Sufriendo la vida real, aprendió a obedecer al Amor en toda circunstancia A ti, “trono de la gracia”, acudimos hoy (Viernes Santo 2ª Lect. (07.04.2023)

“Otra” oración universal

Comentario: “tenemos un sumo sacerdote grande...” (Heb 4,14-16; 5,7-9)

La carta a los Hebreos se autocalifica de “discurso o palabra de exhortación” -`lógos parakléseos´- (Heb 13,22). Especie de homilía oral, escrita y enviada a comunidades: “Os ruego, hermanos, que soportéis esta exhortación; por eso os he escrito brevemente” (13, 22). Interpreta la vida de Jesús como sacerdotal. A Jesús, nadie le “ordena de sacerdote”, ni organiza ceremonia cultual alguna. Esta carta le reconoce verdadero y único sacerdote, porque ha vivido como `sacrificio´ (“sacrum facere”: “hacer santo, divino”). “Adora al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,23), en amor y realidad. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,16). Así “hacemos santa o divina” la vida, amando como ama el Padre.

El primer fragmento (4,14-16), reconociendo la realidad histórica de Jesús, invita a una actitud de fe y al encuentro con su Amor salvador. El hecho: “tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios”. Este sacerdote “no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado”. Jesús vive la realidad: “ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado” . El amor vivido no le ha dejado hacer daño: “pasó haciendoel bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (He 10,38).

Desde esta realidad, invita: “mantengamos firme la confesión de fe...Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno”. Vayamos a Jesús, “trono de la gracia”. Encontramos “misericordia y gracia”, perdón y amor gratuito. Así nos realizamos como personas, hijas de su Padre “que hace salir su sol y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45).

El segundo fragmento (5,7-9) narra su ejercicio sacerdotal en la agonía de Getsemaní: “Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna”. Jesús, fiel a su conciencia de hijo de Dios, pide ser librado de la muerte, “siendo escuchado por su piedad filial”. Sufriendo la vida real, aprendió a obedecer al Amor en toda circunstancia. “Llevado a la consumación” (`perfeccionado, glorificado´) se ha convertido para los que le siguen en autor de salvación eterna. Su camino de amor es camino de realización plena.

El modo de morir Jesús no fue accidental ni voluntad divina. Su muerte prematura y violenta fue decidida y ejecutada por determinadas personas de su época que dirigían la vida religiosa y social. Representantes de instituciones religiosas y políticas (Jn 7,1; 11, 49-50) vieron en él un peligro. Su pretensión de reconciliar a todos como hermanos (Jn 11, 52) en relación personal con Dios en “espíritu y verdad”, sin mediación sacerdotal ni economía sacrificial del Templo (Jer 31,31-34), fueron decisivos a la hora de decidir su eliminación. Voluntad de Dios fue su modo de encarar la injusticia: no devolviendo mal por mal, cuidando la verdad y la vida, dando perdón y esperanza en el amor del Padre, desautorizando a los dirigentes que se se aprovechaban de los sencillos para enriquecerse y enaltecerse. Les acusó de liar y cargar fardos pesados sobre la gente, vestir con boato, ocupar puestos de honor, darse títulos de poder, ser hipócritas y ciegos al Amor...

Oración: “tenemos un sumo sacerdote grande...” (Heb 4,14-16; 5,7-9 )

Jesús fiel a tu concienciade Amor:

contemplamos hoy el final de tu vida;

vida desprendida de acumular bienes de este mundo,

cercana a los que lloran y sufren,

afanada por la dignidad de todo hijo de Dios,

deseosa de verdad y transparencia,

fraterna y oidora de la voz del Padre Dios.

Enseguida has encontrado la cerrazón:

curiosamente, la de los más religiosos;

quienes dicen: cada uno tiene “lo que Dios quiere”;

enfermos que se creen castigados;

pobres que creen no merecer el favor de Dios;

marginados por sus vicios, ideas, profesión...

Les molesta tu cercanía a los más desgraciados:

comes y bebes con quienes no respetan las leyes;

te saltas normas sagradas de ayuno y pureza ritual;

llamas al templo “cueva de bandidos”;

a los dirigentes religiosos les has desautorizado:

buscan encumbramiento entre la gente;

visten con boato para deslumbrar y sobresalir;

no tienen el corazón limpio, sólo la apariencia;

predican un cosa y hacen lo contrario;

claramente dices que Dios no está con ellos.

Tomas la decisión de ir a Jerusalén:

con semblante duro te encaminas a Jerusalén”;

resolviste ponerte en camino para encararte con Jerusalén”;

afirmaste tu intención de marchar hacia Jerusalén”;

afianzaste el rostro para ir a Jerusalén” (Lc 9,51);

Son versiones de tu misma conciencia:

estás dispuesto a todo para anunciar al Amor del Padre;

lavas los pies a los discípulos para que sigan esa ruta;

tomas con ellos pan y vino como signo de tu amor:

al compartirlos sentirán tu mismo espíritu;

a gritos y con lágrimas” pides ser librado de la muerte;

tus oraciones y súplicas” siempre fueron escuchadas (Jn 11,42);

el amor del Padre te acompaña sin privilegios:

reconocido como hombre por tu presencia,

te humillaste a ti mismo, hecho obediente hasta la muerte,

y una muerte de cruz” (Flp 2,7s).

Así, hermano Jesús, has vivido nuestravida:

el amor solidario no te abandonó nunca;

así nos has unido con el misterio del Amor divino;

así has sido sacerdote de la verdad y de la vida;

hermano de todos e Hijo de Dios son tus avales;

ni de unos ni del Otro renunciaste nunca hasta la muerte.

A ti,“trono de la gracia”, acudimos hoy:

danos tu amor sin medida;

infunde en todos tu Espíritu;

que todos seamos sacerdotes como Tú:

entregando tu Amor a todos;

compartiendo nuestra vida;

no imponiendo cruces innecesarias;

ayudando a morir con dignidad, sin dolor, en paz.

“OTRA” ORACIÓN UNIVERSAL (Viernes Santo 07.04.2023)

Por la Santa Iglesia

Oremos, hermanos, por “la comunidad cristiana, integrada por personas, reunidas en Cristo, guiadas por el Espíritu Santo en su camino hacia el Reino del Padre y que han recibido noticia de salvación para proponérsela a todos” (GS 1).

Dios, Padre de toda bondad, que a través de Jesús de Nazaret llamas al ser humano a vivir como hijo tuyo y hermano de todos, ayuda a las comunidades cristianas para que “se unan, se reúnan, se escuchen, discutan, recen y decidan” en tu Espíritu anunciar tu Amor en el mundo entero. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por el Papa

Oremos por el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, el Papa Francisco, para que ayude a la reconciliación de las iglesias, como Pedro en la iglesia primera, que ante opiniones encontradas, fue capaz de reunir a todos y recordarles la libertad de Cristo Jesús.

Dios, Padre de toda bondad, bendice al sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que ilumine el camino de Cristo, “no imponiendo más cargas que las indispensables” (He 15,28), “nos pida que nos acordemos de los pobres” (Gal 2,10), “confirme a los hermanos” (Lc 22,32) y nos ayude a ser evangelio (buena noticia) en nuestro mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los ministros de la Iglesia y por los fieles

Oremos por los obispos y los presbíteros, célibes y casados, los diáconos, y por todos los que ejercen algún servicio a la Comunidad cristiana, y por todos los miembros del Pueblo de Dios.

Dios, Padre de toda bondad, reaviva tu Espíritu de servicio en nuestra comunidad. Especialmente en quienes nos presiden en la fe y animan a seguir tus huellas de amor y servicio. Que todos “amemos a la comunidad fraternal” (1Pe 2,17), y “apreciemos el esfuerzo de los que trabajan entre nosotros cuidándonos por el Señor y amonestándonos. Que les mostremos toda estima y amor por su trabajo” (1Tes 5,12-13). Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los catecúmenos

Cada día van siendo más los que reciben el bautismo tras un catecumenado en el que conocen y viven el Evangelio de Jesús. Así van incorporándose poco a poco a la Iglesia. Pidamos por todas las personas que están en esta situación. 

Dios, Padre de toda bondad, abre los ojos del corazón y de la mente a quienes escuchan tu Evangelio, para que conozcan tu Amor sin medida, acepten tu Espíritu, simbolizado en el agua del bautismo, y sean capaces de seguirte con todos nosotros en la Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por la unidad de todos los cristianos

Es nuestra tragedia: católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos, evangélicos... anunciamos el Evangelio del Amor manifestado en Cristo. Pero este Amor no lo vivimos entre nosotros. Nuestras tradiciones, teologías, ritos, leyes..., han suplantado el Evangelio. Pidamos por la convergencia de todos en el Espíritu y en el Evangelio de Jesús. 

Dios, Padre de toda bondad, compadécete de todos los cristianos que vivimos la contradicción de llamarnos hermanos en Cristo, y no somos capaces de mirarnos a la cara, y trabajar juntos por el Reino de la vida, del amor, de la paz, de la justicia, de la verdad... Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los judíos

El cristianismo surgió del pueblo judío. Jesús era un judío, que descubrió el Amor universal, se sintió Hijo amado de Dios, anunció el Evangelio del Reino de Dios primero a los judíos. Son muchos los vínculos que nos unen a ellos: los Padres de la fe, la alianza primera, la profecía...

Dios, Padre de toda bondad, que sigues bendiciendo a quienes creen en tu Amor, inspíranos a judíos y cristianos el mismo aliento que inspiraste a Jesús de Nazaret, que vive contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.

Por los que no creen en Cristo, pero le conocen y admiran. Son muchos en nuestros pueblos y ciudades. 

Dios, Padre de toda bondad, que tu Espíritu abra su corazón a la verdad plena de Jesús, el Hijo de Dios, que amó sin límites, sobre todo a los más necesitados. Y que nuestro testimonio de amor a todos les ayude a creer en tu vida resucitada. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los que no creen en Dios, en nuestro Dios, en el Padre de Jesús, “al que nadie ha visto jamás:Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). 

Dios, Padre de toda bondad, Jesús, tu Hijo, nos ha explicado que Tú eres el Padre de todos, que “haces salir el sol y bajar la lluvia para justos e injustos”. Nadie te ha visto, pero todos tenemos corazón e inteligencia inclinados al bien y la verdad. Que nuestro respeto y amor hacia todos los seres humanos, crean o no crean, sean testimonio de tu respeto y amor. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los gobernantes de todos los pueblos y naciones. Que cuiden del bien común, sobre todo de los más débiles. Que sean honestos, respeten los derechos humanos, promuevan la libertad y la participación responsable. 

Dios, Padre de toda bondad, que quieres que todos los seres humanos vivan, se realicen como personas, libres e inteligentes, bendice a quienes presiden los diversos pueblos y naciones para que, con tu gracia, procuren la paz y el desarrollo de sus países. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Por los atribulados por las más diversas causas: guerras, enfermedad, paro, hambre, marginación... 

Dios, Padre de toda bondad que en tu Hijo, Jesús de Nazaret, manifestaste amor preferencial por los más débiles. Suscita este mismo amor entre nosotros, en tu Iglesia, para que la atención a los necesitados sea nuestro más preciado tesoro. Que “ante los casos de necesidad no demos preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos de culto divino; al contrario, nos sintamos obligados a enajenar esos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello” (Juan Pablo II: SRS 31). Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

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