Air Doll, cuando la imitación cuestiona el original



El viejo tema literario y cinematográfico del replincante con corazón que habíamos visto en la genial Blade Runner (1982) de Ridley Scott o en la interesante Inteligencia Artificial (2001) de Steven Spielberg aparece de nuevo en el cine de la mano de Hirokazu Koreeda. Este cineasta está especializado en la reflexión antropológica y en la excelencia visual marcadas por la denuncia y tendencia a la desesperanza. Ya en sus anteriores propuestas como Nadie sabe (2004) o Still Walking (2008) la reflexión crítica sobre el destino del ser humano se convierte en su preocupación central.


En este caso no será una máquina de tecnología refinada la que adquiere conciencia y afectividad sino una muñeca hinchable destinada al placer sexual. Una mañana después de que su propietario marcha a trabajar la muñeca de forma mágica toma vida. Con ello comienza una fábula sobre la identidad humana que contrasta el proceso de inocencia de la protagonista, versátil y emotiva en su doble identidad es interpretada por la actriz coreana Du-na Bae, y la realidad de los seres humanos desfigurados por la gran ciudad. Los secundarios representaran los límites y la vulnerabilidad de lo humano desintegrado por una sexualidad deshumanizada, la belleza inevitablemente huidiza o el vacío existencial. Sin embargo, en medio del desastre brota la posibilidad de un amor trágico e imposible, que se encarna en el personaje de Junichi, un joven dependiente de un viodeclub.Construido el relato a partir del manga "La figura neumática de una chica" (creado por Yoshiie Gouda en el año 2000) el director nos ofrece esta trágica visión de la naturaleza humana como un aviso frente a la deshumanización. Para ellos usa el artefacto sustitutivo como modelo de la humanidad perdida. El proceso de humanización de la muñeca coloca la identidad precisamente en la mirada y apertura al otro. Con imágenes de una factura de gran belleza y un ritmo excesivamente parsimonioso la fábula tiende a ser un tanto didactista, en el sentido que fuerza una única interpretación de los símbolos que, sin embargo, abren en sí mismos sugerentes posibilidades.
La sinceridad del planteamiento resulta sugerente. El punto de partida antropológico es la detección de la pérdida del sentido de la sexualidad, que se debate entre el instinto y la rutina en los personajes masculinos frente la manipulación y eliminación en los personajes femeninos. Aunque en el fondo el diagnóstico es que ser humano ha perdido el alma-corazón. En esta lucha el único camino de salida es la búsqueda sincera de la verdad del otro. Desde aquí el “aire” funciona como metáfora del alma, la muñeca se puede hinchar o deshinchar, pero este acto para ser humanizador necesita del sacrificio en la relación. Pero aquí el componente trágico inclina la dramática hacia la desesperación. En el momento actual solo el sacrificio que no ve la luz puede abrir al futuro.

El símbolo de la planta “diente de león” que se sopla y se expande por el aire ofrece una metáfora del alma bastante acorde con la sensibilidad panteísta de la antropología de base, aunque también emerge como un símbolo de la esperanza que se trasmite y puede iluminar la vida y el futuro de la humanidad. Así la entrega que supone el hecho de que sus semillas vuelan perdiendo la planta su ser apunta a la vigencia del sacrificio como antídoto a la deshumanización.
La película exige un sobreesfuerzo al espectador occidental que considera excesivos las subrayados y en algún momento inclina la fábula hacia la caricatura. Sin embargo, no deja de ser inquietante y lúcida la propuesta que tiene el poder de seguir acompañando hipnóticamente al espectador.

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