Origen: Psicología 5, Metafísica 1


Christopher Nolan en Origen ha realizado una película importante, con una narración compleja, pero en la que el espectador llega a entrar para inquietarse e incluso a pensar entre sobresaltos. Híbrido de ciencia-ficción, película de atracadores, thriller trepidante y melodrama resulta sugerente por las cuestiones que plantea e insuficiente por el calado sus respuestas. Como si buscando una salida al laberinto de sus niveles espaciales, temporales y mentales llegáramos a la conclusión de lo incierta, insegura y sin sentido de la realidad que habitamos. Como una peonza que no sabemos si parará o seguirá girando.

Uno de los lugares comunes de la literatura y el cine para plantear cuestiones metafísicas ha sido la ciencia-ficción. 2001: Una odisea en el espacio (1968) de Stanley Kubrick, Solaris (1972) de Andréi Tarkovski, Blade Runner (1982) de Ridley Scott son tres testimonios de ello. Sin embargo, Origen es una hija de su tiempo y termina por decantarse más por el tratamiento psicológico que por el metafísico. Probablemente el ritmo vertiginoso de la acción de un montaje complejo ha olvidado un mínimo de contemplación que permitiera pensar sobre el sentido. Seguramente la suma de artificios visualmente fascinantes ha dejado como víctima a la verdad que queda ocultada por la magia de la apariencia. En tiempos de la sola psicología ya no hay sitio para la metafísica.

La trama nos presenta a Dom Cobb (maduro definitivamente Dicaprio), un extractor que logra mediante una técnica especial entrar en el mundo de los sueños para robar importantes secretos de sus víctimas, habitualmente magnates de alto nivel. Perseguido por la ley se enfrenta a la posibilidad de reinsertarse para volver con sus hijos tras la muerte de su esposa Mal (sugerente Marion Cotillard). Para ello tendrá que alcanzar un objetivo especialmente difícil y radicalmente inmoral: lograr implantar una idea que es vivida por el sujeto como propia. En la parte contratante, el rico y ambicioso Saito (Ken Watanabe), por el lado de la víctima, Robert Fischer Jr. (Cillian Murphy) heredero del imperio económico de su padre (Pete Postlethwaite) que está muriendo. El objetivo: implantarle la idea que ha de destruir el negocio de la energía que va a heredar. Para lograrlo un equipo de truhanes buena gente: el técnico (Joseph Gordon-Levitt), el falsificador Eames (Tom Hardy), el químico de las pociones (Dileep Rao) además la joven y aventajada estudiante de arquitectura Ariana (prometedora Ellen Page). La pelea se librará a tres niveles de sueño dentro del sueño además de un par de anexos. Este asunto será el eje de la narración. Lo malos serán las violentas proyecciones que en el inconsciente actúan como defensoras de los secretos. Entre los peores, las proyecciones más profundas del apego a las personas queridas, capaces de cualquier traición.

El personaje de Ariana se convertirá en nuestro guía por estos intrincados mundos de los sueños para que no perdamos el hilo. Como si fuera una ayuda para afrontar la advertencia de Freud “cualquiera que despierto se comportase como lo hiciera en sueños sería tomado por un loco”. En la senda de Matrix nos presenta la línea borrosa entre percepción y realidad, apuntando a Olvídate de mí nos habla del complejo mundo del subconsciente y sus proyecciones, recordándonos a Más allá de los sueños nos abre a amores imposibles más allá de la muerte, incluso la alusión a la mítica persecución de Sólo para sus ojos nos presenta los paisajes invernales y las persecuciones entre la nieve, aunque esta vez sin James Bond. Otros temas como la conciencia de culpa y el deseo de redención, los riesgos manipulación de la conciencia, el proceso del duelo o los engaños que proceden del inconsciente también entran en juego en el argumento.

Sin embargo, hay una incapacidad para llegar a las cuestiones de fondo que tienen que ver con la unidad metafísica de lo real. El sueño y la mente conducen en definitiva a la vieja y siempre nueva cuestión del alma. Y si el alma forma parte de la entraña de lo real no es únicamente una subjetividad psíquica sino que es configuradora de la propia realidad. La realidad tiene, pues, una huella personal en cuanto criatura, por eso afirmamos que el ser humano es una realidad personal. Más que inquietante la relación entre realidad y mente apunta a lo personal como trascendente. Cuando se apunta al Misterio además de inquietar se descubre sentido y verdad. Aunque para mostrar este punto probablemente sea necesario otro tipo de lenguaje, otra forma de representación. Lo que nos avisa que la propuesta de “Inception” (título en inglés) no está tan al principio y deja de ser poco original en el sentido de no ir al fondo primero de las cuestiones, que por otra parte plantea de forma elocuente.
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