidad según las enseñanzas de Jesús” . La “inclusión radical” implica que “todos pueden encontrar un lugar y un hogar aquí” (comentario de un grupo parroquial de Estados Unidos). Los obispos de Alemania van más allá: “Estamos llamados a ir a todas partes, sobre todo fuera de los territorios más familiares, «saliendo de la posición cómoda de quienes dan hospitalidad, para dejarnos acoger en la existencia de los que son nuestros compañeros de viaje en la humanidad» (CE Alemania)” (DEC 31). Más que dar hospitalidad, pidamos que nos acojan quienes viven humanamente. Y nos acogerán si respetamos los derechos humanos, aunque ellos no opten libremente por aceptar nuestra fe. Nuestra oferta brillará más en medio de una humanidad libre, honrada, igualitaria en derechos, respetuosa... Mientras la Iglesia no acepte los derechos humanos, no debe esperar acogida ni respeto a su inhumanidad.

El Documento propone un viaje “hacia una Iglesia sinodal misionera”. Viaje “gradual”. La primera actuación es “la escucha que se convierte en acogida”  (nn. 32-40). “Requiere conversión de actitudes y estructuras, nuevos enfoques en el acompañamiento pastoral y disposición a reconocer que las periferias pueden ser el lugar donde resuena una llamada a la conversión y a poner en práctica el Evangelio más decididamente” (DEC 32). Supone convertirnos al amor gratuito de Jesús, cuestionar estructuras no evangélicas, enfocar el acompañamiento pastoral hacia el seguimiento evangélico (lo que llevará en no pocos casos marginar el Código Canónico) y mirar a las periferias donde resuena la llamada de Cristo. “Escuchar requiere reconocer al otro como sujeto del propio viaje... Laicos y laicas, diáconos, consagradas y consagrados anteriormente tenían la sensación de que la Iglesia institucional no estaba interesada en su experiencia de fe o en sus opiniones”.

El Documento denuncia actitudes opuestas a la escucha profunda y al cambio que dicha escucha exige. Actitudes reflejadas en las síntesis enviadas a Roma: 1) “Falta de procesos comunitarios de escucha y discernimiento...”. 2) “Persistencia de obstáculos estructurales: - estructuras jerárquicas que favorecen las tendencias autocráticas; - cultura clerical e individualista que aísla y fragmenta las relaciones entre sacerdotes y laicos; - disparidades socioculturales y económicas que benefician a las personas ricas e instruidas; - ausencia de espacios “intermedios” que favorezcan los encuentros entre miembros de grupos que se encuentren divididos”.

El texto resalta la síntesis de Polonia”: «no escuchar conduce a la incomprensión, la exclusión, la marginación, a la cerrazón, la simplificación, la falta de confianza y los temores que destruyen la comunidad. Cuando los sacerdotes no quieren escuchar, con excusas en el número de actividades, o cuando las preguntas quedan sin respuesta, nace un sentimiento de tristeza y extrañeza en el corazón de los fieles. Sin escucha, las respuestas a las dificultades... se sacan fuera de contexto y no abordan la esencia de los problemas..., convirtiéndose en moralismos vacíos. Los laicos consideran que evitar la escucha sincera se debe al miedo a tener que asumir un compromiso pastoral. Similar sentimiento crece cuando los obispos no tienen tiempo para hablar con los fieles y escucharlos» (DEC 33). Bien podían habérselo dicho al Papa polaco, Juan Pablo II, santo a pesar de su cerrazón evidente al decir a los cardenales alemanes: “demasiados hablan de replantearse la ley del celibato eclesiástico. ¡Hay que hacerles callar!”. También otro santo Papa, Pablo VI, prohibió al concilio Vaticano II discutir la ley del celibato.

El Documento destaca la falta de sensibilidad en casos especialmente dolorosos: “Las síntesis son sensibles a la soledad y al aislamiento de muchos miembros del clero, que no se sienten escuchados, sostenidos y apreciados”. Deficiencia en “dimensiones afectivas y sexuales de su vida”. Piden “formas adecuadas de acogida y protección para las mujeres y eventuales hijos de los sacerdotes que han faltado al voto de celibato, ya que de otro modo corren el riesgo de sufrir graves injusticias y discriminaciones” (DEC 34). 

Esta insensibilidad clerical en Occidente tiene siglos de historia. Desde que el Papa Siricio impuso la ley de “continencia” (s. IV). La Iglesia persa en el concilio de Beth Edraï (a. 486) rechazó esa ley como “una de esas tradiciones nocivas y gastadas a las que debían poner fin los pastores”. Alegaron “fornicaciones, adulterios y graves desórdenes” a que daba ocasión. Con textos bíblicos demostraron la falsedad de “tradición apostólica”. “El matrimonio y la procreación de los hijos, ya sea antes o después del sacerdocio, son buenos y aceptables a los ojos de Dios” (H. Crouzel: “Sacerdocio y Celibato”; AA. VV., Dir. J. Coppens, BAC 1971, p. 292-293). En Occidente se han dado similares desórdenes: escándalos, hijos desprotegidos, mujeres invisibles, destierros, vicios “contra naturam” (Lateranense III, canon 11); abusos “con impúberes de cualquier sexo” (Instrucción 9-VI-1922), púberes y adultos. Los dirigentes eclesiales de Occidente han venido marginando el problema. En nuestros días, el Movimiento Celibato Opcional (Moceop), ha logrado ser recibido, tras cuarenta y cinco años de existencia, por el Presidente de la Conferencia Episcopal Española (Cf. Núm. 171 de la revista “Tiempo de Hablar. Tiempo de Actuar”.

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