Teóricamente, en el Ecuador vivimos en una democracia representativa ¿Nuestra democracia nos representa o es una utopía irrealizable?

"La democracia tiene inherente un gran e indudable valor: el de estar 'juntos', el de que el ejercicio del gobierno tenga lugar en el contexto de una comunidad que se confronta libre y secularmente en el arte del bien común, que no es sino un nombre diferente de lo que llamamos política" (papa Francisco, En el corazón de la democracia)
"¿Cómo romper el círculo vicioso de regímenes que hablan de la democracia, pero construyen modelos autoritarios?"
"La palabra está en manos de nuestros pueblos, de las comunidades que, a pesar de las amenazas, la inseguridad y la violencia, buscan caminar juntos, organizarse para defender la vida y la Pacha-mama"
"La palabra está en manos de nuestros pueblos, de las comunidades que, a pesar de las amenazas, la inseguridad y la violencia, buscan caminar juntos, organizarse para defender la vida y la Pacha-mama"
La democracia representativa es un sistema de gobierno donde el poder reside en el pueblo, pero es ejercido por representantes electos a través de elecciones libres y periódicas. Se asienta en cuatro pilares fundamentales: La independencia de las funciones del Estado, el respeto pleno a los derechos humanos, escuchar la voz del pueblo y la vigencia del estado de derecho. Teóricamente en el Ecuador vivimos en una democracia representativa.
Sus características principales son:
Voto popular: los ciudadanos eligen a sus representantes.
Representantes electos: ejecutivo y legisladores toman decisiones políticas en favor de los ciudadanos.
Participación electoral: la participación ciudadana con el voto en elecciones libres y competitivas.
Elección periódica: se celebran elecciones en los plazos establecidos para renovar a los representantes.
Igualdad: todos los ciudadanos son iguales como electores.
Derechos y libertades: se garantiza la libertad de expresión, el derecho de asociación y el acceso a la información. Aparentemente todas estas características se dan en la democracia de nuestro país, pero qué ocurre en la realidad.
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La independencia de las funciones del Estado debe permitir un contrapeso de poderes, para realizar un control cruzado y evitar las tendencias autoritarias. El carácter hiperpresidencialista de nuestra Constitución amplía las atribuciones del Ejecutivo en desmedro de las funciones de los otros poderes y esto ha sido utilizado por los sucesivos gobiernos para ejercer un control total sobre las otras funciones. La paradoja es que desde la oposición se critica esta práctica, pero, cuando llegan al poder, repiten y refuerzan este mal.

El segundo pilar es el respeto pleno a los derechos humanos, empezando por el derecho a la vida. En nombre de la guerra interna contra las bandas criminales y la violencia del narcotráfico, el Gobierno impulsa una estrategia de choque para que la gente se acostumbre a un canje de libertad por seguridad.
El derecho a la salud ha sido olvidado: el presupuesto se ha reducido en 1.200 millones de dólares y se ha ejecutado apenas el 20%, con el resultado del deterioro de los hospitales públicos, la falta de medicinas; mientras continúa la corrupción heredada de regímenes anteriores. El derecho al trabajo se disuelve con despidos masivos y propuestas de precarización
La democracia implica escuchar la voz del pueblo. El Gobierno no respeta los pronunciamientos populares en las consultas realizadas por el Yasuní, el cuidado del agua en Cuenca y el Chocó andino libre de minería. Desoye el pronunciamiento popular y antepone los intereses particulares a los nacionales. Incumple mandatos judiciales como la eliminación de los mecheros de gas en la Amazonía. La participación ciudadana, la movilización social y el derecho a la resistencia son vistos como una amenaza. El Consejo de Participación Ciudadana, espacio de representación directa, se ha convertido en el botín de los sucesivos gobiernos y se pretende eliminar para regresar a viejos mecanismos para designar a los organismos de control.
El cuarto pilar es la vigencia del Estado de derecho basado en el respeto a las normas constitucionales y los tratados internacionales. Sin embargo, se impone la voluntad del Ejecutivo, ignorando leyes y derechos. Si se quiere cambiar la Constitución, hay normas establecidas para hacerlo. La tendencia, en varias actitudes gubernamentales, es pasar a un Estado-policíaco-autoritario, donde la verdad jurídica es sustituida por una política de hechos consumados por la voluntad del Presidente y una discrecionalidad que da carta blanca a los aparatos represivos para disponer de la vida y la muerte.
¿Cómo romper el círculo vicioso de regímenes que hablan de la democracia, pero construyen modelos autoritarios? La palabra está en manos de nuestros pueblos, de las comunidades que, a pesar de las amenazas, la inseguridad y la violencia, buscan caminar juntos, organizarse para defender la vida y la Pacha-mama. Todavía es posible una democracia basada en el principio de mandar obedeciendo: “quien quiera ser primero, que sea el último y el servidor de todos.” (Mc, 9:15) ¿Es una utopía irrealizable?

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