“Sólo pido una mirada genuina, que te abrace, que te reconozca tu lugar en la familia… Somos curas che!” “Nos va la fiesta”, un regalo del Espíritu de Jesús

A los sacerdotes casados Dios les ha dado el Espíritu Santo igual que a nosotros

Un ejemplo de honradez, con trascendencia histórica, es el de Pedro en el Concilio de Jerusalén. ¿Hay que exigir la circuncisión a todos los bautizados? El Evangelio no lo dice. Pero, como Jesús estaba circuncidado, los judeocristianos querían exigirlo a los no judíos. Pedro argumenta: “Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe” (He 15,8-9).

Criterio básico ante cualquier disidencia eclesial es la vida en el Espíritu: “el que os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por haber escuchado con fe?” (Gál 3,5). La Iglesia suele de antemano rechazar cualquier disidencia que cuestione sus leyes, como si procedieran del Espíritu Santo. La conducta de los Papas respecto del celibato ha seguido este supuesto. Pablo VI prohibió al concilio Vaticano II tratarlo: “no juzgaba oportuno discutir públicamente la controversia sobre el celibato” (Carta -10.10.1965- al Card. E. Tisserant, Presidente del Consejo de Presidencia del Concilio). Juan Pablo II a un grupo de obispos alemanes: “Demasiados hablan de replantearse la ley del celibato eclesiástico. ¡Hay que hacerles callar!”. Hasta el cardenal Tarancón temía: “si digo lo que pienso, podría dejar de ser obispo de la Iglesia”, confesó a un grupo de sacerdotes. Obispos brasileños hablaron de intransigencia de Roma a la más mínima insinuación. Se llegó a exigir a los propuestos para obispos defender esta ley.

Es muy triste que una ley eclesiástica, siempre coyuntural, nos esté dividiendo. Con una falsedad teológica: “entre el sacerdocio y el celibato existe un vínculo ontológico-sacramental. Cualquier debilitamiento de este vínculo significa poner en tela de juicio el magisterio del concilio y de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI” (Card. R. Sarah: Desde lo más hondo de nuestros corazones. Ed. Palabra. Madrid 2020. Pág. 162). Ello justificaría el silencio del Papa a la petición del sínodo amazónico. Pero no es verdad que debilitar o quitar este vínculo “ponga en tela de juicio el magisterio del concilio”: “la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos no es exigida ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio...” (PO 16).

No se entiende por qué la Iglesia no reconoce que “Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros” (He 15, 8-9). El mismo texto conciliar recuerda “la praxis de la Iglesia primitiva y la tradición de las Iglesias Orientales donde hay presbíteros casados muy meritorios” (PO 16). Infinidad de sacerdotes casados pueden decir con Jesús: “el Espíritu del Señor está sobre mí, pues él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar..., a proclamar la libertad..., el año de gracia del Señor” (Lc 4,18s). Ahí están sus obras, comunidades, libros, revistas... “Por sus frutos los conoceréis...” (Mt 7,16-20; Lc 6,43s; Gál 5,19-24). Religión digital publica hoy, cuando escribo, el testimonio sobrecogedor de un sacerdote argentino: “solo pido una mirada genuina, que te abrace, que te reconozca tu lugar en la familia… Somos curas che!” (RD 23.01.2022. Ignacio Puente Olivera).

He recibido hace unos días un libro delMovimiento pro Celibato Opcional. Es otro testimonio del Espíritu que vive en este movimiento cristiano. Se titula: “Nos va la fiesta. Recursos para celebraciones de la fe”. Editado por Moceop (Arcángel S. Gabriel, 9-1º, B. Albacete 2020). Han seleccionado y organizado los textos José Luis Alfaro y Andrés Muñoz, dos veteranos de este movimiento. “Diferentes celebraciones de la Eucaristía preparadas, celebradas y vividas por Moceop en distintos momentos vitales, como grupo de Jesús, y también por otras comunidades de base de Gijón, Madrid, Cádiz, Valencia, Albacete, Zaragoza, y otras más, que han celebrado con dinamismo, libertad y originalidad su fe y vida... La estructura de estas celebraciones no es un producto de gabinete ni una teatralización... Todo es hogareño: casa, mesa..., pan y vino... y una familia que celebra y concelebra... Eso sí, siempre respetando y guardando lo esencial, que es el mandato y gesto de Jesús: `haced esto en memoria mía´. Hacemos lo mismo que Él hizo: repetir, no un rito, sino un proyecto y un estilo de vida...” (p. 7-8). Sus canciones están en www.moceop.net página de inicio, “cancionero”.

Dos reflexiones preceden a más de 70 “Celebraciones de Comunidades”: “Cuerpos que celebran” y “Eucaristía, comida del Señor”. Pepe Laguna, autor de la primera, nos introduce en el valor y “poder performativo de los cuerpos aliados cuando se congregan en un determinado lugar”. “El valor fundamental de este libro... no está en la evidente originalidad de sus propuestas litúrgicas, ni en el esfuerzo por inculturar y actualizar ritos anacrónicos. Su trascendencia está en que recoge celebraciones vivas de cuerpos reales que se han aliado en torno a la mesa del banquete del Reino. Cuerpos que el discurso eclesial dominante quiso expulsar de la Vida con mayúsculas por la puerta de atrás de la vergüenza, la culpa y la herejía. Cuerpos `reducidos´ a un estado laical menor de edad, cuerpos que aman a cuerpos idénticos en un amor no reconocido, cuerpos expulsados del templo por denunciar injusticias, cuerpos que se alejaron de otros cuerpos cuando el amor se convirtió en tortura, cuerpos que no pueden desfilar por las calles decentes de la ciudad angelical” (p. 9-13). Los “cuerpos que celebran” deben parecerse a las personas que Jesús acogía y sentaba a su mesa. Hoy el Resucitado sigue haciéndose presente “donde hay dos o más reunidos en su nombre”, en su amor sin límites, en su abrazo fraternal que acoge a toda clase de personas, con especial alegría a los más desarrapados.

“Eucaristía, comida del Señor” es la reflexión de Fernando Bermúdez. Aclara nombres hasta llegar al de Eucaristía “de las comunidades de la Didajé y de Roma”. Lo importante es la reunión comunitaria que recuerda la última cena de Jesús. Nace con la Iglesia en los tiempos apostólicos. Hubo modos varios de celebrarla: “En la Iglesia primitiva no había una forma preestablecida...”. “El abuso de la celebración de la Eucaristía, según Pablo, no es la alteración de ritos, pues cada comunidad tenía sus propios ritos y costumbres, sino el no compartir los alimentos con los hermanos más necesitados” (p. 19). La comunidad es el sujeto de la celebración, “la presidencia variaba de una comunidad a otra”: apóstoles, profetas (varón o mujer), obispos, presbíteros (ancianos o viri probati). Todos podían ser casados como atestiguan las cartas pastorales (1Tim 3,4-5; 4,14; Ti 1,5). “No debemos hacer de la celebración un rito rutinario, sino tratar de regresar constantemente a las fuentes de nuestra fe, al Nuevo Testamento con la libertad de los hijos e hijas de Dios, tomando conciencia de que la celebramos todos y todas...”. “Hemos de participar con sentido de compartir comunitario, pues es la comida del Señor, que nos compromete a llevar la misma vida de Jesús, a ser como Él, a solidarizarnos con los pobres y a trabajar en la construcción de una nueva sociedad más justa, humana y fraterna, en donde a nadie le falta su alimento diario” (p. 19-20).  

¡Ojalá sea realidad!: “Este es nuestro objetivo: queremos promover desde la base... la inaplazable renovación de nuestras eucaristías” (solapa posterior del libro).

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