“El 'cura rojo de Vallecas' se enfrentó a la liturgia de la Iglesia” Enrique de Castro vivió “el profundo vínculo entre sinodalidad y liturgia”

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La relación entre sinodalidad y liturgia es el tema final del Documento de la Etapa Continental (DEC). Todas la síntesis reconocen “el profundo vínculo entre la sinodalidad y la liturgia”. Fundamentalmente por “el sentido de pertenencia” que toda actividad de culto y oración “inspira” (DEC 88). Y habría que añadir: más por la corresponsabilidad y la ayuda a los necesitados. Cuando inicio este comentario, leo la muerte de Enrique de Castro, “el cura que decidió vivir entre la gente mal”, “el cura coraje, autor de `Dios es ateo´”, “en su vida, Dios pasó por Vallecas”, “profeta de los pobres”; “sigue con nosotros como antorcha que va delante e ilumina”. Son algunos titulares en RD (15-16.02.2023).

En su vida hay un episodio relacionado con la liturgia: “el 'cura rojo de Vallecas' se enfrentó a la liturgia de la Iglesia... Ordenado en 1972, un año después revolucionó a sus feligreses con sus misas participadas y abiertas a la gente del Alto del Arenal... En 1975 tras leer y comentar una homilía del obispo A. Iniesta, es detenido y encarcelado. Quejas de algunos fieles por cobijar a toxicómanos, le hicieron mudarse en 1981 a San Carlos B., de Entrevías. Fundó la Asamblea de Madres contra la Droga. En los ochenta, lideró la persecución de los puntos de venta de drogas y sus denuncias llegaron hasta el Congreso de los Diputados. En 2007 protagonizó junto a dos sacerdotes, Pepe Díaz y Javier Baeza, un enfrentamiento con el arzobispo de Madrid, el cardenal A. M. Rouco Varela, que decretó el cierre de la parroquia San Carlos Borromeo, alegando que en ella los curas daban misa vestidos en ropa de calle, admitían a ateos y musulmanes en la eucaristía y, en vez de formas consagradas, repartían rosquillas” (EFE. Madrid 15.02.2023).

La acusación formal era: “No celebrar la eucaristía conforme a las normas litúrgicas establecidas y hacer unas catequesis eclesialmente no homologables”. Por este motivo lo visitó Juan José Tamayo, profesor de Teología en la Universidad Carlos III de Madrid. Lo recuerda hoy en RD (16.02.2023): “Fue en la Semana Santa de 2007. Me recibió con la cordialidad que le caracterizaba en la parroquia “roja” de San Carlos B... cuyo cierre había anunciado el arzobispo de Madrid”. Enrique le contó su eucaristía: “en comunidad; como experiencia de compartir; con participación activa de todos los miembros de la comunidad; abierta a quienes querían asumir con ellos el compromiso por la justicia y la defensa de la vida”.

Tamayo se pregunta: “¿Dónde está la heterodoxia en la manera de celebrar la eucaristía de la parroquia de San Carlos B., cuando es la del propio Jesús, de los primeros cristianos y de muchas comunidades de base en el mundo? Considera inseparables la celebración de la fe y la lucha por la justicia, la acogida a los hermanos maltratados y vulnerabilizados”. Un texto del Vaticano II (GS 1) y otro del evangelio de Lucas (4,18-19) le ayudan para discernir lo que el Espíritu dice sobre el asunto. “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez... de los discípulos de Cristo”. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva... Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy, en la comunidad de Entrevías...”. Añade: “si hubieran cerrado la parroquia por no atenerse a las normas litúrgicas oficiales, cuántas parroquias tendrían que cerrar por dedicarse a la administración de los sacramentos sin optar por personas y sectores empobrecidos”. Es puro evangelio (Mt 5,23s; 25,31ss).

Los obispos africanos de Burkina Faso y Níger se inclinan por “grandes encuentros litúrgicos (peregrinaciones...), para alimentar la piedad popular, renovar la fe, alimentar el sentimiento de pertenencia y acompañar mejor a los cristianos para que den testimonio del Evangelio de la caridad frente al comunitarismo y el repliegue identitario, cada vez más visibles y agresivos” (DEC 89). No entiendo que se quiera enfrentar el Evangelio “al comunitarismo y al repliegue identitario”. Comunidad e identidad cristiana concuerdan con el Evangelio. Que la comunidad cristiana sea “visible” por la caridad es voluntad de Cristo. Es la oferta cristiana, libre y gratuita, abierta a todos, sin agresividad alguna. La religiosidad popular, dicen los obispos de Panamá, “muestra de pertenencia a la Iglesia”, necesita ser “evangelizada” para ser auténtica (DEC 90).

La celebración litúrgica debe tener “un estilo sinodal. Ello exige hacer visibles los diversos ministerios y carismas. Sobre todo la caridad. Los obispos de Etiopía exponen su pretensión: “la celebración litúrgica sea más viva y participada por toda la comunidad: sacerdotes, laicos, jóvenes y niños; lean los signos de los tiempos con discernimiento sólido. Los jóvenes intentan encontrar un lugar en la liturgia con los himnos y es positivo” (DEC 91). La privación de sacramentos tiene causas distintas: “zonas muy remotas”, “cobro de tarifas para el acceso”, “divorciados vueltos a casar”, “contraer matrimonio polígamo”... No hay unanimidad en la actuación (DEC 94).

Los obispos franceses proponen “tres aspiraciones”: diversificación de las liturgias en torno de la Palabra, cuidado de las peregrinaciones y la piedad popular, y formación en liturgia para entender su lenguaje. La Iglesia greco-melquita, por contra, pide reformar la liturgia, también en las Iglesias de Oriente, “para releer a la luz del Espíritu la acción y la participación del Pueblo de Dios en la obra de Dios en nuestro tiempo” (DEC 95).

Los obispos de Filipinas recuerdan que “la convivialidad y la fraternidad”, que se han dado en las reuniones sinodales con comida compartida, “ influyeron positivamente en la celebración de las liturgias”. Muchas síntesis piden vincular liturgia con “diálogo y de convivencia fraterna”(DEC 96). A ello contribuyen las varias “tradiciones rituales y las formas simbólicas”, como una riqueza cultural. Los obispos de Uruguay subrayan algo obvio: “los informes hablan de las celebraciones como espacios que pueden inspirar y ayudar a vivir la fe en nuestra vida personal, familiar, laboral, en el barrio y la misma comunidad” (DEC 97). Por su propia naturaleza, toda celebración incluye compartir vivencias y unir a integrantes. Vivencia y unión que tienen repercusión en la conducta. Cuando no sucede, no hay real vivencia ni unión; es celebración rutinaria, obligada socialmente o viciada por algún interés ajeno a la celebración (pago, funcional..).

La valentía de Enrique de Castro, rompiendo moldes, es llamada a tantos pusilánimes de años discutiendo el “lenguaje de la Iglesia”. Años y años discerniendo y diciendo lo mismo. Clericalismo, apatía de los laicos, lenguaje dogmático y litúrgico... Cambios reales de lenguaje, reparto de funciones y decisiones... basadas en el Evangelio y la vida. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebr 13,16). “Si amamos a Dios, no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que le amamos), mas el amor al prójimo, sí. Y estad ciertas que, mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios” (S. Teresa de Ávila: Moradas 5 III,7-11). “Para Enrique el centro no era el culto, sino la vida; ni las leyes eclesiásticas, sino la praxis liberadora; ni los sacerdotes, sino la comunidad. Él no fue funcionario de Dios al servicio del culto, sino testigo de Dios en el mundo de la marginación y profeta deliberación” (Blog de J. J. Tamayo RD 19.02.2023).

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