Para Jesús “poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloria y alabanza” son amor Hoy, domingo, te adoramos, Jesús resucitado (Domingo 3º de Pascua 04.05.2025)
Gracias es nuestra única palabra
| Rufo González
Comentario: “Digno es el Cordero degollado...” (Apoc 5,11-14)
Los capítulos 4 y 5 introducen la segunda parte del Apocalipsis (4,1-22,5). El autor nos lleva al cielo: “Después de esto, miré y vi una puerta abierta en el cielo; y aquella primera voz, como de trompeta, que oí hablando conmigo, decía: «Sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto»” (Ap 4,1-2). Reconoce al Creador como monarca oriental, en su trono y con servidores que cantan: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado» (Ap 4,11).
El cap. 5 reconoce a Jesús, Redentor del mundo. “Vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos” (Ap 5,1). El siete es signo plenitud: el libro es ultrasecreto. Es el plan de Dios, “misterio mantenido en secreto durante siglos” (Rm 16,25); “el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos” (Ef 1,9-10; 3, 5.9; Col 1,26). Imagina “un ángel poderoso” que proclama la pregunta que se hace la humanidad: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» (5, 2). Es decir, ¿quién puede descifrar el misterio humano? Con lenguaje figurado, reconoce: “Vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado… Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono…Cantan un cántico nuevo: «Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinarán sobre la tierra»” (Ap 5,6-10).
La metáfora de Jesús como “cordero” es típica del Apocalipsis. El evangelio de Juan la propone, pero sin explicación (Jn 1,29). Aquí la emplea 28 veces. Aparece conectada con tres tradiciones judías: el cordero pascual, degollado para liberar al pueblo (Éx 12); el Siervo de Yahvéh, llevado al matadero para expiar pecados (Is 53); el cordero de una tradición apócrifa, vencedor sobre enemigos de Israel (un Tárgum sobre Éxodo 1,15).
La lectura de hoy (5,11-14) es parte del canto al Cordero por los coros celestiales (5, 9-14). “Cántico nuevo” (v. 9, propio de la era mesiánica. Distintivo de los cristianos es, según Plinio el Joven, “cantar himnos a Cristo como a un dios” (Epist. X.96). “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (v. 11s). La metáfora “Cordero degollado” ve la muerte de Jesús según la práctica sacrificial de animales, aunque Jesús no murió degollado. “Poder, riqueza, sabiduría y fuerza, atributos del Cordero, idénticos a Dios (4,11), proceden del 1Crónicas 16,27-28.“Honor, gloria y alabanza” son nuestra respuesta a Dios Creador y a Jesús Redentor. Jesús contempla estos atributos como amor y servicio a los hermanos, especialmente a los más débiles. Nunca como tiranía, acumular bienes, saber exaltador, fuerza bruta. Honor, gloria y alabanza no distinguen ni separan de los hermanos.
Toda la creación canta “al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos». Los cuatro vivientes respondían: «Amén». Y los ancianos se postraron y adoraron” (vv. 13-14). Se identifica la divinidad de Dios y de Jesús, su Mesías. “Los cuatro vivientesy los ancianos” asienten a Dios y al Cordero con el “Amén”.
Oración: “Digno es el Cordero degollado...” (Apoc 5,11-14)
Hoy, domingo, te adoramos, Jesús resucitado:
te “miramos y vemos una puerta abierta en el cielo;
y aquella primera voz, como de trompeta,
que oímos hablando con nosotros,
nos dice: «Sube aquí y te mostraré lo que tiene
que suceder después de esto»” (Ap 4,1).
Voz íntima y libre, “potente como una trompeta”:
“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis,
llamad y se os abrirá;
porque todo el que pide recibe,
quien busca encuentra
y al que llama se le abre” (Mt 7,7-8).
“Venid a mí todos los que estáis cansados
y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
“Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19).
“Vamos, almorzad” (Jn 21,12).
Un cántico nos ha agrupado en tornos a ti:
nos hemos sentido como amigos tuyos;
el hermano que preside nos ha deseado que
tu presencia habite nuestra alma;
nosotros le hemos deseado lo mismo:
“el Señor esté con nosotros”;
“Y con tu espíritu”.
Nos sentimos perdonados y acogidos por ti.
En la mesa, tu palabra es primer plato fuerte:
un hermano o una hermana te ha servido de portavoz,
pero has sido tú, el Verbo, la Palabra hecha carne,
quien se ha puesto en nuestra mesa;
“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)”;
“El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (Jn 6,63).
“Tú tienes palabras de vida eterna;
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios»” (Jn 6,68-69).
Gracias, Señor por este plato tan singular de tu Palabra.
El segundo plato es tu cuerpo y sangre, resucitados:
tu presencia personal, desprendida, pobre;
llena de fuerza y aliento inmediatos;
tus entrañas de hermano, que perdona y acoge.
“Vamos, almorzad”, “comed y bebed”.
Gracias es nuestra única palabra:
quisiéramos repetirla todo el día;
vivimos agraciados, regalados por tu compañía;
sentimos el amor “del que se sienta en el trono” del cielo;
“Por ti, Cristo, con contigo y en ti,
a Dios, Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos. Amén”.
rufo.go@hotmail.com