Aquí está la tragedia de nuestras “eucaristías”: las celebramos al margen de la fraternidad Queremos comulgar tu Amor (Jueves Santo 2ª Lect.  06.04.2023)

La Eucaristía es “comunión con Cristo

Comentario: “Yo he recibido una tradición, que procede del Señor” (1Cor 11,23-26)

A la Eucaristía “se vinculan y ordenan los demás sacramentos, todos los ministerios eclesiales y obras apostólicas”. En ella “se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, el mismo Cristo”. “Aparece como fuente y cima de toda la predicación evangélica” (PO 5). Es “raíz y quicio de la edificación de toda comunidad cristiana” (PO 6).

Pablo quiere explicar que la Eucaristía es “comunión con Cristo”: “El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan” (1Cor 10,16-17).

Pablo sabe que los corintios no la celebran bien: “no puedo alabaros, porque vuestras reuniones causan más daño que provecho.. Cuando se reúne vuestra asamblea hay divisiones entre vosotros.. Eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho... ¿Tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,17-22).

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido”. El texto original griego dice: “yo recibí del Señor lo que también os transmití”. Alude a una revelación personal de Jesús a él, no a una tradición comunitaria. Sería una de tantas revelaciones que Pablo dice haber recibido (2Cor 12). “Lo recibido”: “que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía»

Literalmente: “este es mi cuerpo por vosotros (to sóma hýper himón). “Cuerpo” no es “carne” en Pablo, sino “persona en su totalidad”. En los manuscritos hay dos variantes: “dado” y “roto” “por, para o en favor de vosotros”. “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre”. En la Biblia, sangre es lo mismo que vida: “derramar sangre es quitar vida”. Esta copa de vino contiene la sangre-vida de Jesús. No hay idea de “transustanciación de las especies de pan y vino”, explicación teológica, no contenida en Pablo. La idea es de comunión con Cristo del que come este pan y bebe de esta copa. “Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Se actualiza la entrega de Jesús al Padre en favor nuestro. La muerte culmina una vida entregada a los hermanos, el sacerdocio existencial, el aspecto sacrificial de su vida.

Haced esto en memoria mía”. Implica hacerlo tras su muerte de forma repetitiva para seguir instaurando su reino. Igualmente que se realice “en su recuerdo”, en su amor. Los corintios, por no vivir en amor, la han pervertido: “eso no es comer la Cena del Señor”.

Las comunidades deben “reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir” juntos en el Espíritu de Jesús. La presencia del Resucitado está en el pan y el vino compartidos. Al comerlo y beberlo entramos en comunión de vida con Jesús resucitado, aceptamos su entrega por todos, actualizamos su muerte y resurrección “hasta que vuelva” y nos reúna en su reino definitivo. Pablo, al narrar la Cena en un clima “indigno”, nos está recordando la celebración auténtica de la Cena del Señor: la celebrada en amor y servicio mutuo, la que puede considerarse “el sacramento de la iglesia como tal” (Karl Rahner), el signo por el que se conoce a la comunidad de Jesús. Una comunidad verdadera hace la verdadera eucaristía, que la hace más comunidad. Hay que procurar que la celebración eucarística exprese el amor entre los que la celebran y su trabajo por el bienestar de la sociedad en la que viven. Preguntar a no creyentes que acuden por motivos sociales, y escuchar sus impresiones... sería una buena pista para mejorar la celebración (1Cor 14,23-25).

Oración: Yo he recibido una tradición que procede del Señor” (1Cor 11,23-26)

Los corintios, Jesús, habían pervertido tu Cena:

vuestras reuniones causan más daño que provecho...

Cuando se reúne vuestra asamblea hay divisiones entre vosotros..

Eso no es comer la Cena del Señor,

pues cada uno se adelanta a comer su propia cena,

y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho...

¿Tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios

que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,17-22).

Ante esta situación, Pablo recuerda tu “cena”:

la revelación que Pablo “recibió” tras su conversión;

tu vida se hace comunión en la comida fraternal;

el pan y vino bendecidos son tu vida resucitada;

al comerlo y beberlo, “proclamamos tu muerte”:

injusta, procurada por quienes no querían el Reino;

reveladora del amor del Padre que llena de gloria.

resumen de tu vida a favor de todos.

Hoy, Jueves Santo, celebramos tu “última cena”:

sucedió en clima de fraternidad;

arrodillado ante cada uno, les lavas los pies;

inculcas tu amor: “amaos como yo os amo”;

realizas simbólicamente tu muerte y resurrección;

es tu recuerdo, comprometido con el Reino de Dios;

es tu vida compartida con todos.

Aquí está la tragedia de nuestras “eucaristías”:

las celebramos al margen de la fraternidad;

siguen “unos pasando hambre y otros ebrios”;

“tu Cena” es una ceremonia alienante:

cargada de hieratismo inexpresivo;

signo ininteligible y palabra inusual y vacía;

protagonizada por varones solteros, disfrazados;

da igual la fraternidad, importa “cumplir”;

Dios nos protegerá y nos dará su premio...

Tu presencia resucitada, Jesús del amor, sigue:

donde dos o tres están reunidos en tu nombre,

allí estás tú en medio de ellos” (Mt 18, 20);

en tu nombre” acogemos, escuchamos, aceptamos;

recordamos tus palabras y tu vida;

fomentamos la igualdad, la libertad, la fraternidad...;

llamamos Padre-Madre al Misterio inabarcable de la vida;

pedimos y damos perdón y paz a todos;

comemos y bebemos el pan y vino, signos de tu presencia.

Ayúdanos, Jesús del Jueves Santo:

a sentirnos “iglesia”, animados por tu mismo Espíritu;

a encontrarnos fraternales, iguales en dignidad;

a eliminar lo que hiere o no trasluce tu presencia;

a respetar y fomentar los diversos ministerios comunitarios.

Preces de los Fieles (JUEVES SANTO 2ª Lect. (06.04.2023)

La Cena del Señor, “el sacramento de la iglesia como tal” (K. Rahner), debe expresar el amor entre los que la celebramos y el compromiso por el bienestar de la sociedad en que vivimos. Pidamos vivirla en fraternidad diciendo: “queremos comulgar tu Amor”.

Por la Iglesia:

- que “la Cena del Señor”, mesa compartida, sea signo de nuestra vida;

- que sea de verdad una fraternidad, abierta a todos.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Por las intenciones del Papa (abril 2023):

- que cada día haya “mayor difusión de una cultura de la no violencia”; 

- que “cada vez haya un uso menor de las armas de Estados y de ciudadanos”.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Por toda familia humana:

- que sus integrantes se respeten, se quieran, se ayuden;

- que puedan sostenerse con su trabajo digno y bien remunerado.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Por la paz en nuestro mundo:

- que cese toda guerra, y hable la buena voluntad;

- que los derechos y deberes humanos sean base de la convivencia.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Por los refugiados, las víctimas de la violencia, enfermos...:

- que sean atendidos, acompañados, curados...;

- que no pierdan la esperanza en sus posibilidades.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Por esta celebración:

- que nos mueva a perdonar y olvidar las ofensas;

- que acojamos el amor de Jesús, comulgando su vida.

Roguemos al Señor: “queremos comulgar tu Amor”.

Que de verdad se cumplan estas palabras de Jesús: “en esto os conocerán todos que sois discípulos os: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35). Esta es nuestra súplica hoy a ti, Jesús de todos, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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