Se conservaron en bastante buen estado durante los más de tres siglos que estuvieron ocultos La extraña afectación de los frescos de los ángeles músicos de la catedral de Valencia

Uno de los ángeles musicos del ábside de la catedral.
Uno de los ángeles musicos del ábside de la catedral.

“La dita obra es loable e sens vici e defalliment quant al obrar vulgarment dit fresch”, dijeron los peritos en el juicio contra el Cabildo de la Catedral, que no querían pagar a los pintore.

Fueron pintgados por los pintores italianos Francisco Pagano y Pablo de san Leocadio, por orden del arzobispo Rodrigo de Borja, antes de ser elegido papa, con el nomb rde Alejandro VI.

Desde 1682 hasta 2004, más de tres siglos,  los frescos de los ángeles músicos del ábside gótico de la capilla mayor de la Catedral de Valencia, pintados a finales del siglo XV, permanecieron ocultos bajo una bóveda de la impía moda barroca, pero en bastante buen estado. A partir de su descubrimiento han sufrido varios procesos de deterioro, cuyas causas siguen ignoradas, aunque se atribuye las humedades que le afectan a filtraciones de aguas pluviales. Todo apunta a que estas afecciones se deben a problemas estructurales del templo, asentamientos por causas diversas, u obras ejecutadas en su fábrica.

El 19 de junio de 1472 llegó por mar, desde Roma, el cardenal Rodrigo de Borja, primer arzobispo de Valencia –era obispo desde 1458, pero se pasó todo su episcopado  en Roma, donde acabaría siendo Papa con el nombre de Alejandro VI-  desembarcando en El Puig para saludar, como era protocolario a la Virgen del Puig, por entonces primera y principal Patrona del Reyno de Valencia.

Quiso compensar a la catedral de su sede episcopal ornándola y con él se trajo a los pintores italianos Francisco Pagano y Pablo de san Leocadio. El templo había sufrido un importante incendio y quedó muy desmejorado, por lo que el prelado ordenó lo decoraran en parte  estos artistas, de manera especial  el altar mayor, firmando él mismo, junto con  el vicario general y los canónigos del Cabildo un contrato o concordia “super pictura capelle maioris””.

Aunque el encabezamiento o introducción del documento está en latín, el cuerpo del mismo fue redactado en la Lengua Valenciana del siglo XV, el cual fue descubierto por el canónigo historiador Roc Chabás, quien además halló varios notales que fueron levantados  en el procedimiento, entre ellos el de la fianza que tuvieron que prestar los pintores, y otros sobre los colores y oro a emplear. Hasta entonces había una ligera referencia verbal en la tradición de su existencia, pero éstos estuvieron ocultos cuatro centenares de años. Se desocnocía bocetos, dibujos, grbados o datos al respecto.

Por el precitado contrato, los artistas se obligaron a “pintar al fresch a estall lo cap de la dita Capella dalt a baix” con varios motivos “e entorn  daquells pintaran un tro de Seraphins ornat dor fi molt bell”. Tenían que “pintar dos Angels, ço es un Angel en casqun pany vestits a voluntat del dit honorable Capitol ab ses ales sembrades dor fi e de belles colors”.  Entre ellos debía aparecer “fullatges ab fruyts dor fi de ducat segons parra”  a los canónigos. Las ventanas de la bóveda deberían ser pintadas también de oro fino de ducado y azul “del qual la darrera ma siga de atzur acre, …la primera ma de atzur de alamanya i la darrera datzur acre”, color este último conocido en aquel tiempo con el nombre de “ultramari”, color que debía ser el último en superponerse a todo, un color muy llamativo e impresionante, típico del siglo XV, el cual era reservado para pintar los mantos de la Virgen.

El contrato establece de manera minuciosa todo lo que debía aparecer en los frescos y el tipo y clase de color con el que tenían que ser plasmados los dibujos. Igualmente, se fijaba el dinero que por su trabajo se acordó pagarles “tres milia ducats dor de cambra de pes”, a pagar en tres veeces, al comienzo, a mitad y al final de la obra. No se dejaron cabo por atar los canónigos y se estipuló también que para e l caso de que uno de los dos no pudiera acabar el trabajo, lo haría el otro.

Los canónigos al final se hicieron los remolones a la hora de pagar a los pintores lo  comprometido con la excusa de que no les gustó lo que habían hecho  no habían ejecutado los frescos según lo estipulado. Los artistas tuvieron que demandar al Cabildo de Canónigos para poder acabar de cobrar su trabajo ante la Justicia. Aseguraban los clérigos que “la dita obra no seria stada feta be e segons forma dels Capitols fets e entre les parts concordats e fermats,ne be, ne feelment segons que per art de pintar se deu fer e son tenguts fer e obrar”.

El Tribunal del Gobernador llamó a testificar a juicio en calidad de peritos a varios expertos en artes a los que hizo deponer bajo juramento sobre los cuatro Eavngelios, quienes manifestaron que “la dita obra es loable e sens vici e defalliment quant al obrar vulgarment dit fresch, e senyaladament circa lo posar del atzur, axi com es stat posat per aquells”. También dijeron lo  mismo sobre el empleo y utilización del oro fino en los frescos, aseguraron que todo estaba hecho con arreglo a contrato, por lo que el Tribunal dio la razón a los pintores italianos y obligó a los canónigos a pagar la parte a la que se habían comprometido formalmente ante notario lo adeudado.

En la segunda mitad del siglo XVII, los frescos fueron tapados por la reforma barroca del templo catedralicio, siguiendo la moda de borrar cualquier vestigio gótico –considerado bárbaro- del interior de la catedral.  Desde entonces permanecieron ocultos hasta que en unas obras de restauración de la bóveda,  el 22 de junio de 2004, a través de un agujero se vio  la existencia en una segunda bóveda de las pinturas al fresco de los ángeles músicos. Se hizo algunas fotografías y se rastreó parte de las pinturas, por lo que se decidió descubrirlas, retirar la bóveda que las tapaba y dejarlas al descubierto.

Las pinturas de los ángeles músicos a pesar del tiempo transcurrido se encontraban en bastante bien estado de conservación, mejor de lo que se creía, pues en algunos textos se hablaba de ellos como que en su día estaban ennegrecidos y sucios, habiendo ocultado la suciedad dibujos y colores. Curiosamente, desde su descubrimiento, las pinturas han sufrido diversos deterioros, que han obligado a intervenciones restauradoras, las principales por afectación de humedades de las filtraciones de aguas pluviales cuyo origen se sigue investigando. Si al aparecer no estaban afectadas por las humedades, habrá que buscar la causa en cualquier acción externa que sobre el edificio o su estructura haya podido ejecutarse o acaecer. Y resolver en consecuencia.

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