Los bautizados reciben el Espíritu, pensar, sentir y obrar, de Jesús El bautismo nos “sumerge” en la vida de Jesús (D. 13º TO A 2ª Lect. 02.07.2023)

Hemos permanecido años sin enterarnos, privados de convertirnos al amor del Padre

Comentario: “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 3-4.8-11)

Pablo, fiel a la cultura del Mediterráneo oriental, oferta la fe en Jesús como mejor  salvación que los cultos mistéricos helenistas. Éstos ofrecían la salvación en el mundo futuro participando en la vida de una divinidad, muriendo y resucitando en ella. Cosa que se hacía cumpliendo ciertos ritos. La vida, muerte y resurrección de Jesús, revelan la más eficaz salvación. Eso se transmite y se hace efectivo en el bautismo y en la eucaristía.

El primer párrafo (vv. 3-4) vincula el bautismo con la muerte y resurrección. Lo hace con una pregunta: “¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?” (v. 3). Es importante la expresión: “bautizarse en Cristoy “bautizarse en su muerte”. “Bautizar” (“baptizso”) significa: sumergir, hundir, zambullir. En el texto original griego, al verbo le sigue una preposición de movimiento “hacia dentro” (“eís Xpistòn”). El bautismo nos sumerge en Cristo Jesús, en su muerte y resurrección. Quienes son bautizados participan de su vida, reciben su Espíritu, su pensar, sentir y obrar: “andan en una vida nueva” (v. 4: “en kainóteti zsoês”).

El bautismo viene tras elanuncio del Evangelio: “cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción. Sabéis cómo nos  comportamos entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo” (1Tes 1,5-6). Este es el proceso paulino: anuncio-escucha del evangelio; aceptar con fe la proclamación; recepción del Espíritu; bautismo confirmatorio y significativo de estar en Cristo.

Los primeros cristianos bautizaban sólo a adultos. Al retrasarse la venida de Jesús, se imitó al judaísmo como en otros aspectos (jerarquía, celibato, purificación de la mujer post parto...). Como se circuncidaba a los niños para participar de la Alianza, surge cierta lógica de que si un niño muere sin bautizar no pueda quizá aprovecharse de la “gracia” de Jesús, por no tener el sello de pertenencia a Cristo. De ahí surge el bautizar a niños, hasta en el seno materno, la hipótesis del limbo, etc. Construcciones religiosas al margen del evangelio. Hoy se piensa que “bautizar en la fe de los padres o de la Iglesia” respeta poco la libertad personal. Multitud ya lo dejan cuando los niños puedan decidir su “inmersión” en la vida de Jesús. Sólo quien conoce la vida y el evangelio de Jesús puede hundirse en él. Así tiene sentido lo que hoy dice Pablo: “cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte..., sepultados con él en la muerte, para que... andemos en una vida nueva... Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él...”.

El bautizado entra en comunión con la vida, la muerte y la resurrección de Cristo: “Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva” (2Cor 5,17); “lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura” (Gál 6,15). “Es Dios quien nos confirma en Cristo...; y además nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones” (2Cor 1,21-22). Elimina el vínculo con el pecado: “se considera muerto al pecado”, a todo lo que daña la vida humana. “Se consideravivo para Dios en Cristo Jesús”. Se incorpora al trabajo Jesús y del Padre: “Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo” (Jn 5, 17). Trabajo en libertad, que sostiene, acompaña, ilumina, sugiere, alienta el amor... Ayuda al ser humano a vivir bien en salud, sociedad, cultura, sentido, espiritualidad...  

Oración: “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 3-4.8-11)

Jesús, “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (He 10,38):

el texto de Pablo nos recuerda nuestra “inmersión” en tu vida: 

bautismo del Espíritu con que entramos en la Iglesia.

Tu bautismo surgió en el movimiento de Juan:

contra la injusticia y miseria que vivía tu pueblo;

contra instituciones llamadas a procurar vida para todos;

contra la institución religiosa que

había pervertido los ideales del Padre-Madre Dios;

buscaba dominar, poseer dinero, brillar en vanagloria;

esclavizaba con leyes interesadas de los dirigentes;

procuraba su supervivencia en vez de la vida de todos...

En tu bautismodescubres el Espíritu que te habita:

sientes el amor singular divino: “éste es mi Hijo, el amado, el predilecto”;

te vives “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo,

y pasas haciendo el bien y

curando a todos los oprimidos por el diablo,

porque Dios estaba contigo” (He 10, 38).

El Espíritu te lleva a proclamar el Evangelio:

parábolas, sentencias humanísimas, obras de vida;

reúnes a toda clase de personas en libertad;

educas en fraternidad, sin honores y privilegios,

en pobreza voluntaria, que comparte lo que tiene;

abres caminos de la felicidad humana; las bienaventuranzas.

Nosotros fuimos “sumergidos” en tu mismo Espíritu:

pero hemos permanecido años sin enterarnos;

nos privaron de convertirnos libremente al amor del Padre;

los signos de tu presencia viva, que llamamos “sacramentos”,

los hemos trastocado en folclore y religiosidad egoísta.

Tu Espíritu ha llegado a nosotros por diversos caminos:

habita en nuestro corazón y nos da consciencia de tu Amor;

dice a nuestro espíritu que somos hijos de Dios,

hermanos tuyos y de toda persona;

¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe” (Mc 9, 23);

Jesús hermano, queremos dejarnos llevar del Espíritu:

muertos al pecado y vivos para Dios”;

dejar todo lo que daña la vida humana; 

trabajar por el bien humano y su hábitat:

salud, sociedad, cultura, sentido, espiritualidad...

Sumergidos” en tu vida, Jesús-Mesías:

queremos vivir como vives tú, Jesús, y el Padre Dios;

sosteniendo y respetando la libertad, 

acompañando, iluminando, sugiriendo,

alentando el amor incondicional...,

haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal” (He 10,38).

Preces de los Fieles (D. 13º TO A 2ª Lect. 02.07.2023)

El bautismo expresa nuestra adhesión a la vida de Jesús. Los bautizados hemos sido consagrados para vivir en Amor. Hoy somos invitados a orar por la responsabilidad en el Tráfico en carreteras y ciudades. Avivemos nuestra vida diciendo: “queremos vivir para Dios”.

Por la Iglesia, comunidad de bautizados:

- que viva el Espíritu, mente y corazón de Jesús;

- que “no haya desigualdad por raza, nación, condición social o sexo” (LG. 32).

Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Por las intenciones del Papa (julio 2023):

- “que los católicos pongan en el centro de su vida la celebración de la Eucaristía”;

- “que ella transforme las relaciones y abra al encuentro con Dios y los hermanos”. Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Por nuestra conciencia bautismal:

- que renovemos con frecuencia nuestro deseo de vida evangélica;

- que escuchemos y sigamos la voz del Espíritu que nos habita.

Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Por la responsabilidad en el tráfico:

- que los conductores y los peatones eviten imprudencias;

- que crezca la seguridad vial en vigilancia y conducción responsable.

Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Por la paz del mundo:

- que seamos capaces de eliminar toda violencia;

- que cuidemos a las víctimas devolviéndoles su dignidad;

Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Por esta celebración:

- que sintamos la pasión de Jesús por los hermanos;

- que el Espíritu nos consuele, ilumine y mueva a vivir en Amor.

Roguemos al Señor: “queremos vivir para Dios”.

Señor, queremos tener tus mismos sentimientos y hacer tus mismas obras. Que el Espíritu que nos habita nos ilumine y nos impulse a vivir “la novedad de tu vida” (Rm 6, 4), en toda situación. Te lo pedimos a ti, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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